Anarquía en Estados Unidos
PODER Y TERROR
Reflexiones posteriores al 11-09-2001
Noam Chomsky
Trad. Carmen Aguilar
Editorial Del Nuevo Extremo
Buenos Aires, 2003
160 págs.
› Por Santiago Rial Ungaro
En un momento de Poder y terror, un becado húngaro le pregunta a Chomsky: “¿No simplifica demasiado cualquier tema, dando por hecho que Estados Unidos actúa en todas partes como el imperio del mal?”. “Sí –contesta el lingüista–, sería ciertamente simplificar demasiado las cosas. Y por eso insisto en que Estados Unidos se comporta como cualquier otra potencia.” Da la casualidad, explica Chomsky, recorriendo la fantasmal historia del siglo XX, de que, desde 1945, Estados Unidos es la potencia más poderosa, y por lo tanto, como era de esperar, la más violenta.
La situación de Chomsky, profesor desde 1955 del Massachusetts Institute of Technology y activista político desde los sesenta, es curiosa y paradójica, y en eso reside su fuerza. Su crítica no deja de ser nunca una autocrítica. Otro detalle significativo: además de anarquista y norteamericano, Chomsky es judío. De hecho, sus investigaciones lingüísticas corresponden a una tradición familiar. Fue su padre (que editó en 1958 Hebrew: The Eternal Language) quien lo hizo entrar en contacto con la lingüística histórica. Uno de los principales aportes de Chomsky al pensamiento moderno ha sido el de trasladar el énfasis de la lingüística del plano estrictamente descriptivo e inductivo al nivel de la competencia lingüística, que abre la puerta del aspecto creativo del lenguaje. Vale la pena entonces volver a enfatizar que la descripción del eje Estados Unidos-Israel como vórtice de cotidianas actividades terroristas ya casi institucionalizadas viene de parte de un judío norteamericano eminente, como profesional y como ciudadano.
Como él mismo explica en el libro, sus estudios en lingüística fueron los que lo llevaron a tomar conciencia sobre la igualdad de los seres humanos. En sus palabras: “Hay muy pocas variaciones genéticas en las especies, diferencias insignificantes”. Teniendo en cuenta estos aspectos de la naturaleza humana, Chomsky critica el terrorismo institucional de los Estados Unidos por su hipocresía. El ejemplo más elocuente es George Bush, quien no duda en leer los discursos que le escriben citando a Jesús para apelar al patrioterismo y al miedo al enemigo terrorista. En los Evangelios, señala Chomsky, el hipócrita es quien se niega a aplicarse la misma vara que aplica al prójimo.
Pero aunque Chomsky describa el Apocalipsis siempre termina sus discursos con un tono positivo, enumerando las conquistas civiles que se han logrado históricamente, con la típica actitud optimista de la civilidad americana. Este tipo de paradojas enriquecen un libro que brinda información densa: la amenaza del bioterrorismo, con el desarrollo por medio de la ingeniería genética de cepas de ántrax resistentes a cualquier vacuna, o la simple enumeración de algunas de las atrocidades y actos terroristas que comete Estados Unidos en el resto del mundo, se trate de Colombia –desde 1999 el principal receptor de armas de Estados Unidos–, Afganistán o Timor oriental, nos llenan de estupor. Así es como van apareciendo dos Estados Unidos: uno es del Estado militar, omnipotente, soberbio y suicida, que veta cualquier decisión de las Naciones Unidas que perjudique sus intereses, que infringe la Cuarta Convención de Ginebra, que no asistió en diciembre del 2001 a las reuniones del Consejo de Seguridad cuando se intentó aprobar una resolución que pedía el envío de inspectores internacionales con el objetivo de reducir el nivel de violencia en el Estado de Israel. El otro es el Estados Unidos de la sociedad civil en la tradición que incluye al propio Chomsky, un país en el que los ciudadanos, luego de muchas luchas, han logrado conseguir más derechos y libertades que en casi todo el resto del mundo. Austero y quizás profético, este libro nos informa y nos arenga con que el cambio social, a pesar de todo, sigue estando a nuestro alcance.