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Domingo, 15 de febrero de 2015

Un hombre íntimo

 Por Juana Bignozzi

No lo leí de joven, porque él es casi de mi generación. Debía tener 9 o 10 años más que yo. Es una generación muy cercana, eran los poetas de La Nación. Pero cuando volví a Buenos Aires por primera vez en el 90, hicieron una reunión en la Casa de la poesía con los chicos de la revista 18 Whiskys, donde estaba él. Me sentí impresionada de cómo conocía a los más jóvenes, algo que admiré en seguida y con lo que después me identifiqué. Los poetas de cierta edad a veces se alejan y él no. Respecto de su poesía, su tono menor, de la intimidad, siempre me impresionó mucho. Yo me siento una gritona en comparación con una poética así. Siempre me conmovió él, su poesía, su actitud sencilla. Rescato algo que comparte con otros grandes: quedándose en un universo de cuatro paredes o tres cuadras, lograr algo universal. Han logrado escapar de lo miserablemente cotidiano. Me acuerdo de ese poema extraordinario que se llama “Mi hija se viste para salir”. En un departamento común, un hombre común que observa a la hija. Hay que ser un grande para hacer de eso una gran poesía. Porque vos cuando estás en medio de sucesos extraordinarios de lo exterior que te envuelven, de una revolución, bueno, estas muy estimulado para escribir. Pero lo difícil es lo contrario. Y eso logra Joaquín Giannuzzi, alimentarse de su mundo pequeño. Era un hombre íntimo. Sin caer en la miseria, que sería un poema al jefe, o un poema a la mujer. Sino escribir verdaderamente desde la vida propia, sin adornarla ni soñar con otra. El es su vida, que es una vida muy serena y lineal. Esa es la grandeza. Y es una poesía que no envejece. No se basó en cosas pasajeras y temporales. Sino en su vida y eso es eterno.

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