Un médico de la cultura podría proponernos un índice de salud pública similar al que padecen diabéticos y golosos. Donde se dice “azúcar en sangre” o “colesterol malo”, nuestro médico podría hablar de “buen gusto en sangre” o “partes de belleza sobre volumen total”. Si fuera así, esta semana Buenos Aires hubiera mejorado su cuadro general por una generosa inyección de sustancias que pasaron con discreción y curiosidad por la ciudad. Es que esta semana nos visitaron algunos de los arquitectos más originales y elegantes que exhibe este mundo, líderes del neoclasicismo que forman el jurado del premio Richard Driehaus.
El premio tiene cinco años y es presentado por la escuela de arquitectura de la Universidad de Notre-Dame, en Indiana. Richard Driehaus es un financista, fundador y presidente de Driehaus Capital Management de Chicago, lo que explica que no pudo venir a Buenos Aires por el huracán de Wall Street. Driehaus es además un famoso mecenas cultural y acaba de inaugurar su museo en Chicago, con su magnífica colección de piezas de Tiffany. El premio Driehaus a la Arquitectura Clásica fue especialmente creado para distinguir a arquitectos contemporáneos que hagan obra nueva reflejando los principios de la arquitectura tradicional y clásica, del urbanismo en la sociedad actual, de las nuevas reglas sobre impacto ambiental y las de siempre en lo artístico y cultural.
El primer premio, en 2003, fue para Léon Krier, el luxemburgués famoso por su asociación con el príncipe de Gales en la creación de Poundbury. El siguiente fue para Demetri Porphyrios, el de 2005 para Quinlan Terry, el de 2006 para Allan Greenberg y el del año pasado para Jacquelin Robertson.
Este año, los jurados decidieron reunirse para deliberar en Buenos Aires. Así llegaron Adele Chatfield-Taylor, presidenta de la Academia Americana en Roma; Paul Goldberger, crítico de arquitectura de la revista New Yorker; David Schwarz, creador entre muchas otras cosas de la ciudad de Seaside; Leon Krier y Robert Davis, fundador de la Seaside.
Este grupo de amigos recorrió la ciudad –algunos por primera vez, otros, como Krier, recuperando lugares– con énfasis en nuestras joyas clásicas. A nadie le extrañará que un hit de la visita haya sido el Palacio de Aguas en la avenida Córdoba. También se encontraron con referentes locales y con el único neoclasicista de nuestro país, Alejandro Moreno. Con m2 hubo una larga y divertida conversación, tema para nuestra próxima edición.
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