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Domingo, 7 de diciembre de 2003

RESEñA

Liberalismo vs. República

La paradoja democrática
Chantal Mouffe

Trad. Tomás Fernández Aúz y
Beatriz Eguibar
Gedisa
Barcelona, 2003
156 págs.

Por Daniel Mundo

Pensar la política significa multiplicar las formas posibles de poder, alentando la discusión y el antagonismo en un marco de poderes en pugna. En La paradoja democrática, Chantal Mouffe muestra las ventajas que este principio supone tanto para la acción como para el pensamiento políticos.
Las tesis centrales de su argumento provienen de sus libros anteriores, Hegemonía y estrategia socialista, escrito junto con Ernesto Laclau, y El retorno de lo político. A partir de una fina lectura de Derrida, Schmitt y el último Wittgenstein, Mouffe embate contra los postulados de Habermas, de Rawls, de Giddens, tan gratos a los liberales oídos de los teóricos políticos. Lo que Mouffe rebate es que la lealtad a los valores democráticos se reduzca a una negociación de intereses, o remita a una argumentación deliberativa irrestricta de todos o de cualquiera. En lugar de buscar la manera correcta para que los hombres construyan por fin un tipo de poder racional y equitativo en el que se hayan limado todas las tensiones y diferencias, alentar el disenso plural y su organización contingente. Mouffe sugiere que el deseo de un orden universal sin exclusión obtura lo que una democracia radical debe perseguir: la legitimación del conflicto. Aceptar que el mundo práctico es incierto e inconcluso, y que la exclusión es su marca de origen. Esta exclusión se puede disfrazar, pero no erradicar, ya que ella distingue a los amigos de los enemigos o, en términos de Mouffe, adversarios. La configuración en la que se ordena la sociedad es el resultado hegemónico de una confrontación cuyas huellas de inclusión/exclusión tienen que mostrarse y discutirse.
La tradición política moderna se nutre de dos fuentes que son, en última instancia, incompatibles: la lógica liberal por un lado, que defiende los derechos humanos y el respeto de la libertad individual, y por otro lado la lógica republicana, que aboga por la soberanía popular y el carácter representativo de la política, las instituciones democráticas y la igualdad de todos los ciudadanos. El encuentro de estas dos lógicas es un acontecimiento histórico que debe ser preservado. La tensión que se produce entre la igualdad y la libertad no puede eliminarse, ni tampoco reconciliarse armónicamente. Lo que hay que cuidar, entonces, es el hiato que anida en el origen de la vida política moderna. La diferencia indecidible que media “entre los componentes del binomio liberal democrático”.
Se puede sostener que la época moderna creó dos nuevas formas de política. Una, un invento absoluto de la modernidad, es el régimen totalitario, la anulación total de lo político, por lo menos tal como el mundo griego pensó la vida en la polis. La otra, la democracia liberal, es una forma de vida agonista donde las relaciones de poder son siempre cuestionadas, y ningún poder puede arrogarse una victoria definitiva. La democracia se debilita allí donde un orden político se impone como si fuera natural e ineludible, y toda alternativa se presenta como reaccionaria. Se debilita, también, allí donde la reflexión sólo es capaz de oponerse al poder hegemónico e incapaz de proponer una alternativa confiable.

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