Domingo, 9 de diciembre de 2012 | Hoy
Existe una frase muy conocida, y por cierto bastante infeliz, que dice: “Si no sos de izquierda antes de los 40 no tenés corazón, pero si lo seguís siendo después, no tenés cerebro”. Esta celebración de lo que podría considerarse un sentido común político básico intenta establecer que la juventud es ese terreno utópico en donde la vida adulta de las obligaciones aún no ha contaminado cierta integridad, permitiendo un ideario de la humanidad proyectado desde la pureza y la sensibilidad. Lejos de este esquema estricto pero con una marcada apuesta de confianza a esa temprana etapa de la vida, La contracultura juvenil (trabajo que en su versión original resultó finalista del Premio Casa de las Américas, en la categoría Ensayo Histórico-Social) indaga exhaustivamente sobre cierta juventud de base universitaria que, en diferentes épocas, actúa como motor de reformas y nuevos postulados, siempre desde bases coincidentes que incluyen el inconformismo, pero también el arrojo y la creatividad. En un riguroso itinerario –que recorre la emancipación, la reforma en la Universidad de La Plata, el Che Guevara, Marcuse, pero que también se acerca al Bicentenario, a la “alterglobalización” y a los indignados–, este ensayo demuestra que los valores que conforman la identidad juvenil no sólo que siempre estuvieron más allá de un rango etario (Sartre tenía más de sesenta en el Mayo Francés y Marcuse fue calificado como “el filósofo de la rebelión juvenil” a los setenta) sino que podrían explicarse como otra forma de actuar y percibir la realidad del mundo en pos de buscar salidas renovadoras y equitativas de obrar.
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