“La revolución industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana.” La breve cita condensa, en gran medida, una larga tradición que hunde sus patas en el mundo cultural norteamericano, pero que también ha tenido sus correspondientes antecedentes o réplicas en diversas partes del mundo, desde las más luminosas –como las comunidades hippies y su correspondiente ideología, viajando a lo largo del globo– hasta los más oscuros y preocupantes –como la fundación de sociedades campestres propuestas por la Nueva Comunidad alemana de 1900, paso previo al irracionalismo nacionalsocialista–. Luz y oscuridad, fines que justifican aborrecibles medios: la breve cita que abre este párrafo, aunque bienintencionada, es la misma que da comienzo a “La sociedad industrial y su futuro”, texto también llamado “manifiesto del Unabomber”, un trabajo publicado en The New York Times y en The Wa-shington Post el 19 de septiembre de 1995, luego de que el responsable de varios atentados demandara la circulación de su artículo en los principales diarios del país a cambio de cesar con la ola de asesinatos. Estos hechos, con algunas leves modificaciones, conforman los “bloques de realidad” que Ricardo Piglia incorporó en su última novela, El camino de Ida, buscando novelísticamente el duro núcleo entre insurgencia, revolución anticapitalista y locura en la sociedad norteamericana y, como no podía ser de otra manera, en la propia lógica política de la Argentina.
La novela comienza con el recurrente personaje de Emilio Renzi quien, desbordado por un pasado del que ya no forma parte (el argentino, el de su vida cotidiana y profesional), hace lo que puede en un presente en el que efectivamente no tiene lugar: el del ámbito universitario norteamericano, estrictamente, en el campus de la Taylor University, a sesenta kilómetros de Nueva York. Renzi aceptó como único salvavidas de una existencia que se iba a pique la invitación a título de visiting professor de Ida Brown, reconocida teórica y experta en la obra de Joseph Conrad, para dar un curso especial acerca del actual tema de sus investigaciones: la compleja obra entre dos mundos de W. H. Hudson. La primera parte de la novela se desenvuelve como un fascinante relato del tedio de un hombre sin ninguna pasión en la vida que encuentra consuelo en sus investigaciones y que, finalmente, cae obsesionado por las bondades amatorias de Ida Brown, devenida luego en la infaltable rubia fatal que mete al detective en el enigma. ¿Qué enigma? Ida muere a las pocas páginas de comenzada la novela y abre un interrogante que cambia el clima de lo leído. El resto del relato es un desesperado intento por parte de Renzi por encontrar el vínculo entre dos series diferentes: la de la muerte de Ida y la del extraño ecoterrorista Recycler, cuyas similitudes con la historia del Unabomber son más que evidentes.
Series distintas, dijimos, y de eso es de lo que se trata la novela. Renzi aparece en la historia como un hombre que no puede encontrar la ligazón entre los pedazos dispersos de su vida, Ida es una mujer que oculta una vida salvaje en el espacio más privado posible (el ajeno a la vida universitaria), el Recycler está obsesionado con la lógica matemática que puede enlazar series totalmente inconexas: cada uno de los tres personajes, a su manera, lleva adelante el salto de fe necesario para conciliar mundos que aparecen, de movida, como imposibles de juntar. El estilo de Ricardo Piglia logra, precisamente, poner en relación estos (dispersos) conflictos a partir de un tono también desmembrado, fragmentario, que va abordando cada problema desde la perspectiva de Renzi para mostrarlo en su más compleja pureza: no hay soluciones fáciles, no hay uniones mágicas, cada decisión acarrea consecuencias drásticas a las cuales los personajes se aferran por más que los resultados sean funestos.
Piglia no sólo logra en esta novela trabajar sobre el ámbito social y cultural norteamericano a partir de una breve muestra (la del mundillo académico, con sus odios ocultos y su normalidad represora), sino que también ahonda en la perspectiva de un personaje que, como Hudson, se encuentra entre dos tierras y no piensa renunciar a ninguna de ellas. Frente a cada detalle, Renzi invoca o, mejor, se ve invadido por el fantasma de la vida pasada en Argentina: por ejemplo, los empleados despedidos súbitamente que no tienen ningún sindicato al que reclamarle contención y apoyo y que, desesperados, suben a las “azoteas” para disparar a los transeúntes son la viva muestra para Renzi de que, en las tierras del norte, falta “un poco de peronismo”.
Con El camino de Ida, Piglia está hablando, a las claras, de los caminos alternativos al capitalismo que la sociedad actual, norteamericana o argentina, pueden ofrecer. Por el lado de los primeros, la ausencia de situaciones colectivas y lo asfixiante de un mundo hipernormalizado sólo puede arrojar como alternativa el escape al wilderness, a lo natural, a la vida del campesino previa a la Revolución Industrial.
Del lado de los segundos, del nuestro, el personaje de Ida, siempre desde los “anteojos gauchescos” de Renzi, parece una viva muestra del romanticismo revolucionario que arriesga el todo por el todo propio de cierta izquierda nacional. En una respuesta que quedó afuera de la entrevista, Piglia fue tajante con respecto a estos temas: “Para mí, El camino de Ida es la revolución”.
Reinstalado en la Argentina luego de una estadía de varios años en la Universidad de Princeton como docente, sus primeras intervenciones dentro del panorama nacional lo han mostrado renovando su compromiso como un crítico brillante que retoma lo mejor del saber universitario para volcarlo en discursos que no se apegan al academicismo y que sirven muchas veces como la mejor puerta de entrada a diversos problemas que recorren el tan complejo objeto de la literatura nacional. Como ocurrió en 2012 con el seminario televisado Escenas de la novela argentina (pronto se estará dando otro, llamado Borges, por Piglia, también en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno y que luego será transmitido por la televisión, dedicado a ahondar diferentes aspectos del escritor que, para Piglia, clausura la literatura del siglo XIX).
La presente novela, antes que un regreso, debe ser pensada como uno de los principales puntos de una nueva etapa que se abre tanto en su producción literaria como en sus intervenciones dentro del campo intelectual nacional. En definitiva, como cualquier camino de ida, esta novela de Piglia es, a su manera, un comienzo.
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