Sábado, 10 de febrero de 2007 | Hoy
CHACABUCO 78
Aunque suene cansador, repitamos un postulado: estropear el patrimonio cuesta dinero. Como bien saben los profesionales que se dedican a la reparación, la puesta en valor y la restauración, es raro encontrar una tapera sin remedio. El tiempo degrada, gasta, hunde, moja y parte, pero pocas veces desaparecen elementos, disgrega, esfuma. Para eso están las remodelaciones, las modernizaciones, las ganas de renovarse, como si un edificio fuera un peinado.
En Chacabuco 78, a centímetros de la Avenida de Mayo, se puede ver un ejemplo de esta tontera: están pintando un edificio precioso que calentaba el corazón con su fachada en símil piedra en buen estado. El edificio es un lindo ejemplo de Art Noveau de influencia española, sin tanta flor o curvas como el mitteleuropeo, con mucho de línea recta. Son edificios de fuerte verticalidad, ornados y con herrerías preciosas. Curiosamente, hace relativamente poco le habían recuperado la planta baja, cuyos locales estaban tapados por la habitual purulencia de carteles. Daba gusto ver una fachada con locales realmente completa y sin interferencias.
Pero la semana pasada aparecieron las telas y los andamios colgantes y empezaron a pintar el edificio, para peor al mejor estilo enanito de jardín. Los paños principales de la fachada van en blanco, los ornamentos en verde, como para que todo parezca una quinta de pueblo. El problema es que no hay marcha atrás porque despintar una fachada es prácticamente imposible, con lo que el catálogo de edificios valiosos de Buenos Aires acaba de perder un diente.
En esta ciudad sin ley resulta mucho pedir, pero tal vez alguna día se pueda reglamentar lo que se puede hacer y lo que no con nuestro paisaje. Pero en este Salvaje Oeste porteño, Chacabuco 78 pasó de tesoro a payasada.
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