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Sábado, 9 de junio de 2007

BRENER, EN MOISESVILLE

La sinagoga en peligro

Esa noble patriada internacional que es el World Monuments Fund acaba de publicar su nueva lista de los 100 edificios y sitios más amenazados del mundo. Es una alarma que da cada dos años esta ONG dedicada a proteger el patrimonio construido del planeta. En esta figura un edificio curioso y argentino: la sinagoga Brener, de Moisesville, tal vez la colonia judía más famosa de las que fundó el barón Hirsch en este país. Que la sinagoga esté en la lista es una muestra de la desesperación ante la terminal desidia criolla ante sus tesoros culturales, y un acto de amor de los que piden ayuda para salvarla.

El WMF fue fundado en 1965 como una organización sin fines de lucro para frenar el deterioro de sitios culturales y arquitectónicos. En algo más de cuatro décadas logró salvar, a solas o en sociedad, más de 450 edificios en 90 países, y crear una verdadera cartera de ideas, técnicas y redes para denunciar, proteger, restaurar. Cada dos años y desde 1995, el Fund publica una lista de cien edificios en peligro inminente, descubiertos por sus propios miembros o por cualquier persona que se moleste en avisarles.

Este año, el WMF avisa que el principal peligro para los monumentos culturales es, como siempre, nosotros mismos. Excepto por los lugares en peligro por el recalentamiento global –como el pueblo indígena de Herschel Island, en Canadá, Nueva Orléans, la mezquita de Chinguetti en Mauritania– que caen ante inundaciones, huracanes o desertificaciones, la gran amenaza es la actividad humana. Lugares como Irak, los budas de Bamiyán, en Afganistán, la iglesia de la Natividad en Belén, la municipalidad de Sarajevo o los monumentos históricos de Freetown, en Sierra Leona, están en la lista porque quedaron en zonas de guerra o conflictos armados étnicos o religiosos.

Luego vienen los lugares en peligro por la codicia y el exceso de turistas, como la colina sagrada de Tara, donde los reyes irlandeses se reunían para sus rituales y tratados, hoy amenazada por un proyecto de autopista, o Machu Picchu, que ya no aguanta las manadas de visitantes. También figuran situaciones de lo más argentinas, como el centro viejo de Damasco, que ve caer sus edificios medievales para construir departamentos, o el horizonte de esa joya neoclásica que es San Petersburgo, donde Gazpromo quiere construir una supermegatorre.

La sinagoga, como corresponde a los argentinos, entra en la lista en lo que podría llamarse categoría descuido y frivolidad. Está en compañía del centro viejo de Lima, donde los palacios de los conquistadores se derrumban por falta de mantenimiento, del pueblo de Kandy, en Sri Lanka, primer caso de planeamiento urbano del sudeste asiático y fundada en 1470, y de los petroglifos de Tutuveni, en Arizona, que son sistemáticamente vandalizados por gente que graba sus iniciales sobre los diseños hopi.

La sinagoga Brener –Beith Hamidrash Hagadol es su nombre religioso– fue construida en 1909 como la sinagoga Marcus Sterman, por la persona que legó el terreno y fondos para la obra, y está en la lista del WMF gracias al señor Adolfo Blumenthal, presidente de la comunidad mutual israelita de Moisesville. Se estima, pero no hay seguridad, que la construcción estuvo a cargo de David Schapschuk y se sabe que la mejor pieza que contiene el edificio, el tabernáculo, fue realizada en algarrobo y plata por Abraham Silberman. El interior de la sinagoga contiene objetos muy especiales, como una gran araña que perteneció al primer Teatro Colón de Buenos Aires, comprada y donada por Israel Weisburd.

El edificio contiene pinturas murales, mueblerías traídas de Europa, todo tipo de accesorios originales y un primer piso en galería, como se estilaba antaño, para las mujeres. Desde 1980 no funciona más como templo y en 1985 se traspasó su propiedad formalmente a la mutual judía local. En 1989 fue reparado en lo más urgente, para conmemorar el centenario del pueblo, y en 1999 fue declarado monumento histórico nacional.

Lo que no se hizo, como no se hace con casi nada en este país sin políticas de cuidado y restauración regulares, fue contenerlo. La Brener se está deteriorando y no falta tanto para que se destruya. El WMF puede ayudar tal vez directamente, pero tal vez pueda ponerle a alguien las orejas coloradas, a ver si nos movemos un poco.

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