Hace años, tras vender un apartamento que teníamos en Turín, nos pusimos a buscar casa en Roma; y la búsqueda de la casa duró mucho tiempo.
Yo deseaba desde hacía años una casa con jardín. Había vivido de niña en una casa con jardín, en Turín, y la casa que deseaba e imaginaba se parecía a aquélla. No me conformaría con un jardincito minúsculo, quería árboles, un estanque con piedra, hierba y senderos: quería todo lo que había en el jardín de mi infancia. Leía los anuncios del jueves y del domingo en el Messaggero y me fijaba en los que decían “Casa con amplio jardín, dos mil metros cuadrados, altos árboles”, pero después de una llamada telefónica me enteraba de que “la casa” costaba treinta millones. No teníamos treinta millones. Sin embargo, a veces, la voz que me respondía al teléfono decía “Treinta millones negociables”, y aquella palabra, “negociables”, me impedía renunciar del todo a aquellos dos mil metros cuadrados de jardín que no me había atrevido a ir a ver, pero que me figuraba magníficos, me parecía que aquel “negociable” era un terreno resbaladizo por el que era posible deslizarse hasta la suma, muy inferior a treinta millones, que teníamos nosotros. Puntualmente, todos los jueves y todos los domingos, revisaba los anuncios del Messaggero. Me saltaba todos los que empezaban por “Aaaaa”, no sé por qué, desconfiaba de todas aquellas “a”. No es que desconfiara de las agencias. Incluso recurrí a algunas (es más, visité unas cuantas). Pero, sea como fuera, me saltaba las “a”. Y como quería un jardín, o sea una casa en planta baja, también me saltaba los anuncios que empezaban por “ático”, “sobreático”, “panorámico”. Me lanzaba sobre los que empezaban con “chalet”, “villa”, “casa”. “Casa zona residencial diplomática excepcionales acabados gran jardín”; “Villa señorial, imponente, ideal personalidad, actor, empresario. Calefacción. Parque arbolado”. Después de visitar dos o tres “chalets”, y de ver que eran bastante pequeños y que el jardín no era más que una estrecha acera de piedra, empecé a descartar los “chalets” y a subrayar con lápiz las “casas”. “Casa diez habitaciones amplio salón patio cerámicas calefacción jardín arbolado”. “Villa tres plantas amplio parque apta para sede diplomática comunidad religiosa ganga”. También me paraba un momento en los anuncios de casas y de terrenos fuera de Roma, pensando que podíamos ir a vivir al campo. “Zona Frosinone vendo muy buen precio cantera de grava junto a camino con olivar en lo alto gran oportunidad”. Mi marido echaba un vistazo a los anuncios que había subrayado y me preguntaba qué podíamos hacer nosotros con una villa para una comunidad religiosa, y, sobre todo, qué podíamos hacer con una “cantera de grava” en la zona de Frosinone, nosotros teníamos que estar en Roma y necesitábamos una casa.
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