Tumbaron en la mesa a un repartidor de cerveza
que de beberla reventó.
Alguien le había encajado entre los dientes
un áster lila claro-lila oscuro.
Cuando extirpé del pecho
de un corte subcutáneo
con un bisturí largo
su lengua y paladar,
debí de tropezar con él, pues resbaló
hasta el cerebro, que estaba allí al lado,
se lo embalé en la cavidad torácica
entre las virutas
cuando estaban cosiéndolo.
¡Bebe hasta saciarte en tu florero!
¡Descansa en paz,
Florecilla!
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