Dom 23.02.2003
libros

EL EXTRANJERO

El extranjero

I VERI NOMI
Andrea de Carlo

Mondadori
Milán, 2002
382 págs.

Max Gurian

Los inicios de Andrea De Carlo estuvieron signados por nombres ilustres: en 1981 Italo Calvino editó Treno di panna, su primera novela; Federico Fellini emprendió con él una excéntrica travesía por México en busca del gurú Castaneda y lo contrató como asistente de dirección para el rodaje de E la nave va; con Michelangelo Antonioni escribió a cuatro manos un guión cinematográfico aún hoy inédito. Tras dos décadas de producción literaria y con una decena de novelas dispares en su haber, De Carlo vuelve al mundo juvenil de sus escritos más populares para formularse, otra vez, la pregunta del gran bardo: ¿Qué hay en un nombre?
A fines de los ‘70, dos jóvenes aburridos se esfuerzan por demostrar su radical desapego a las dinámicas sociales imperantes en su oriunda Milán. Sus nombres: Alberto Scarzi y Raimondo A. Vaiastri, protagonistas de I veri nomi e improvisados profesionales de la farsa. Libertarios sin credos ni afiliaciones partidarias, realizan juntos una inesperada labor: falsifican entrevistas a célebres figuras del rock. Un editor humanista las compra por cuantiosas sumas, confiando en ampliar la cultura de los lectores a través de la inclusión de ensayos eruditos sobre la obra de tan prestigiosas firmas. La estafa deslinda roles: Alberto copia el estilo de habla de los artistas, y monta, minucioso, diálogos de absoluta veracidad fáctica; ante el público, Raimondo encarna a un crítico musical de apariencia estrafalaria y pasado desconocido. La exitosa conjunción de escritura y performance forja una amistad delictiva, de ingenuos aires utópicos, cuyas peripecias los lleva a recorrer el mundo y a radicarse finalmente en California, la tierra prometida para la juventud de sesgo alternativo de la época.
De Carlo reconstruye con justeza el imaginario cultural de aquellos años, las expectativas generacionales, los mitos de ruta, diapasones eléctricos y libertad. Bajo el lema de retórica disyuntiva “¿Somos freaks o vigilantes?”, los personajes desafían a su modo los códigos de la vida burguesa y apuestan a una experimentación nómada y pasional de cada instante. Homenaje manifiesto al poder de la inventiva, la novela destaca con humor y un dejo de nostalgia la posibilidad setentista de enredar las caprichosas delimitaciones entre realidad y ficción, entre originales y simulacros. Un excesivo juego tipográfico que reproduce la correspondencia entre los personajes –cartas manuscritas, páginas redactadas en una vieja Olivetti y correos electrónicos– enfatiza la cuestión dentro de la textualidad de la novela.
El libro incluye un disco con música original del autor, banda de sonido que ansía inspirar al lector un hálito viajero, y es tan sólo una percusión sincopada para el turista doméstico sin mayores pretensiones auditivas. Reflexión ligera sobre el destino y sus encrucijadas, sobre los embelesos de la fama y la función subversiva de la creación, I veri nomi concluye con una esperable y alentadora revelación. Ya cincuentón, Alberto decide escribir la historia vivida con Raimondo, y comprende al fin que los verdaderos nombres, los que cuentan, son los propios.

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