Montevideo, martes 27 de agosto de 1974
Estimado Psicópata 1:
En medio de mis trabajosos apuntes de química, física, historia natural, literatura y filosofía, fue muy grata la irrupción de un hombre vivo, de un amigo, de un poeta. Un fenómeno parecido al de Burdeos 2, pero distinto: allá, la plaqueta A los amigos tuvo la virtud de devolverme, reintegrarme a un mí mismo que andaba muy perdido, una especie de hacerme circular la sangre nuevamente. Ahora, su libro 3 me reintegra a usted mismo, al que yo conocí y estimé, y que andaba también medio perdido entre la neblina que me rodea, como tantos amigos a los cuales no puedo –o a veces no quiero– ver. Muchas gracias por todas estas reafirmaciones; la principal de ellas –que también había olvidado un poco, por miedo, por cansancio–: la locura, la verdad, la poesía.
El libro me parece muy bueno. No se guíe por mi juicio, porque entiendo poco de poesía; pero lo cierto es que apenas llegó a mis manos me dejé atrapar por las primeras páginas y no lo pude soltar hasta el final. Había mucho material que ya conocía, y para serle sincero, eran pocas las cosas que recordaba con entusiasmo. Sin embargo el libro vuelve todo coherente, es un solo largo poema; ha conseguido estructurar perfectamente una imagen de usted mismo, traducir perfectamente su dibujo interior. Es tal vez, y aunque usted no lo quiera, una novela; y así pude comprender lo que antes se me había escapado en fragmentos dispersos. Cada una de las partes está en función de un todo que, como se sabe, siempre es algo más que la suma de las partes; la cosa funciona, pero no basta para mí; funciona y es verdadera, que es lo que me importa.
Dentro de la poesía actual, que me es ajena, lo suyo tiene de particular y original el mostrarse a usted mismo (y no de cualquier manera, sino con alegre afirmación). De lo que he visto por ahí, siempre he recibido la impresión contraria, de poetas escribiendo para ocultarse, para ocultar. Aquí todo es nítido y amable. (Se le puede perdonar el título –nos habría gustado más El loco, concluimos con algún amigo– y algún chascarrillo de mal gusto como lo del “manco del espanto”). El libro fluye con la alegría tranquila que también usted sabe transmitir personalmente.
En cuanto al valor terapéutico indicado en el subtítulo, yo pienso que es verdadero. A mí me hizo bien, me está empujando nuevamente a crear. Pienso que más de un amigo también lo necesita. ¿Sería posible que me enviara algún otro ejemplar, para hacerlo circular? (No quisiera perder el mío con la dedicatoria).
Bueno; tal vez nos veamos pronto y el abrazo sea más de cerca. Estoy como preparándome para intentar sobrevivir en Buenos Aires, si no consigo salir en seguida de la asfixia económica que estoy viviendo. Y de allí el salto a Rosario –en un ferrocarril nocturno, frío, recordando viejos tiempos– será inevitable.
Saludos a toda la familia; y por favor, dígale a Elvio [Gandolfo] que me escriba, por lo menos acusando recibo de una carta y un cuento que envié con un breve intervalo entre ambas.
Nuevamente muchas gracias, y un fuerte abrazo.
Jorge
[Rosario,] 24 de septiembre de 1977
Temible exégeta:
¿A qué viene eso de exégeta? No sé, me gustó ese término aunque sea para cargarte, ahora que has sido lanzado a la fama por el gallego Marcial 1. Góngora diría que te acomodaste con Euterpe, musa que presidía la música y [estaba] encargada de hacer sonar los clarines de la gloria:
“...Euterpe agradecida su canoro dará, dulce instrumento cuando la fama no, su trompa al viento”.
A todos nos gustó como volumen La ciudad, especialmente su tapa, la mejor hasta ahora de esa editorial.
Hablando de musas, me gustaría en este momento encontrarme con vos en Montevideo o Piriápolis, y charlar al respecto en una pieza, bar o playa, varias horas sin apuro, como en las novelas de Faulkner. Trataríamos sobre si las musas son o no son inmortales, pueden hacer feliz o infeliz al poeta, favorecer o joder su creación. Todo esto se puede dar a la vez, pero yo creo que entre amigos esto se podría conversar largamente. Porque sucede que el sicópata, en un poema que recordarás, preña a las nueve musas, cosa inaceptable en la sociedad en que vivimos, pero posible para un rayado. En su segundo libro el tipo se normaliza, se queda con una sola pensando que es inmortal, y mientras está terminando de imprimir el libro, ideando ya un tercero, feliz de sentirse fecundamente acompañado para siempre por su musa, ésta se le muere sin aviso. Alguien entra a su casa y le dice “acaba de morir”. “No puede ser, la vi ayer, intocable pero íntegra”. La noticia era verdadera, así que adiós jovialidad, y con la poesía a partir de cero ahora. Imposible seguir con el tema si no es personalmente, así que a otra cosa.
Por carta que le mandaste a Elvio me enteré que no te llegó mi libro [Poemas joviales], así que ahora te lo mando con esta carta cerrado y certificado, aunque a lo mejor ya recibiste el otro demorado por el correo. En ese caso te queda éste sin dedicatoria para algún amigo.
Cuando estaba por empezar a encuadernar el libro cayó un amigo de Buenos Aires y me enganchó [para] la presentación en un acto que hacían a la semana siguiente en una galería y estuvo muy lindo, con lectura de poemas, vino, guitarreada y canto. Al día siguiente inicié la limitada distribución, que como la del Sicópata hago personalmente. La revista no sale pero a veces participamos en actos culturales en salas o radios. Dos mujeres cuentistas con [Jorge] Isaías y yo en poesía solemos ir a leer juntos invitados por instituciones de la ciudad o pueblos vecinos y pasamos un lindo rato. ¿Cómo va tu parapsicología? ¿Todavía no aprendiste a levitar? Yo me conformo con volar en sueños, como en algunos poemas. Algo extraño hay que buscar ya que la vida es tan vulgar, ¿no te parece? Cuando puedo leo a Freud y a los poetas líricos griegos. Recibí algunas cartas de adeptos a los [Poemas] joviales. Te saluda con mucho aprecio,
Francisco
[Rosario,] 5 de junio de 1979
Ex-perto
Acabo de recibir tu agresiva carta y compruebo que estás más rayado que nunca, para colmo empleando términos como biorritmos que suena a gorriones, y sinusoide, semejante a sinusitis, que significa inflamación de los senos del cráneo, que debe ser lo que estás padeciendo. Hábiles juegos de palabras son los tuyos, chanta. Mi lenguaje de poeta simple no ha superado la escuela primaria que se necesita para nombrar las cosas por su nombre, aunque no dejo de vivir la problemática que ello implica (aprovechá este término que te ofrezco para ser cargado), como lo podrás comprobar en este poema que escribí anoche:
Al Yo le resultaba imposible
expresarse plenamente
lo intentaba recurriendo al Ello
y consultando a la cercana doble
antes de difundirlo
ésta le reprochaba falta de claridad
poniendo como ejemplo la sencillez del Otro
impacientando al Yo
que no podía explicar su Ello
ni justificar su relación
con la imposible Ella
al pan pan y al vino vino
se le trasmutaban al Yo
bajo el hechizo de Ella y el Ello
la doble concebía en religión
al pan carne y al vino sangre
contrariando la necesidad que el Yo
Ella y el Ello tenían de comer
y darse como alimento
sólo aceptaba a través del tiempo
la sustancia rechazada
que llega lentamente a asimilarse.
Sigo contestándote. La verdadera profesión de mis escritos según vos no poéticos y hasta literarios sobre el Yo y etcétera, se llama vida, la de adentro y la de afuera, de manera que no tengo tu problema de volver a salir al mundo exterior. Mis pronombres psíquicos comen juntos a una mesa, toman sol en la terraza, gritan con ira, se emborrachan y al no sonar el timbre por falta de corriente eléctrica llaman a Ella golpeando con una moneda el vidrio, conviviendo a la vez juntos todos sus complejos interiores.
Con respecto al asunto de haber descubierto a Jung leyendo a Freud, te diré que este último verano me leí tendido en el pastito del country un volumen de más de 400 páginas titulado Jung y la historia de nuestro tiempo, de Laurens Van Der Post, un amigo íntimo de los últimos años de Jung. Bastante pesado el libro, pero se hacía leer. Me pareció exagerada la importancia que el psicólogo suizo y su amigo daban a sus sueños y a veces muy fantasiosa su interpretación. Te paso el dato que no he leído ninguno de los libros que Freud escribió sobre los sueños y hasta he menospreciado los que leí en la Biblia. Pero hete aquí dijera un español que el tema para un posible cuarto libro mío me lo ha dado el sueño que originó su primer poema, y ahora son dos los poemas soñados. Verdaderamente no podemos decir esa manzana no comeré.
Otrosí, me aclarás que Ella es el ánima de Jung. En mis versos a veces se intercambia con la otra y la doble, de modo que para mí el asunto no es muy definido. Además, por sobre Freud y Jung, te atribuís el descubrimiento práctico del ánima, que aparece y desaparece cada 14 días, de modo que no me sorprenderá ver en los próximos almanaques ese ciclo varlotteano acompañando las fases de la luna.
Lo del conventillo que todos llevamos dentro me gustó y te lo aprovecharé directo y anecdótico, sin pizca de problema psíquico, contándote que hace 15 años, cuando vinimos a vivir aquí, la cuadra era bastante conventillera, con pasillos de muchos departamentos y muchos pibes, a los que nosotros sumamos seis, y a veces teníamos inconvenientes con las señoras por los pelotazos. Esto se relaciona directamente con vos y la reciente Bienal de la Historieta en Córdoba. Sergio le entregó Tinta a [Hermenegildo] Sábat y le preguntó qué le parecía: “Me gusta mucho –le contestó–, cómo no me va a gustar si lo han publicado al gordo Varlotta, que de botija jugaba a la pelota conmigo y cuando le pegaban un pelotazo a una parienta suya cobraba infracción: corner, foul o penal, según se tratase de la tía, la abuela o la madre”. Palabra de humorista pero palabra verdadera según Sergio, porque dice que te imitaba la voz a la perfección.
Caro experto, que te sea leve tu inclasificable e incomprensible vate.
Cariñosamente,
Francisco
Montevideo, 25 de junio de 1979
Estimado vate,
me encanta la gente sencilla, simple, no complicada, ingenua –y tramposa.
Escribo unos versos directos
con sencillez campechana
pero espero que nadie se dé cuenta
que he leído a Maquiavelo.
Me gusta también el último objeto que me envió, incluído en su carta. No intenté ser agresivo: la palabra “cosa” u “objeto” me parece de mayor categoría que “poema”.
Gracias por la anécdota del Menchi Sábat; hace unos veinte años que no lo veo. Cómo pasa el tiempo.
Me voy de apuro al correo; otro día la seguimos, tramposo.
Cordialmente,
Jorge
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