Domingo, 2 de junio de 2013 | Hoy
Por Juan Pablo Bertazza
Cuando a fines del año pasado se anunció la publicación de la primera novela de Carlos Ulanovsky, surgió una fuerte sensación de intriga: ¿Cuál sería el tema que elegiría para debutar en la literatura? ¿Alguna historia de viejas redacciones? ¿Alguna anécdota vinculada con esa caja resonante inagotable de anécdotas que es el mundo de la radio? Nunca bailes en dos bodas a la vez es una novela íntegra, valiente, visual, respetuosa. Una novela que se esfuerza en acercarse a su lector y lo hace con una apuesta fuerte basada en una de las misiones más difíciles de la literatura: hacer reír. Una tradicional fiesta de boda judía, en la que se hace honor a sus características más tradicionales: la notable expresividad de cada uno de sus invitados y un menú tan exquisito como variado. Todo listo para celebrar, salvo porque en lo mejor de la fiesta nadie encuentra a la novia. Con un humor que está marcado en las acciones y en los diálogos, más que en la forma de narrar, toda la novela transcurrirá en torno de la búsqueda desesperada por dar con el paradero de Mónica, el escepticismo creciente de su flamante marido, Pablo, y una aventura insospechada que –hay que decirlo– encuentra un final poco convencional.
Cuando alguien emprende un nuevo desafío, se suele subestimar ese intento con la remanida y maliciosa frase “como cantante es un gran actor”. Es raro: la propuesta de Nunca bailes en dos bodas a la vez da a conocer a un escritor interesante y, al mismo tiempo, confirma a un gran periodista.
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