Dom 19.10.2003
libros

EL EXTRANJERO

El extranjero > La abrumadora biografía de Richard Yates

A TRAGIC HONESTY: THE LIFE AND WORK OF RICHARD YATES
Por Blake Bailey

Picador, 2003
671 págs., U$S 35

Cuando se pensaba que no podía existir destino de escritor más triste que el que se relata en las cada vez más numerosas biografías de Fitzgerald, llega esta primera y –por su calidad y su exhaustiva dedicación– todo hace pensar que definitiva vida de Richard Yates. De golpe, la supremacía indiscutible de Scott F. a la hora de la autoflagelación ya no parece tan clara y precisa; porque Richard Yates (1926-1992) se presenta como rival más que temible a la hora de la épica de la derrota escrita y vivida. Yates –quien, nos cuenta Bailey, solía emocionarse cada vez que leía en voz alta la parrafada final de El gran Gatsby– perfeccionó el crack-up. Así, el éxito primerizo, olvido prematuro, debacles matrimoniales, martinis en el desayuno y blues de Hollywood aumentados con combates cobardes en la Segunda Guerra Mundial, papelones de admirado pero inestable profesor en los workshops de Iowa, sufrida redacción de discursos para Robert Kennedy y varias estadías en psiquiátricos, y –finalmente– inspiración de un episodio de Seinfeld. Y –atención– Scott F. tuvo a Zelda; pero jamás contó con una madre tan terrible e inolvidable como la de Yates. Bailey recorre junto a su biografiado todas y cada una de las estaciones del calvario. Ese camino que va de las efímeras mieles del éxito con su debut novelístico Revolutionary Road y los cuentos de Once tipos de soledad; para, casi de inmediato, ser olvidado por un sistema que siempre lo consideró una curiosidad: un narrador a la vieja usanza en tiempos donde se querían experimentalismos. Así –como ocurriera con Gatsby–, Revolutionary Road fue pronto descatalogada; y las sucesivas novelas tristes y cuentos agrios de Yates serían para consumo exclusivo de admirados colegas. Yates acabó sus días en un departamento infestado de cucarachas y con el manuscrito de su última y todavía inédita novela metido dentro de la heladera para protegerlo de un posible incendio, y –siempre fiel a Scott F.– ahora le llega la gloria post-mortem de sus Collected Stories, la resurrección de sus novelas con blurbs de escritores de moda y las memoirs de aquellos amigos que aguantaron sus brotes nudistas y alucinatorios hasta lo imposible. Pero lo más interesante del tan amoroso como despiadado libro de Bailey es el retrato de la Edad de Oro de las letras norteamericanas (con cameos de Salinger, Cheever, Roth, Updike, Vonnegut, Styron); así como la pesquisa que revela el “parasitismo emocional” con que el bipolar Yates se nutría de sus conocidos para ficciones que resultaron no ser otra cosa que sórdida autobiografía mejorada por una prosa elegante y romántica: “Bajarse los pantalones en público”, definía Yates, y agregaba: “Todo lo que he escrito sucedió de un modo u otro. Mi gran mérito es haber sabido verlo”. Y lo más trágico de todo: Bailey nos muestra que, sí, el mundo es cruel con algunos talentos; pero que Yates –como Scott F.– también ayudó bastante con su “casi parodia de lo que se supone es una personalidad autodestructiva”. Por lo que se impone una advertencia: manéjese esta magistral y deprimente biografía con cuidado. Y, niños, no intenten hacer lo mismo en sus casas.

Rodrigo Fresán

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