› Por Fernando Bogado
Meternos en la vida de cualquier persona, muchas veces, nos enfrenta al hecho de que quizás esa misma vida tenga como protagonista principal no al narrador, sino a su entorno y, para ser más específicos, a las personas (o personajes) invocados para repasar qué es lo que ha sucedido. Una autobiografía, entonces, es más la “biografía” de una época o de los sucesos de otras personas antes que de la propia vida. Esa es la primera conclusión a la que arribará el lector de Cambios, la obra de más reciente circulación en español, al menos, por el momento, de Mo Yan, escritor chino reciente ganador del Premio Nobel.
Vayamos primero al entorno, a la marca de época que lleva este intento de ficcionalizar la propia vida. Mo Yan creció en los álgidos días de la Revolución Cultural de Mao, años en los que estaba en boga señalar a aquellas personas que se desviaban de la línea de pensamiento del líder y que eran consideradas ideológicamente peligrosas. Hasta tal punto se vio afectado por la coyuntura histórica que, a los doce años, fue obligado a dejar la escuela por ser acusado de colocarle un mote despectivo a uno de sus profesores, Liu Tianguang, Liu “el bocaza”, para los alumnos. Injustamente inculpado y sin poder ejercer ningún tipo de defensa, el por entonces joven narrador se ve obligado a dejar el único lugar en el que encontraba algún tipo de satisfacción y se vuelca totalmente a trabajar en el campo y, luego, en una fábrica. A partir de aquí, el relato se convierte en la narración de cómo Mo Yan pasó de ocupar el peor lugar para un niño en su tiempo, el de “desviado” ideológico, a convertirse en un novelista laureado por sus trabajos.
En un tono pasivo, contemplativo, el Sr. Mo se detiene en anécdotas mínimas que, al mismo tiempo que operan en la lógica del relato de su vida, funcionan también como sutiles críticas a la política china del pasado: desde la lista de profesores mediocres que no pueden compararse con los sabios intelectuales “derechistas” que vivían en una granja de readoctrinamiento cerca de la escuela de la que sería expulsado hasta la larga conversación con uno de sus compañeros de escuela, He Zhiwu, quien, ya crecido, terminaría como un triunfante hombre de negocios. Y es esta conversación, quizás, el verdadero nudo del relato: He Zhiwu, el así denominado verdadero protagonista del libro, es una personalidad ambiciosa que especula con las características genéticas de su esposa para tener hijas bellísimas y que arregla sus matrimonios en función del beneficio ulterior que les pueda producir. Mo Yan, allí, parece contraponer lo que corresponde al (aparentemente) verdadero espíritu del ideal comunista –la sobriedad, la humildad– frente a la ambición producida en algunas personas por la relativa apertura posterior a la muerte de Mao.
Cambios (publicado en su idioma original en 2010) quizá no sea el texto más representativo del estilo y la novelística de Mo Yan, un título que tal vez podría aplicarse a Grandes pechos, amplias caderas (1996) o a La vida y la muerte me están desgastando (2006), en donde se despliega el así denominado “realismo alucinado”, una estética que combina la fabulación de los cuentos folklóricos tradicionales chinos con los vaivenes de la historia reciente de la República Popular sentidos por los trabajadores agrícolas de los márgenes. Dicho esto, vale la pena aclarar que es el mismo escritor y que podemos encontrar temáticas propias de todo su trabajo: la denuncia del lugar de la mujer en la cultura de su país, cosa presente en Grandes pechos... y ejemplificado por la encantadora tozudez de Lu Wenli en este libro, o la maravilla provocada por ciertas implementaciones tecnológicas (como el camión soviético Gaz 51, vehículo que recorre toda esta historia) en un lugar tan alejado de todo como Gaomi, provincia de Shandong, lugar de nacimiento de Mo Yan. Su “Macondo”, digamos, si coincidimos con varios comentarios críticos que lo emparientan con García Márquez.
Y es que Cambios, en última instancia, no representa la transformación de una personalidad que parece mantenerse intacta (¿impávida?) a lo largo de todo el libro, sino los cambios en la cultura china observados desde cierta distancia por un hombre que, en definitiva, se presenta como alguien que pertenece a un mundo que ya no existe más.
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