Dom 03.08.2003
libros

“GRANTA” EN ESPAñOL

De la revista al libro (y viceversa)

Luego de intensas negociaciones, la celebérrima revista Granta comenzará a
publicarse en español. Parte del material que incluirá en sus ediciones semestrales será traducido, y el resto, producción hispano-latinoamericana. Radarlibros estuvo en el lanzamiento barcelonés del número cero.

POR RODRIGO FRESÁN (Desde Barcelona)

Ya se sabe: las revistas han dejado de ser lo que eran. La megaoferta televisiva –la velocidad de la luz y del sonido– viene humillando desde hace años la lentitud del papel y de la tinta y se ha servido ese nuevo new journalism donde todo es pura foto y raquítico epígrafe al pie. El concepto de revistas “para mirar” ha resultado ser tan tramposo como efímero. Y, entonces, se descubre que las más nobles sobrevivientes a la catástrofe son aquellas que optan por el extremismo, por los antípodas: revistas llenas de letras como The New Yorker o –gesto y pose todavía más extremos– revistas que optan por parecerse a un libro para diferenciarse lo más posible a una pantalla de televisor. Lo que nos lleva a la revista Granta que aquí y ahora -veinticuatro años después de su bautismo en honor a un río de Cambridge– por fin, ya era hora, ha aprendido a hablar en español.

UNO Rea Hederman (editor general) e Ian Jack (director) han venido a Barcelona a presentar el número cero de la Granta española y sonríen desde las profundidades casi primitivas y cristianas del auditorio subterráneo de la nueva y gigantesca librería La Central en lo que alguna vez fuera una antigua capilla del barrio del Raval. Jack parece un actor de película de Ken Loach y Hederman –también publisher y director general de The New York Review of Books y descendiente problemático y liberal de una conservadora familia de hombres de prensa del Mississippi de esos que gustaban de escribir demasiadas veces la palabra nigger– recuerda automáticamente a un personaje escapado de una novela de William Faulkner. Los dos llegan para bendecir el nacimiento de la Granta made in Spain que –luego de tres años de negociaciones– está comandada y editada por la norteamericana Valerie Miles (al frente de la Emecé con sede en Cataluña) y el mexicano Aurelio Major (quien trabajó en Tusquets México y también editó en las redacciones de Vuelta y Letras Libres); está dentro del marco del Grupo Planeta pero con credo autónomo (la Granta inglesa tuvo el mismo signo inicial: nació protegida por Penguin y más tarde se independizó, llegando incluso a lanzar su propia línea de libros: Granta Books); tira 10 mil ejemplares de 356 páginas con 17 euros como precio de tapa y en un principio tendrá una frecuencia semestral. El recién aparecido número cero es un riguroso clon-presentación de la reciente edición U.K. dedicada -como suele hacerlo la revista una vez cada diez años para gratitud de algunos y odio de muchos– a su seleccionado de Los mejores novelistas británicos en cuya página de créditos puede leerse su ya célebre dictum donde se estipula que “Granta no publica, aunque su calidad sea incuestionable, ensayos académicos y ensayos sobre escritores; ni reseñas; tampoco reportajes o crónicas cuyo interés primordial sea inmediato o circunstancial; ni ciencia-ficción ni narrativa romántica, fantástica, histórica o policíaca; poesía; así como tampoco crónicas de viajes que carezcan de intención narrativa”.
El número uno –que aparecerá antes de fin de año– ya mostrará las bondades del nuevo modelo: 40 por ciento de material de la versión original más un 60 por ciento hispanoamericano que, ocasionalmente, será traducido al inglés y publicado en las páginas del espécimen british. Entonces –a prepararse– Granta se escribirá con ñ. Y los lectores ingleses sabrán que hay mucho más que abuelas voladoras y chicanos sin poder conciliar el sueño americano.

dos Ya se dijo: si las revistas en general están en crisis, entonces lo que les ocurre a las revistas culturales trasciende los alcances de esa palabra de origen griego para canjearla por otra palabra de origen griego: las revistas culturales están en apocalipsis. España –territorio alguna vez fértil para estas publicaciones gracias al humus universitario– ahora aparece seco y lánguido. Hay revistas, sí, pero todas ellas –a menudocobijadas por el paraguas protector de alguna institución o empresa que las financia sin pedir demasiado a cambio– parecen haber sido desplazadas a las tierras baldías de la lectura especializada por los suplementos de los periódicos o, excepción atendible, por la exitosa y envidiable fórmula propuesta por Qué Leer, donde las entrevistas y adelantos conviven con los apuntes sociales y chismográficos donde los escritores y editores suelen aparecer casi como animales con carne y sabor a Hola.
En este panorama, el aterrizaje de Granta es –desde el vamos– un revulsivo saludable y una incógnita a develar. Major habla de “una apuesta por la creación, la narrativa joven” y esa “ruptura entre periodismo y literatura” que le dio a la publicación sus greatest hits más sonados e inolvidables; Miles apuesta a capturar “a un lector exigente, culto y sofisticado”. Hederman aporta datos interesantes a la hora de definir el Homo Granta: “Hemos hecho diversos estudios. Y, en resumen, puedo decir que el 65 por ciento de ellos es gente de cierta influencia y que ha publicado algún libro o, por lo menos, un artículo periodístico”.
Así, tal vez, la mejor estrategia de todas: inventar una revista para que después, por radiación benéfica, esa revista genere sus propios y fieles lectores dispuestos a seguirla y celebrarla.
El objetivo es ambicioso: si la Granta original –aquella que fundó Bill Bruford– fue pieza decisiva en la creación del dirty realism norteamericano y la formación de aquel dream team británico donde jugaron y siguen jugando Amis, Rushdie, Barnes, McEwan, Ishiguro y Swift; entonces la idea es que la Granta española apueste a lo mismo: un nuevo mapa para un nuevo y mejor mundo donde la alta cultura sea rentable y una revista con forma de libro pueda leerse como un libro que se disfraza de revista.
Y todos –y nosotros– felices.

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