Infantiles
› Por Daniel Link
¡Qué espectáculo! Adultos peléandose (¡como chicos!) por libros para niños. Pasó en esta redacción y, en el fondo, fue un espectáculo de lo más edificante, porque se trata de libros tan simpáticos y hermosos que para disfrutar de ellos no hay, en definitiva, edades. Hablamos de los primeros libros del nuevo sello pequeño editor (www.pequeñoeditor.com), que integran dos colecciones: cuadriños (como su nombre lo indica, pequeñas historietas o comics), en el registro delirante, un poco ácido y para nada edificante al que nos tienen acostumbrados algunas producciones de dibujos animados de Locomotion y Cartoon Network, y fuelle, relatos minimalistas o galerías de dibujos con muy poco texto (para los más chicos).
Los autores convocados llevan nombres de resonancias en el campo de la literatura infantil y de la literatura ilustrada. Bianki (1963, http://es.geocities.com/inventario_bianki), “también conocido como Diego Bianchi”, fue editor de la desaparecida y mítica revista Lápiz Japonés. Él es el autor del guión y los dibujos de Restorán, uno de los más eficaces “fuelles” (como su nombre lo indica, estos libritos están impresos en una larga tira de cartulina, luego doblada y encuadernada como un fuelle): hay un plato de sopa y hay una mosca, pero lo que sucede no es lo que podría preverse. Un sapo sale del plato de sopa y se come la mosca, para luego ser devorado él mismo por un cocodrilo que sale del mismo plato de sopa. Como el libro no tiene texto, los felices poseedores de ese libro (adultos o niños) podrán ejercitar sus habilidades narrativas a partir de los dibujos de Bianki.
Elenio Pico (1960) también participó de Lápiz Japonés, entre otros antecedentes. Para “fuelle” preparó Tump Tump: más que un relato, un manifiesto bellamente ilustrado que repite la estructura “el osito de trapo (el avión de palitos, el barquito de papel, etc.) tiene corazón”. En el fondo, se trata de rescatar del olvido y el desuso esos juguetes primarios y siempre eficaces que la industria del plástico pretendió sepultar en el arcón de los meros recuerdos. David Wapner y Cristian Turdera hicieron para la misma colección Canción decidida, mucho más naïf que los anteriores, sin perder algo de ironía: si bien el tipito que protagoniza el cuento (¿un duende?, ¿un bicho?) parece decidido a gritar su alegría a los cuatro vientos, lo cierto es que no se decide a hacerlo en ningún momento, y así se le pasan las horas. El más raro es sin dudas El paraíso viviente, de Mario Varela y Cintia Vietto, que parece salido de la peor de las pesadillas de Tim Burton. Hay chicos así, y adorarán los animales de tela que se emborrachan con esa fruta que es la suma de todas las frutas posibles.
En la colección “cuadriños”, Ruth Kaufman y Pablo Sapia (curador del Espacio Historieta del Centro Cultural Recoleta) imaginaron Gritar los goles, una historia para responder a las preguntas “¿Qué hacer en la cancha con un hincha demasiado insistente?” y “¿Qué hacer cuando ya no se puede aguantar más las ganas?”. Por si acaso, aclaran que la historieta propuesta (poblada de criaturas a mitad de camino entre lo humano, lo animal y lo alienígena) “no da las respuestas correctas”. O lo que es lo mismo: que lo que dicen es políticamente incorrecto y en esa incorrección se encuentra la clave de su propuesta. Feliz, de Fabio Zimbres (San Pablo, 1961, www.fzimbres.com.br) hace intervenir al “malo del barrio”, el miedo y el deseo de venganza. Terrores infantiles, bah, en su estado más puro. ¡Qué oportuno lanzamiento el de estos libros deliciosos y hechos en la Argentina! Porque vienen las Navidades, Reyes, en fin: tiempo de pensar en regalos para los chicos. Nada mejor que alguna de estas novedades de pequeño editor.