Dom 04.07.2004
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NATASHA AND OTHER STORIES

NATASHA AND OTHER STORIES
David Bezmozgis

Farrar, Straus and Giroux
Nueva York, 2004
148 págs.

No es raro debutar en la literatura norteamericana con una brillante colección de relatos. De hecho, es casi una tradición. Por esa puerta entraron nombres como Hawthorne, Hemingway, Cheever, Brodkey, Oates, Beattie y Moore. Y, más cerca del aquí y ahora, gente como Canin, Gilbert, Klam, Kalfus, Bank, Saunders, D’Ambrosio, Lahiri, Hemon, Haslett. Lo que no es tan común es que a ese primer libro se lo compare sin vacilar con firmas como las de Anton Chéjov, Isaak Babel, Isaac Bahevis Singer, Bernard Malamud, Sau Bellow, Harold Brodkey, Philip Roth, Denis Johnson y el recientemente fallecido –casi secreto, pero no por eso menos magistral– Leonard Michaels. Otros se limitaron a definir todo el asunto como “una especie de Dublineses, pero con humor” y eso es lo que le ha ocurrido a Natasha and Other Stories de David Bezmozgis. Nacido en Riga, Latvia, en el año 1973, emigrado junto a su familia a Toronto en 1980 y, por estos días, reverenciado como el gran nuevo profeta a la hora de “contar lo judío”, Beznozgis es el autor de un libro pequeño e inmenso. Natasha... está compuesto por siete cuentos que repiten temas y protagonista y una voz claramente autobiográfica: la del joven Mark Berman, compartiendo rasgos y vida y pensamientos de aquel que lo creó para entenderse mejor y, de paso, para presentarse ante nosotros.
El suave rugido ya se oía en el horizonte cuando, en mayo del 2003, las revistas Harper’s, Zoetrope y The New Yorker publicaron la misma semana relatos de Beznozgis que ahora se reúnen en Natasha cobrando un nuevo sentido y haciéndonos pensar que es más que posible que seamos testigos del nacimiento de un maestro. En especial cuando nos zambullimos en relatos como Tapka, Minyan, el que da título al volumen en cuestión y The Second Strongest Man, y los leemos casi sin respirar y salimos a la superficie con la sensación de haber sido cómplices de un pequeño milagro. Lo que no quita que ya hayamos nadado en demasiados relatos como los que nos propone Bezmozgis: los conflictos familiares contemplados por la mirada tan dulce como cruel de un joven sensible ya listo para, sin culpa alguna, ponerlo todo por escrito y así inmortalizar lo que se desea dejar atrás. La diferencia –si se lo compara con lo que están haciendo buena parte de sus contemporáneos– es lo clásico de su prosa y la ausencia absoluta de toda maniobra posmo o pliegue metaficcional. También es cierto que los finales de Choynski y An Animal to the Memory, tan prolijos y –como señaló con malicia un crítico– “rogando por ser incluidos en antologías”, provocarán alguna irritación. Pero son pequeños detalles, imperfecciones casi inevitables ante tanta maravilla. Sólo queda esperar que Bezmozgis sobreviva a la fiebre de los elogios y que no le suceda lo mismo que a su hermano de sangre y temática Nathan Englander con los cuentos de Para el alivio de insoportables impulsos: fue presentado al mundo en 1999 como la segunda venida del mesías (con loas y comparaciones muy similares a las que hoy le cantan a Bezmozgis), anunció novela a transcurrir en la Argentina, y no se ha vuelto a saber de él. Por supuesto, el agente y el editor de Bezmozgis también están esperando una novela. Buena suerte para todos.

Rodrigo Fresán

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