Domingo, 31 de julio de 2005 | Hoy
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El prolífico Dan Simmons retorna al territorio sci-fi con Olympos, demostrando una vez más la seriedad y ambición con que encara la literatura popular.
Por Rodrigo Fresán
Pregunta: ¿Hay algo que Dan Simmons no haga bien? Respuesta: Todo parece indicar que no. Este prolífico autor arrancó con el terror étnico (Song of Kali) y después se las arregló para explorar y, de paso, renovar, la novela de vampiros (Carrion Comfort y Children of the Night), la novela de fantasmas (A Winter Haunting), el techno-thriller (Darwin’s Blade), la historia de amor paranormal (The Hollow Man), el policial histórico con Hemingway como protagonista (The Crook Factory), la serie negra ultra-violenta (Hardcase, Hard Freeze y Hard As Nails, las tres protagonizadas por el peligroso Joe Kurtz), la épica de niños-contramonstruos estilo Stephen King (Summer of Night) y, tal vez, los libros por los que, con justicia, será más y mejor recordado: la formidable tetralogía space-opera compuesta por los cuatro tomos de la saga Hyperion/Endymion.
De ahí que los rumores en cuanto a que Simmons se aprestaba a retornar al territorio sci-fi causaran comprensible felicidad y expectativa entre sus seguidores. Felicidad y expectativa que no fueron en vano porque luego de Ilium –primera parte publicada en 2003 del díptico que, se supone pero nunca se sabe con Simmons, ahora se completa con Olympos– vuelve a demostrar este autor que no es alguien que le haga ascos a los grandes desafíos, asumiendo desde el vamos que la literatura popular también puede ser algo ambicioso.
Así, si Hyperion/Endymion se nutría de la obra y memoria de Chaucer y de Los cuentos de Canterbury proyectándolos hacia un futuro entrópico y barroco, Ilium se apoya igualmente en territorio clásico y una apretada sinopsis de su trama puede llegar a sonar ridícula y delirante aunque no lo sea. O sí. Pero qué importa.
En Ilium y en Olympos el hombre ha evolucionado hacia una raza de seres post humanos que alcanza indefectiblemente los cien años de edad y se trasladan por el universo vía fax. Algunos de ellos –pertenecientes a una variedad más bastarda y muy parecidos a los dóciles elois de La máquina del tiempo de H. G. Wells– son los que habitan Marte. Y se encuentran muy ocupados escenificando la Guerra de Troya –con dioses incluidos– siguiendo el guión de la Ilíada. Los ayuda la conciencia de un scholar homérico: Thomas Hockenberry, resucitado y arrastrado desde el siglo XXI (y en ocasiones lanzado en viaje de documentación hacia la pretérita e histórica Troya), quien se descubre recibiendo el dictado de una Afrodita artificial obsesionada con destruir a su hermana y rival Palas Atenea o en la cama con la mismísima Helena. Mientras tanto, entre el fuego y la sangre, Orphu de Io y Mahnmut –dos entidades biomecánicas jupiterinas conocidas como maravecs– discuten la importancia de las obras de Shakespeare y de Proust a la hora de intentar ordenar el caos cósmico que amenaza con cambiarlo todo para siempre y sin posibilidad de dar vuelta la página.
Olympos es todavía mejor que Illium y propone nuevas mutaciones literarias: porque aquí la Tierra está poblada por criaturas superhumanas salidas de La tempestad de Shakespeare. Lo que nos lleva a comprender –y disfrutar– las verdaderas intenciones de Simmons: valerse de las taras de la space-opera para escenificar una operetta-mental donde lo que está en juego es la conciencia artística del hombre y en la que el mismísimo canon es el trofeo definitivo. No en vano –no es casual– Olympos está dedicada a Harold Bloom.
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