JUAN JOSé CESELLI Y CARLOS ENRIQUE URQUíA
En un emprendimiento elogiable, Ediciones en Danza abordó el rescate de dos poetas singulares y prolíficos, populares y vanguardistas a la vez como Juan José Ceselli y Carlos Enrique Urquía.
› Por Sergio Kisielewsky
Juan José Ceselli y Carlos Enrique Urquía exponen cada uno a su manera el oficio de poeta pero, ambos, ligados a la producción de textos desde la experiencia vital y al acontecimiento íntimo y transmisible. En el caso de Ceselli (1909-1982) sólo por el hecho de traducir a nuestro idioma Paroles de Jacques Prévert merece atención y devoción. Así como su casa en La Selva 4040 que da título a uno de sus libros, era el lugar en el corazón de Floresta donde recibía a los amigos y a los jóvenes poetas, hay más de un detalle para encontrar en Ceselli un trabajo auténtico donde el tema amoroso y erótico constituye una obsesión que atraviesa el libro. Sus imágenes, cadencias y rupturas moldean una lírica de movimientos y acoples con los contornos del cuerpo femenino como telón de fondo (“yo siempre recordaré tus piernas aún más largas que mis deseos”). La temática no se agota allí como mera exposición naturalista sino que se vuelve música, respiración, oro en polvo para saber cómo narrar, cantar y entonar cuando la alegoría se impone. La espera del llamado telefónico de la amante, su colosal e inconsciente apego al surrealismo y la distancia para hablar de lo que tenemos delante nuestro (“Tu viejo perfume desesperado”) es un destino que no puede ni quiere evitar.
El poeta echa mano al vaivén entre lo que pasó y lo que vendrá que da un relieve perturbador al libro, un escritor que nos trae a nuestros días otra época, la de mediados del siglo XX. Si el libro alude a las despedidas y a los viajes (Ceselli vivió cinco años en París) y a los muebles que lo rodean y lo intimidan, la maravilla se completa con la reproducción de fotos del poeta junto a Prévert, Roa Bastos y Francisco Madariaga así como la primera tapa del libro Palabras que editó Fabril (con manchas de colores sobre fondo blanco) del gran trashumante francés y las portadas de otros libros emblemáticos de Ceselli como El paraíso desenterrado y Misa tanguera. El poeta se entrega al amor como a un abismo y a un sendero al mismo tiempo, y desde allí despierta el ritmo de un susurro, de un secreto que en el oído atento será una entonación que crece lo que poetiza haciéndolo más grande. No desdeña las referencias de época y “sus pechos dispuestos a matar a Dios” evoca con diverso timbre al poema “Oración por Marilyn Monroe” de Ernesto Cardenal.
El Buenos Aires que fue, las figuras de escritores emblemáticos como Alvaro Yunque, Leónidas Barletta y Elías Castelnuovo cierra un periplo en que haciendo honor al título, algo se desentierra y se comparte.
Si algún puente tiene que cruzar Urquía (1921-2003) para tenderle una mano imaginaria a Ceselli, es su apego a una temática hegemónica, en este caso la sobredimensión de la naturaleza, su despliegue omnisciente y sus avatares; el poeta describe casi de manera barroca y coloquial al borde de un laboratorio del lenguaje, los ruidos y colores que tiene cada paisaje en el Delta del Paraná. No es una pulsión de palabras que se apoye en imágenes sino en las palabras desde el terreno mismo, cada bote, los sauzales y los pájaros, conforman un abanico de presencias que se pueden escuchar, tocar y oír. Zorzal, corbatita, chingolo, boyero, hornero y picaflor desfilan (en este caso vuelan) junto a la respiración del poeta, los expone a la vista de todos y juega con ellos como si fuera un niño grande que creció de golpe por tanto asombro.
Urquía integró la llamada generación del 50 con pesos pesados como Alfredo Veiravé, Joaquín Giannuzzi y Horacio Armani, presidió la Sociedad de Escritores del Delta y publicó entre otros libros Palabra de honor, Sujeto y predicado e Historia natural de la manzana. En el libro Rama negra expresa su nivel más alto en la expresión donde el clavel del aire se mezcla con la marcha a la deriva en las aguas de la ribera y la lluvia constante de la memoria. También se incluyen retratos de las tapas de sus libros como Primavera corregida y Cinco textos de amor y una canción traspapelada.
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