Dom 22.01.2012
libros

Noticias de la China

¿Estás escribiendo ahora?

–Ya escribí demasiados libros...cuando ustedes me los muestran, con esas hermosas tapas, yo me estremezco porque no me acuerdo...es mi degradación física. Envejece el cuerpo, envejecen los ojos, envejece la retentiva, envejece la memoria, la capacidad de atención, probablemente un hecho fortuito, ahí en la calle, no es lo mismo ahora, sobre la frontera de los ochenta años, que hace veinte años.

¿Te arrepentís de algo?

–¿De qué puedo arrepentirme si soy un privilegiado?

¿Qué quisiste decir con “escribí demasiados libros”?

–Quise decir que no supe retener material. En favor del mercado editorial, una vez otorgado el premio, pasé de pequeños sellos a sellos importantes, y de recibir una atención menor de la prensa, a una atención realmente marcada. Ahora no hay trosko que no me llame (risas). He estado publicando un libro por año. Dos libros el año pasado, Por la espalda y Traslasierra. Estaqueados este año. Entonces, yo paro acá.

¿Qué libros tuyos creés que van a seguir siendo leídos cuando no estés?

–Cuando yo me muera, sí. Creo que hay dos que van a ser leídos: La revolución es un sueño eterno y El farmer.

¿Por qué casi no te han traducido?

–Porque yo no tuve nunca un agente.

¿No te interesó?

–Hice una experiencia y decidí que no...no sólo por la experiencia, sino porque ¿qué es lo que pasa?, ¿vos querés que te promocionen en Dinamarca para que te lea Hamlet o querés escribir? Conozco escritores que casi no duermen pensando en todas las tareas que se han impuesto para lograr que los publiquen en el extranjero.

¿Cuál es hoy tu rutina?

–En mi departamento de Echeverría me levanto a las 7.30, me higienizo, salgo, compró Clarín y Página/12, y me voy a un boliche cercano, veinte metros, a tomar el desayuno, una medialuna y un jarrito de café. Después vuelvo a casa y leo o escribo, me compro comida o me la hago, y hago para la noche también porque en Buenos Aires la noche se ha vuelto peligrosa, aun en barrios de pequeños burgueses. Por la tarde me siento frente al televisor.

¿Noticieros?

–Sí, todos.

No te interesa encontrarte con gente...

–Con mi hijo, sí. Vamos al cine por lo menos dos o tres veces por mes, hablamos mucho, o no hablamos. Pero salimos, cenamos y...eso. Me hace muy bien venir de vez en cuando a Córdoba, cambio de aire, sí, pero aquí no escribo.

¿Leés cuando escribís?

–Cuando escribo no leo a nadie, no quiero contaminaciones, ni siquiera inconscientes. En este momento leo Postales, una novela de Annie Proulx. Una norteamericana, nació en el ’35, en Connecticut...es buena.

¿O sea que se puede ser mujer y escribir bien?

–¡Claro que sí! (risas) Engels dijo que el último esclavo en liberarse va a ser la mujer. Y tenía razón, porque desde el vientre de su madre, una mujer sabe que ocupa un segundo lugar. Yo estuve dos veces en la China de Mao. Ibamos por una ruta con Mangieri: el hombre adelante, la mujer detrás.

¿En una ruta en China, caminando?

–Nosotros en auto y ellos caminando. La traductora me dijo: “Yo me escapé de mi pueblo porque me querían casar”. Llegó a Shanghai y ahí el sistema socialista la hizo ingresar en la universidad, aprendió idiomas. Pero el sistema socialista no destruyó a sus padres. Piensen en la época: la educación, el sistema, toda una generación, o dos o tres generaciones donde el hombre marcha adelante y la mujer detrás, iba a desaparecer. Iban a ser reemplazados por hombres y mujeres educados para caminar a la par.

–¿Eso se logró acá, en la China, donde sea?

–No sé. Tengo muy pocas noticias de la China de hoy.

¿Ves películas chinas? ¿Qué cine te gusta?

–El norteamericano.

Es fuerte la presencia del cine norteamericano en tu obra.

–Sí, pero es un pecado leer en traducciones a autores como Chandler, como Hemingway.

¿Qué es para vos el realismo?

–Ustedes hablaban de Los asesinos de Hemingway, ahí tienen un ejemplo. El otro es Faulkner. Salvo Bradbury, a mí la literatura fantástica no me dice nada. Hay más ciencia ficción en la vida que llevamos que la que puede crear un escritor. Realismo. El realismo es la prueba de que la vida es ciencia ficción, de que “la verdad” no existe en esta sociedad.

(Fragmentos de Ribak, Reedson, Rivera. Conversaciones con Andrés Rivera, de Lilia Lardone y María Teresa Andruetto, Ediciones de la Flor, 117 páginas)

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