OTRO HOTEL
› Por Sergio Kiernan
En pleno centro porteño, olvidado por todos, hay un milagrito patrimonial. Es el viejo hotel Metropol, fundado hace 107 años, cerrado hace unos cuantos, de demolición anunciada y ya centro de un conflicto legal. No es un edificio inolvidable, no es una obra maestra, pero es algo muy raro: es un edificio de cierto porte que nunca fue remodelado. El Metropol tiene hasta sus arañas en su lugar, baños íntegros, pisos originales y hasta algunos empapelados. Al contrario que absolutamente todos los otros hoteles fundidos de la ciudad, éste no fue subdividido y vandalizado para ser conventillo. Fue hotel ratón, pero con sus ambientes intactos.
La voz de alarma sobre el destino del hotel surgió por internet. Resulta que la demolición está a cargo de una empresa notable, De Ayer y de Siempre, que es la única que puede aspirar a la etiqueta de anticuarios arquitectónicos. Como se contó en este suplemento en enero del 2005, esa firma con local en el Acceso Oeste valoriza las demoliciones de un modo francamente británico. Los edificios son desarmados, se guardan hasta las yeserías y cada objeto es rescatado con cuidado, lavado y catalogado. De Ayer y de Siempre tiene manías refrescantes como fotografiar un baño antes de desarmarlo, para vender el lote completo con un álbum de fotos que permita a alguien de buen gusto reconstruir hasta el último detalle un baño de época.
La empresa mandó por mail un anuncio previo de la demolición, sistema que permite visitar el lugar y elegir piezas o conjuntos antes de que sean retirados. El álbum de fotos publicado mareaba, porque el Metropol tiene todas sus puertas originales, sus banderolas, una impresionante escalera de mármol con mármoles de colores en los muros circundantes, toneladas de boisseries, hectáreas de pinoteas, baños y hasta varias impresionantes arañas de bronce, de las de varios pisos, colgadas y funcionando. No se entiende cómo hizo el edificio para sobrevivir así, incambiado. Quien lo haya podido visitar –privilegio casual, de los de pasar por casualidad y encontrar la puerta abierta– pudo ver vacío un edificio comercial de la gran época, con sus espacios sin alterar.
El mail de De Ayer y de Siempre rebotó de casilla en casilla y los lectores comenzaron a llamar a m2. De inmediato quedó en claro que el hotel no puede ser demolido, porque está incluido en el famoso polígono del paisaje cultural porteño, la famosa gansada de Telerman que terminó sirviendo como área de atenuación y preservación histórica. La subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Ciudad, Josefina Delgado, aclaró de inmediato que no sólo estaba prohibido demolerlo sino que en el sistema informativo del gobierno porteño no figuraba ningún permiso de demolición o de obra sobre el hotel. Delgado, igual que la legisladora Teresa de Anchorena desde la Comisión de Patrimonio, se comunicaron por escrito con la DGROC –el ente que emite permisos de obra y demolición– para dejarle por escrito que ni en sueños permitan destruir el hotel. Desde la Legislatura se pidió además una inspección del lugar para saber qué le están haciendo.
Nada indica que el hotel vaya a ser demolido totalmente de noche y de araca, aunque estas cosas pasan hasta en las mejores iglesias –como la de Flores–. En De Ayer y de Siempre manifestaron ignorar la prohibición y prometieron “averiguar”, pero fue imposible que alguien recibiera un segundo llamado o hablar con sus dueños. Hay informes no confirmados de que ya se vieron fletes llevándose elementos del hotel, con lo que hay que concluir en algo inquietante y doloroso: el edificio no está siendo demolido sino desguazado desde adentro, destripado para vender sus partes.
Este tráfico de órganos debe ser rentable pero es de una falta de imaginación que aburre. ¿Es el único uso que se les ocurre a los nuevos dueños para una pieza única en Buenos Aires? La ironía suprema sería que alguien destrozara este hotel para usar el edificio para un nuevo hotel, desapareciendo un edificio inolvidable para hacer uno más.
En fin, la DGROC tiene poderes para clausurar el lugar y prohibir que retiren nada. Sucede que hasta para sacar azulejos o desarmar una escalera hay que pedir un permiso de obra, cosa que no ocurrió y amerita la clausura del lugar. Por las dudas, la diputada Anchorena ya presentó el proyecto de catalogación del Metropol por si no alcanza con el polígono.
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