PERFILES
John Gregory Dunne (1932-2003)
John Gregory Dunne –tal vez más conocido por haber sido hermano del best-seller y columnista de Vanity Fair Dominick Dunne y marido de la admirada novelista y ensayista Joan Didion, con la que escribió varios guiones para Hollywood y constituyó una de las parejas más cool & hip de NY o LA– murió el pasado 30 de diciembre sin haber escrito la gran novela americana (pero lo intentó varias veces y el resultado fueron varias novelas admirables). Muchos se arriesgan a lo primero, pocos consiguen lo segundo. La más conocida de ellas –traducida al español por Pomaire– fue la portentosa y melancólica Confesiones verdaderas (1977), que narra la historia de dos hermanos, un policía y un sacerdote, enredados en el misterioso crimen de la Dalia Negra en el Hollywood de los cuarenta. El mismo Dunne la adaptó al cine y resultó una película injustamente poco valorada, estrenada con el mismo título en 1981, y protagonizada por Robert De Niro y Robert Duvall.
Otros libros igualmente valiosos fueron Dutch Shea Jr. (de 1982, y que arranca con una primera frase memorable: “Lee estaba en el baño de damas cuando estalló la bomba”), Playland (de 1994, una particular reescritura del mito del gangster Bugsy Siegel) y –muy especialmente– su épica novela-saga de resonancias kennedyanas que a Normal Mailer, seguro, le produjo una muy poco saludable envidia: The Red, White and Blue (1987) tomaba prestado un título que descartó Scott Fitzgerald para El gran Gatsby y narraba la historia de la familia Broderick y, de paso, varias décadas de historia norteamericana con una prosa ágil y efectiva donde nunca llegaba a extrañarse del todo la mirada clínica del periodista experto que Dunne siguió siendo hasta el día de su muerte.
En el terreno del ensayo, sus artículos y colaboraciones fueron recopilados en los libros Quintana and Friends (de 1978, donde se encuentra una feroz y metódica demolición de Pauline Kael, la gurú-crítica cinematográfica de The New Yorker; a Dunne no le gustaban los críticos en general y advertía, invirtiendo la polaridad del dictum de Hemingway, que “sólo un amateur se cree las malas críticas; porque así puede permitirse el derecho de creer en las buenas”); y Harp (1989) y Crooning (1990), donde se presenta como un ciudadano del mundo sin jamás olvidar sus raíces irlandesas y católicas, tema y problema del que se ocupaba su autobiografía Vegas (1974).
Delano (1967) contenía su magistral cobertura de la huelga de trabajadores de la vendimia en California capitaneada por César Chávez, y El estudio (1969, traducido por Anagrama en 1971) era una sabrosa y virulenta excursión a los estudios de la 20th Century Fox, a un planeta desbordante de idiotas con mucho poder y mucho dinero. Igual casi fitzgeraldiana fascinación por la estupidez del mundo del celuloide es lo que se padece en Monster: Living Off the Big Screen (1997), la crónica kafkiana de sus aventuras junto a Didion –con quien había escrito en 1971 el guión de Panic in Needle Park, protagonizada por el debutante Al Pacino– a la hora de intentar escribir para los Disney Studios, a lo largo de ocho años y varias reescrituras, lo que se suponía que iba a ser una denuncia del detrás de la escena de los noticieros televisivos. Así, lo que comenzó siendo un film duro sobre la vida en el aire y muerte anunciada de la conductora Jessica Savitch, acabó siendo una empalagosa y romántica película protagonizada por Robert Redford y Michelle Pfeiffer. Lo última oración del libro –que puede ser considerado, sin dudarlo, un clásico en su forma; uno de los mejores testimonios de lo que Hollywood puede llegar a hacerles a los escritores– es: “También la pasamos bien”.
John Gregory Dunne –quien pensaba que la escritura era un trabajo manual, “como instalar cañerías”, y cuya novela favorita era El buen soldado de Ford Madox Ford– dejó terminada una novela, Nothing Lost, que aparecerá a fin de año. Seguro que es buenísima.
Rodrigo Fresán