Sábado, 3 de mayo de 2008 | Hoy
NOTA DE TAPA
Una convocatoria orquestada por una dupla de arquitectos apuesta a dar visibilidad a diseños no seriados siguiendo la lógica del copyleft. Esto es, compartiendo y permitiendo la copia para uso personal.
Por Luján Cambariere
Aunque el nombre suene rimbombante y arremetedor de esas cuestiones oscuras que atentan contra el diseño, los arquitectos Daniel Goldaracena y Mariano Baqués cuentan que lo usaron estratégicamente para dar visibilidad a esa franja de objetos que los proyectistas hacen para uso propio. “Consumo personal e inmediato para uso único y sin perjuicios” podría ser el lema. Esos no seriados que sin embargo merecen ver la luz y, fundamentalmente, ser compartidos, con quienes deseen construirlos, también, por y para sí mismos. Para eso armaron la convocatoria Not Made in China. Un proyecto que presenta varias facetas, todas nucleadas en torno del concepto de objetos de uso con copyleft (copia permitida) que detallan para m2.
Daniel Goldaracena –La idea surge de unir dos cosas. El tema de copyleft al diseño de objetos. Un concepto que nace en el ámbito de la programación de Internet, donde tenían problemas con los derechos de autor. El copyleft o copia permitida comprende a un grupo de derechos de propiedad intelectual caracterizados por eliminar las restricciones de distribución o modificación de las que adolece el copyright, con la condición de que el trabajo derivado se mantenga con el mismo régimen de propiedad intelectual que el original. Bajo tales licencias pueden protegerse una gran diversidad de obras como programas informáticos, arte, ciencia y cultura, es decir prácticamente casi cualquier tipo de producción creativa. Sus partidarios la proponen como alternativa a las restricciones que imponen las normas planteadas en los derechos de autor, a la hora de hacer, modificar y distribuir copias de una obra determinada. Se pretende garantizar así una mayor libertad para que cada receptor de una copia, o una versión derivada de un trabajo, pueda, a su vez, usar, modificar y redistribuir tanto el propio trabajo como las versiones derivadas del mismo. Así nosotros adaptamos el término en función de un Copyleft Furniture, objetos de uso puestos a disposición del público por sus autores, junto con los planos e instrucciones para su construcción, siempre y cuando no sea con fines de lucro. Los objetos exhibidos quedan bajo licencia Creative Commons share-alike, o sea que los autores mantienen sólo algunos de sus derechos de propiedad intelectual (a diferencia del copyright, donde conservan todos).
Mariano Baqués –Los objetos son fabricados y usados directamente por sus autores, lo cual implica una conexión entre diseño y uso muy íntima. Las instrucciones de construcción de cada objeto están presentadas en la web bajo la forma de un programa de televisión llamado Not Made TV, donde los autores explican cómo construirlos y demuestran cómo los usan, conformando un manual de fabricación de muebles inéditos.
D. G. –Nosotros no apuntamos tanto a la cuestión del mercado, sino al tipo de objeto. Los nuestros son todos objetos fabricados y usados por los mismos autores. No están pensados con una lógica de producción seriada.
M. B. –Hay una serie de objetos que nosotros conocemos, sabemos de la gente que los fabrica para usarlos, los tiene en su casa, son objetos interesantes que tienen ciertas características de diseño, fabricados por ellos mismos, y nos interesaba darle cierta visibilidad. Así, lo primero es el “no” a lo seriado y a lo impersonal. Ir en contra de lo que tiene el Made in China de objeto genérico que está en todos lados. Los nuestros son de fabricación limitada, bajas series, e incluso van en contra de la posibilidad de producirse en serie, pero de todo el mundo. Si hay un chino que trabaja así, será bienvenido.
D. G. –Igual hay otra cuestión que es la de evitar la comodificación implícita en la producción en serie y la lógica del marketing. No es un manifiesto. Aunque sí puede serlo a través de la acción que proponemos. Si querés, hasta somos más radicales, porque de algún modo vamos en contra de la dinámica serial del mercado sea de donde sea. Estos son productos que no tienen una estrategia de mercado que los condiciona.
D. G. –No tiene que ver directamente con nuestra profesión sino con nuestros intereses personales. Saber del copyleft y conectarlo con nuestro entorno sirve. Sobre todo para el autor que no tiene una intención de lucro, pero que se reconoce que su producto tiene características interesantes. Con esto se apunta a la circulación del material o diseño en sí, más allá de transacciones económicas que no están excluidas, por ejemplo, para aquel que no lo quiera fabricar y decida comprarlo.
M. B. –Además nos incumbe en el momento que los entendemos como objetos que hacen habitables los espacios. Por ahí ése es el punto de mayor contacto con nuestra profesión. Difusión y posible reproductibilidad del objeto no importa la distancia.
D. G. –En la página hay seis y cuatro más por salir. Algunos nuestros como el Carromato, una barra con ruedas que hice para mi casa en listones de madera, tapa de granito y ruedas de MDF y goma eva antideslizante. Una biblioteca-escritorio y una mesa hecha por encastres que diseñé para mi hermana.
M. B. –Mía hay una lámpara hecha con un vaso de plástico y materiales eléctricos estándar que conectás directo a la boca de luz. Y bibliotecas colgantes.
D. G. –De otros autores, la cabina hecha con listones de madera y restos de cajas de repuesto de la industria automotriz para el cuarto de los hijos de uno de los A77 (Gustavo Diéguez y Lucas Gilardi). Una ampliación de la casa en seco, un objeto armado y colocado como dormitorio de los chicos. La biblioteca de bolsillo de Ariel Jacubovich. La silleta en caño de la construcción y plástico de Diego Bazzigalupi. Y los autitos que hizo otra arquitecta, Paola Salaberri, con broches, clips y botones para sus sobrinos que están buenísimos y son reproducibles.
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