Sábado, 22 de marzo de 2008 | Hoy
BELLAS ARTES
El Museo Nacional de Bellas Artes acaba de reabrir su hall de entrada, recuperando el aspecto que le dio hace tantos años el maestro Alejandro Bustillo. Es una más de las alegrías que está dando el MNBA en estos últimos tiempos en que aparece más limpio, mejor iluminado, más asumido en su función de colección-base y tesoro nacional, y con su equipo más alerta y ocupado.
El que entre al Museo sobre Figueroa Alcorta se va a encontrar con el gran vestíbulo vaciado y pintado de claro, minimalista como se lo ve en las fotos de estreno. Ya no están las bibliotecas en los vanos entre los portones, ni los mostradores al pie de los peldaños internos, ni la librería y el shop en las curvas de las escaleras. El simple expediente de remover todo esto tiene un efecto electrizante en el espacio: hay otra luz, otro volumen interno, otra marca. Uno está realmente en un Bustillo.
Para redondear la alegría, el Museo exhibe un gran dibujo del maestro mostrando su proyecto completo para el Bellas Artes. Lo que hoy es parque era en la década del veinte una serie de piletones de OSN, con una casa de bombas. La idea original era convertir ese gran espacio en un jardín para la sede definitiva del Museo, que ya se merecía el nombre de “gitano”. Bustillo planteó un gran edificio clásico y toscano, uno de esos diseños que le salían como si fueran lo más fácil del mundo, con columnas toscanas, varios accesos y un sistema de estatuaria en los remates. Los interiores, muy a la Bustillo, serían modernos en su desnudez y clásicos en sus proporciones.
Como suele suceder por estas pampas, el programa nunca se cumplió. El edificio actual exhibe el frontis toscano y las líneas simples del original, pero es apenas un fragmento de un total que debía llegar a Libertador y extenderse en alas laterales y jardines formales. En fin, lo que recibimos fue la ferretería y vidriería del anexo, y viendo el dibujo se siente una pérdida: Buenos Aires pudo tener un edificio museístico de primerísimo orden, en architettura parlante a la Schinkel.
Como para festejar la recuperación de lo que Bustillo sí construyó, el Museo presenta varias exposiciones destacables. Quien quiera ver la primera iconografía argentina debe peregrinar ahora mismo a la muestra “Las armas de la pintura”, que recolecta imágenes realizadas entre 1852 y 1870 para formar un imaginario nacional, un discurso de la historia y un guión político. Hay piezas rarísimas dispersas en museos del interior –los Blanes de Urquiza, por ejemplo– y grabados de eventos como la repatriación de los restos de Rivadavia que ya ni en los libros se pueden ver.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.