STEPHEN KING
Revival es el regreso de Stephen King al horror puro y duro de la mano de una trama que, sin abjurar de los elementos sobrenaturales, da cada vez mayor cabida a una morosidad narrativa que abona el clímax, demostrando su contundente manejo literario. Religiones privadas, miedos públicos y corrientes eléctricas se cruzan en una de las mejores versiones del maestro.
Por Rodrigo Fresán
Dentro de la ya difícil de procesar e inconmensurable obra del más grande de los terroristas en toda la historia de la humanidad (350.000.000 de ejemplares vendidos y sumando, ganador del O. Henry y medalla de la National Book Foundation por su aporte a las letras norteamericanas) y más allá de su pareja y eficiente calidad hay, sin embargo, cumbres tan inconmensurables como borrascosas.
Cada uno tendrá, claro, sus favoritos; pero hay títulos incuestionables en su universalidad y consenso: El resplandor, La zona muerta, La danza de la muerte, Cementerio de animales, las nouvelles que componen Las cuatro estaciones y Corazones en la Atlántida, el folletín por entregas La milla verde, 22/11/63...
A todos los anteriores sumarle ahora este Revival, retorno de King al horror puro y duro y sin atenuantes (antes y después de Revival, con Mr. Mercedes y Finders Keepers, King ha estado ejercitando su músculo thriller-noir. Aunque –al final de la segunda entrega de esta trilogía en curso que cerrará el año que viene con End of Watch– ya vuelve un cierto perfume sobrenatural-telekinético y, para no perder la costumbre, King acaba de publicar, The Bazaar of Bad Dreams, recopilación un tanto irregular de relatos de sabor y temor surtidos).
Pero por encima de todo lo anterior y lo que vendrá, Revival es una de sus mejor y más entrañables novelas (sí, se puede dar miedo y conmover al mismo tiempo; y este hombre sabe muy bien cómo hacerlo). King (Portland, Maine, 1947) también sabe cómo poner sus propios rincones oscuros y traumas confesados. En Revival se detecta más de un rasgo autobiográfico: la depresión económica, las adicciones a las drogas, la pasión por el rock, las crisis religiosas, los accidentes automovilísticos como aquel que casi lo envía al otro lado en 1999 y le hizo pensar en retirarse y, last but not least, su pasión por el rock (buena parte de la trama y atmósfera de Revival se apoya sobre motivos rock-musicales, territorio que King conoce de primera mano: ha escrito las liner-notes para álbumes de The Ramones, es fan y amigo de AC/DC, y miembro clave de la banda de escritores electrificados Rock Bottom Reminders, que incluye a firmas como Scott Turow, Amy Tan y Matt Groening y que contó entre sus filas a monstruos como Warren “Hombres Lobos de Londres” Zevon, a cuya memoria King dedicó su Doctor Sueño). Todo al servicio de una historia vieja como el mundo pero por siempre joven en lo que hace a eficacia: la manera en que un buen hombre se vuelve malísimo. Sí, Revival es el Breaking Very Very Very Bad de Stephen King pasado por uno de los lugares comunes e inevitables del terror: el científico muy muy muy loco.
Conozcan entonces –con cadencia y trazo como de ilustración de Norman Rockwell lentamente virando a un Charles Addams pasado de revoluciones– al pequeño Jamie Morton, quien una tarde de verano se encuentra en el porche de su casa al joven y tan buen tipo y carismático reverendo Charles Jacobs (a mí se me hizo imposible no leerlo con el rostro de ese simpático profesional pero con filo que es Paul Rudd). Y Jacobs con una inquietante obsesión/adoración por la electricidad que haría de alguien como Nikola Tesla un mero aficionado a los cables y enchufes. Para Jacobs, Dios está en los rayos y centellas que te iluminan o te fulminan. Ese día, sin saberlo pero acaso presintiéndolo, uno y otro serán unidos de por vida. Y medio siglo más tarde –luego de cruces y encrucijadas varias– coincidirán por última vez en una noche de truenos y relámpagos. Y, sí, Jacobs –por decirlo rápido para poder salir corriendo de allí lo más rápido que se pueda; lo mismo le pasó a Walter White– ya no será el que era. Jacobs es un hombre con una misión que se niega a asumir como imposible. Jacobs no va a parar –como el conejito de Duracell– hasta conseguir lo que se propone y alcanzar su meta. Y su meta es, nada más y nada menos, que hacer del The End un To Be Continued... Y Jamie Morton –testigo encandilado por el, sí, resplandor tenebroso de su maestro– será ahora algo así como el Jesse Pinkman de la ecuación: alguien enganchado al poderoso narcótico de la locura de su amo pero con tantas ganas de desintoxicarse. Aunque, pensándolo mejor, todavía no, ¿sí?
La narración pausada pero siempre tensa de Revival (como en Cementerio de animales, con ese engañoso costumbrismo de pueblo chico que no demora en crecer a infierno grande, poniendo de nuevo en evidencia algo verdaderamente inquietante: de un tiempo a esta parte King descuella más y mejor en los tramos no estrictamente fantásticos o terroríficos de sus tramas) se toma su buen tiempo en alcanzar el clímax. Pero lo hace a través de un impecable e implacable crescendo que es como el de una de esas tormentas que se ven venir desde tan lejos y cuando llega...
En Revival King apela a uno de nuestros miedos más misteriosos e imposibles de resolver, a ese escalofrío primal y primario: ¿qué hay después de la muerte? y ¿se puede volver de allí y contar el cuento?
Y King, sí, lo cuenta.
Y, por una vez, no prolonga en exceso el desenlace con largas persecuciones en cámara lenta. Aquí le bastan unas pocas últimas páginas que no por eso se privan del lujo de detalles en lo que hace al Otro Lado del Más Allá (apunte personal: yo, por eso del menos es más, hubiese preferido menos H. P. Lovecraft y más Richard Matheson en las últimas páginas; ver menos e imaginar más; pero son minucias). Y lo hace apoyándose sin esfuerzo en los hombros de gigantes clásicos como Frankenstein de Mary Shelley y “El gran dios Pan” de Arthur Machen. Y desde allí contemplando motivos traditionales y nacionales como los de Poe, Hawthorne y Melville (la pérdida de la fe de todos para abrazar una religión privada y peligrosa) a la vez que haciendo un guiño a exquisiteces menos conocidas como las de William Sloane (quien acaba de ser reeditado por la prestigiosa y prestigiante New York Review of Books con prólogo/presentación del mismo King) aquí, desde las alturas de su Torre Oscura, vuelve a dar miedo.
Mucho miedo.
En Revival hay miedo para todos.
En Revival, sí, Stephen sigue siendo el King.
Muy ON y nada OFF y con tanto POWER en la que probablemente sea la novela –nunca mejor dicho– más electrizante jamás escrita por aquel que en sus memoirs de trabajo, Mientras escribo, predicó con pasión digna de un Charles Jacobs que el secreto de la vida eterna (de saber que te seguirán leyendo cuando corazón y cerebro se hayan apagado) pasa por “leer y escribir alrededor de unas seis horas al día. Si no lo haces, no puedes pretender ser un buen escritor. Dos mil palabras al día es la meta. ¿Mi definición de talento? Fácil: Si escribiste algo por lo que te dieron un cheque y el cheque no rebotó y con eso pagaste la electricidad, entonces te considero alguien talentoso”.
En lo que hace a potencia y energía y temblores, la muy talentosa Revival alcanza y sobra para iluminar unas cuantas casas embrujadas. Y todavía le sobrará fluido suficiente como para cargar ese teléfono móvil que –este hombre ya lo contó hace unos años– te tiene convertido en un zombi descerebrado sin talento ni retorno ni señal pero siempre ocupado escribiendo y leyendo y rebotando palabras por las que nadie daría un vatio.
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