Dom 13.03.2005
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Contraconsejos

Por Corinne Maier
El asalariado es la figura moderna de la esclavitud. Recuerda que la empresa no es el lugar donde desarrollar tu potencial, porque ya lo habrías hecho. Trabajas por lo que cobras a fin de mes, “y punto”, como se suele decir en las empresas. No vale la pena querer cambiar el sistema, oponerse a él es reforzarlo; criticarlo es darle una mayor solidez. Evidentemente, puedes permitirte alguna broma anarquista, por ejemplo, instituir un día de “Llamaré a la oficina para decirles que estoy enfermo”, o adoptar el siguiente lema: “Roba a la empresa porque la empresa te roba”. Resulta divertido, pero la rebelión estaba bien para los críticos de los años setenta, gente que todos sabemos en qué se han convertido (en empresarios).
Lo que haces no sirve en resumidas cuentas para nada, cualquier día pueden sustituirte por el primer idiota que llegue. Así pues, trabaja lo menos posible y dedica algún tiempo (pero no demasiado) a “venderte” y a “crearte una red de contactos”, con el fin de tener apoyos y ser intocable (e intocado) en caso de reestructuración de la empresa.
No te juzgarán por la forma en que hagas tu trabajo, sino por tu capacidad para adaptarte sin protestar al modelo promocionado. Cuanto más uses la jerga empresarial, más pronto creerán que estás en la movida.
Nunca, bajo ningún concepto, aceptes un cargo de responsabilidad. Te verías obligado a trabajar más, sin más contrapartida que un plus de algunos miles de euros (es decir, mal negocio), y eso con suerte.
En las empresas más grandes, elige los puestos más inútiles: asesoría, consultoría técnica, investigación, estudio. Cuanto más inútiles sean, más difícil será cuantificar tu “contribución a la creación de riqueza de la empresa”. Huye de los puestos prácticos como de la peste. Lo ideal es terminar “apartado”: los puestos improductivos y muchas veces “transversales” no tienen consecuencias, pero tampoco sufren ningún tipo de presión por parte de la jerarquía. En resumen, son una ganga.
Una vez “apartado”, sobre todo huye de los cambios: en el nivel de los ejecutivos, sólo se despide a los más expuestos a la vista.
Aprende a reconocer por señales discretas (detalles de vestimenta, bromas inusuales, sonrisas cálidas) a las personas que, igual que tú, recelan del sistema y han comprendido hasta qué punto es absurdo.
Cuando “controles” a personas que se encuentran en situación temporal en la empresa (contratados eventuales, interinos, prestatarios de servicios externos...), trátalas con cordialidad, sin olvidar nunca que son las únicas que trabajan realmente.


Extraído de Buenos días, pereza, editorial Península/ Atalaya,
recientemente publicado en Argentina.

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