Dom 22.08.2004
libros

EN EL QUIOSCO

Lezama, 5

(Buenos Aires, agosto 2004)

› Por Mariano Kairuz

El número de agosto de Lezama, la revista cultural dirigida por Luis Bruschtein, está cruzado por resistencias, persistencias, supervivencias y hasta resurrecciones. La nota de apertura –como viene ocurriendo en esta publicación que ya va por el quinto número– se vincula con buena parte del resto de los artículos, algunas veces de maneras más directas y otras más transversales.
En este caso se trata de “La ciudad y la furia”, seis páginas en las que Bruschtein contextualiza el fenómeno piquetero, traza la historia del corte de ruta como acción de protesta desde mediados del menemato y plantea el problema de la “visibilidad” (qué hacen los medios y qué hace la derecha en general con respecto a los canales de expresión de los excluidos). El marco histórico inmediato de esta nota arranca en los ‘90, pero se remite también directamente a las “discusiones perdidas” de Nicolás Casullo y su texto sobre la muerte de la idea de revolución en la cultura política argentina de los ‘70 a esta parte.
La vinculación es un poco menos directa cuando se trata de la nota de Emilio Ruchansky sobre cierta revitalización del interés por el folklore, pero es también una indagación sobre lo que se postula como el “regreso” a un fenómeno cultural abandonado tres décadas atrás. Treinta años, dice el autor, en los que “el folklore descansó en la paz de los cementerios”. La ruta de los ‘70 a la actualidad es retomada a su vez por Adriana Petra en su nota sobre el anarcopunk argentino, su renovación en los ‘90 (y lo que, dice, podría llamarse “anarcopiqueterismo”), y su pequeño circuito porteño actual en el que siguen teniendo su lugar las bibliotecas populares (que a su vez son el tema central de la nota de Lautaro Ortiz, “Entre Sarmiento, los anarquistas y el cibercafé”, elogio y breve historia de estas instituciones).
Lezama, en su número 5, trae además tres entrevistas (una al pintor Carlos Gorrierena; otra al escritor uruguayo y ex cofundador de Tupamaros, Mauricio Rosencof; y una charla sobre la novela negra con el escritor italiano Andrea Camilleri), apuntes de Eduardo Blaustein sobre el debate de la ESMA como futuro espacio para la memoria y una nota en la que Horacio González retoma la “pesquisa” iniciada en el número anterior por Christian Kupchik sobre la relación entre literatura argentina y realidad, desmenuzando en el proceso La lengua del malón, de Guillermo Saccomanno. Pero es probable que los dos mayores hallazgos de este número sean, por un lado, “La poesía en pelotas”, dedicado a la próxima reedición de un libro –“clave en la historia del vanguardismo latinoamericano”– escrito por el santiagueño Bernardo Canal Feijóo en 1924, en el que poesía y fútbol (“fut-bol”) se dan la mano; y por otro, un texto del colectivo globalifóbico Wu Ming (que significa “sin nombre”) que intenta convencernos de que vivimos en una época con fecha de terminación que, debido al “ecocidio” y a la muerte del Relato, será un enigma para los arqueólogos del futuro. Qué tan persuasivo es el ensayo de Wu Ming, es asunto discutible, pero su lectura es por lo menos muy divertida.

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