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Domingo, 11 de noviembre de 2007

NOTICIAS DEL MUNDO

Los premios

A comienzos de esta semana que se acaba se supo el nombre del ganador del XXV Premio Herralde de Novela, y por segunda vez en la historia del premio el galardonado es un argentino. El turno le llegó ahora a Martín Kohan, por la novela Ciencias morales, que presentó con el pseudónimo de Miguel Cané. El otro argentino en alzarse con el premio había sido Alan Pauls, en 2003, por El pasado, llevada ahora al cine por Héctor Babenco. Ciencias morales transcurre en el Colegio Nacional de Buenos Aires hacia los últimos años de la dictadura, y tendría algunos toques autobiográficos (sin ir más lejos, de aquel colegio egresó Kohan). El editor Jorge Herralde dijo que “la suma de calorías de la literatura del ganador más la del finalista es una de las más altas de nuestra historia”. Como obra finalista resultó Recursos humanos del mexicano Antonio Ortuño, una novela de humor negro que ha logrado que hablen del autor como un Houellebecq o un Céline mexicano.

Se busca una novela

Hace más de dos años que murió Augusto Roa Bastos y todavía no ha salido ninguna novela inédita suya. ¿La razón?: hay una, pero nadie sabe dónde está. Según su biógrafo, tienen algunas pistas del paradero de Un país detrás de la lluvia, novela inédita y terminada que el escritor dejó lista para su publicación, pero nada concreto. En una trama francamente policial, los hijos de Roa Bastos sospechan que la novela la puede tener algún editor paraguayo o español, lo que abre mucho el espectro de posibilidades. Pero esa es sólo una opción. También puede estar en algún cajón o, en el peor de los casos, perdida para siempre.

Hasta en los libros

Muchos intelectuales y lectores en general se debaten en los últimos años acerca de cuál será el destino del libro impreso ¿Desaparecerá con Internet? ¿La gente dejará de leer?...no lo sabemos. Pero por lo pronto, en Inglaterra, una nueva modalidad de marketing aterra a los lectores más acérrimos. La idea de un publicista inglés, que está recibiendo algún que otro visto bueno en el país de Dickens, es ir colando, de un modo gradual pero implacable, publicidad en los libros. La propuesta es, establecido el pacto con el editor dispuesto, colar una publicidad piloto (de gaseosas, de autos o de lo que sea) en la primera página del libro, antes del título. Si el proyecto prospera, las publicidades podrían aparecer también al final y, por qué no, en cualquier parte del libro. Los ideólogos del proyecto dicen estar “muy orgullosos” por haber encontrado “un canal nuevo para la publicidad directa”, sobre todo en estos días en que “hay que trabajar duro para traer nuevas ideas al mundo”.

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