Sábado, 18 de octubre de 2008 | Hoy
En un año particularmente explosivo para el campo, el Premio Ternium Siderar de Diseño en Acero se dedicó a productos y objetos destinados a la vida rural. Lejos de la polémica, los premiados idearon soluciones innovadoras para traer mejoras concretas.
Por Luján Cambariere
En un año en el que están en el centro de la tormenta, el Premio Ternium Siderar de Diseño en Acero ‘08 tomó como eje el campo. Por lo anticipado de la convocatoria, poco tuvo de haberse plegado a la coyuntura, y sí más bien con un genuino deseo de apuntar con su concurso a sembrar las bases de una relación que parece nunca consumarse en nuestro país: diseño e industria. Por otro lado, en un sector, el del agro, que con la contundencia que da la necesidad, ya ofrece desde hace tiempo ejemplos concretos de ingeniosos diseños argentinos que se exportan al mundo entero (como es el caso de la maquinaría agrícola de Martín Olavarría, de paso ya por estas páginas).
Así, la quinta edición del concurso invitó a estudiantes y profesionales de las carreras de diseño, arquitectura e ingeniería a presentar productos y objetos destinados a la vida rural, que propongan diseños y soluciones para quienes viven y trabajan en el campo a través del agregado de valor y el desarrollo tecnológico del uso del acero. “El campo es el lugar de vida y trabajo de millones de personas. El acero representa allí uno de los componentes fundamentales de prácticamente todos los objetos y productos, gracias a su versatilidad, resistencia, durabilidad y capacidad de reciclado. El acero está ligado a las actividades económicas más tradicionales de nuestro país, como son la agricultura y la ganadería; y también a los objetos y utilitarios de quienes viven en el campo. Está presente tanto en herramientas simples, como en tractores, arados y cosechadoras. En instalaciones de almacenamiento de alimentos y granos; sistemas de irrigación, baldes y bombas; hornos y cocinas económicas; además de tranqueras y cascos. Esos son sólo algunos de los elementos típicos y fundamentales de la vida y el trabajo en el campo, que no pueden ser imaginados sino de acero”, explicaban desde el concurso invitando a seguir apostando por el material. Es que desde su origen, el premio apunta a establecer un puente entre el proveedor de acero, el pequeño productor, el usuario y los profesionales de la disciplina. Con este fin, la edición ‘08 fue coauspiciada por las pymes clientes de Ternium Siderar, Metalfor (pulverizadores, cosechadoras y fertilizadores), Vassalli Fabril (cosechadoras), Rapi-estant (equipamiento comercial y muebles de hogar); y la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra), además de acompañamiento de Fundación Proa y del CMD. Y tuvo un prestigioso jurado conformado por el diseñador industrial Alejandro Ruiz, el artista plástico Sergio Avello y dos especialistas en maquinaria agrícola, el ingeniero mecánico Enrique Bertini y el diseñador en comunicación visual Jorge Girardi.
Los ganadores en la Categoría Profesionales fueron en el primer lugar, los diseñadores industriales Javier Leveratto e Iván Longhini. En una relación que se inició como estudiante y docente, respectivamente, la dupla se alzó con el primer puesto gracias a su sistema de postes para alambrado Don Fénix. Vale aclarar que Longhini participa y tiene galardones de este concurso desde la primera edición. “Es un material con el que me siento cómodo. Lo conozco. De hecho, este proyecto fue de lo más simple que hice para Siderar. Y si bien el tema del campo en un principio me generó un conflicto por lo que estaba sucediendo, también entendí que dependía de cómo se enfocara podía representar una oportunidad de dar una mano a los trabajadores del campo.”
Para Leveratto, meter un producto nuevo en un sector tan tradicional también representaba un desafío. Así, juntos se inclinaron por idear un sistema que busca reemplazar al de los postes de madera. “Puestos a analizar los posibles usos del acero en el medio rural, enfocamos nuestra atención en reemplazar ciertos materiales tradicionales, que por su costo, vida útil, o sustentabilidad, pensamos, deberían dar paso a otros modernos. De esta primera decisión surgió, entre otras, la problemática de los postes de alambrado tradicionales, en maderas duras, que presentan falencias que no se han resuelto a lo largo del tiempo. Se queman (ya sea por quema de pastizales, accidentes, rayos), con lo que el propietario debe volver a construir el alambrado en el momento de menor rendimiento de la zona afectada. Otra falencia es el enhebrado del alambre a través del poste, lo que dificulta el reemplazo y/o modificación de partes del cercado para un correcto funcionamiento estructural del mismo. También está la cuestión de la electrificación de las líneas, que está improvisado y no aprovecha el potencial de esta tecnología. Por último, y no menos importante, la cuestión del alambrado como barrera. Creemos que los cercados de nuestro campo no deben impedir el paso de personas, por lo que decidimos optimizar el escalado de la alambrada para facilitar el paso y evitar los frecuentes accidentes que este pasaje suele generar”, detallan. Así crearon un producto de chapa con su componente principal en el poste resuelto como una estructura prismática triangular abierta que permiten el encaje lateral del alambre sin necesidad de enhebrarlo a la vieja usanza. “Otro componente vital del sistema es la pieza de retención/aislador. Fabricadas en PVC semirrígido, con un lenguaje similar a las caravanas de identificación de hacienda, esta pieza cumple la doble función de retener al alambre en su posición, protegerlo de los esfuerzos a los que es sometido durante el escalamiento del poste, y brindar base al atado transversal, además de aislar la línea eléctrica del metal estructural del poste. El último componente del sistema es la planchuela separadora del tendido entre poste y poste, que reemplaza a las tradicionales de madera, pesando menos de un tercio que las mismas y cumpliendo mejor con el escuadrado de los hilos del alambrado.”
¿Algunas de sus ventajas? “Es totalmente ignífugo, pesa menos, dura más, es reciclable, se arma con facilidad y menos esfuerzo físico. Se puede modificar y reemplazar componentes del alambrado sin necesidad de reenhebrar. Permite escalarlo de una forma rápida y segura. Es un producto industrial, genera más valor y trabajo para el país.” Y por último, algo muy importante a la hora de diseñar para ellos: “Respeta el oficio del alambrador y se adapta a la práctica de instalación tradicional”.
El segundo premio fue para un móvil para cosecha de aceitunas presentado por Diego Dutto y Pablo Fantino, un implemento que permite mejoras en la calidad del producto y, también como el anterior, de las condiciones de trabajo en este caso de los cosechadores. Nada raro, teniendo en cuenta que sus autores son dos egresados de la Universidad Nacional de Córdoba, uno de ellos (Fantino) de Cruz del Eje, capital nacional del olivo, donde ostentan las aceitunas más deliciosas. “La motivación para participar surgió una semana antes de que cerrara el concurso. Nuestra tesis de graduación cumplía con todos los objetivos y decidimos presentarla. Nosotros investigamos durante un año los olivos y recorrimos muchos productores de la zona de Cruz del Eje que cuenta con más 5000 hectáreas de Olivos y una producción de 7.200.000 kg por año, así que teníamos una fuente de información muy valiosa. Desde ahí nuestro propósito fue poder buscar una solución a un problema concreto que observábamos, logrando un producto funcional, ergonómico, estético y de producción nacional”, señala Fantino. El problema que buscaban solucionar es la mejora de la mano de obra en la recolección de aceitunas, debido a que hoy hay una falta de equipamiento apropiado y de seguridad tanto para el operario como para la planta en el momento de la cosecha en altura y sucesivo trasvase de las aceitunas. “La cosecha de aceituna demanda gran cantidad de mano de obra ya que se efectúa totalmente a mano. Es por eso que gracias a ella subsisten gran cantidad de familias como así también se reactiva la economía de las zonas olivareras. Las herramientas con que el cosechero trabaja, al día de hoy, son de construcción casera, las cuales obviamente no poseen un estudio ergonómico, ocasionando molestias y severos daños al operario. Luego de la jornada de trabajo los operarios deben llevar alzando los cajones que pudieron llenar, hacia calles principales del olivar para su posterior recolección, generando así nuevamente malestares corporales debido a malos esfuerzos. Actualmente se están incorporando al mercado cosechadoras de aceitunas mecánicas (vibradoras), lo cual ha potenciado la pérdida de la mano de obra y una baja calidad en los productos, como así también ha ocasionado daños a los olivares.”
Así, su móvil para cosecha manual de aceitunas en altura está conformado por un chasis y escalera. “Se localiza en los olivares, próximos a las plantas. En el momento de cosecha el operario retira el móvil desde sus barandas. Para su mayor estabilidad posee cuatro ruedas, dos traseras giratorias que permiten direccionarlo y dos ruedas con inclinación negativa en la parte delantera, las cuales están separadas por un arco para lograr llegar cerca del tronco. Además tiene un embudo de descarga donde el operario deposita las aceitunas que luego ingresan por medio de la boca de descarga al caño central, el cual en su interior posee hilos plásticos para reducir la velocidad de caída del fruto hasta el cajón situado en el chasis. De este modo el operario puede realizar la cosecha en altura sin tener que bajar a descargar el fruto cosechado, evitando así trasvases y tiempos muertos. El móvil esta diseñado para cosechar unos 300 kilos de aceituna por jornada de trabajo y brindarle al operario una mayor seguridad y confianza en la cosecha en altura.”
“En lo personal, nos pareció muy oportuno el tema del concurso, sobre todo para mostrar al país y a las distintas empresas dedicadas al campo qué hacemos los diseñadores industriales. Debemos tener en cuenta que nuestro país es uno de los mejores productores de maquinarias agrícolas y demás implementos para el campo, y estamos reconocidos mundialmente. Solo hace falta hacerle saber a nuestro Gobierno que tenemos potencia y que deberían apoyar a las empresas para poder crecer más”, señala Fantino.
Finalmente, el tercer premio fue otorgado a Andrés Focke y Luciana Grynblat, que presentaron una original idea de colmenas BEE-chito, que se destaca tanto por su diseño hexagonal, como por su respeto por el entorno natural. “Inspirados en la icónica trama de los panales de abejas (celdas hexagonales), y junto al probado modelo de las colmenas artificiales Langstroth (patentadas en EE.UU. en 1852 y usadas actualmente), desarrollamos módulos hexagonales, que contienen en su interior los cuadros donde las abejas generan la miel. El producto apela a buscar una solución industrial y eficiente sin olvidar el carácter natural del entorno en el que la industria se desarrolla, y por qué no, jugando con detalles lúdicos también”, resumen sus autores. Además, esta categoría premió con menciones especiales a los proyectos de una escalerilla desmontable para piso irregular de Ernesto Torriano y el sacabotas de acero, de Juan Marínese, Eduardo Orellana, Alejandro Perren y Marcos Villalón.
En la Categoría Estudiantes el primer puesto fue para María Emilia Pezzati y Fernando Sorianello con su corral portátil para ovejas. El proyecto fue distinguido por su simplicidad, liviano peso, su buena combinación de materiales y sus características de fácil transporte y armado. “Los actuales corrales de ganado ovino no son fácilmente adaptables a diversas situaciones con las que se hallan los productores, desde la variación de los volúmenes de producción hasta la necesidad de alzar un corral por un tiempo determinado. Es así como resulta importante proporcionar flexibilidad al pequeño y mediano productor a fin de que logre no sólo adaptarse a las realidades con las que se tope sino también apropiarse de ellas, tomando decisiones que puedan ser llevadas a cabo rápidamente. Que sea portátil, armable por una sola persona, resistente a la intemperie.”
El segundo premio fue para Leonardo Garesio y Manuel Giró y su colector de agua pluvial, que además permite el filtrado. “Al investigar las necesidades, recursos y posibilidades notamos que un común denominador en todas las variantes del campo es la falta de agua potable. Entonces decidimos vincular las posibilidades constructivas del acero con los recursos que cualquier familia tiene en su casa, como una lona. Hicimos un objeto simple, económico y versátil”, relata el rosarino Giró, estudiante de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la U.N.R.
El tercer premio lo consiguieron Federico Calducci, Alexis Castro y Carlos D’Elia con unas tapas aislantes para tanques australianos, cuyo objetivo es optimizar el rendimiento del agua como recurso escaso para la ganadería argentina. En esta categoría también se otorgaron menciones especiales a los proyectos de un ancla para malacate de Fernando Franchina, Agustín Monzón Olmos y Juan Pablo Monzón Olmos y a la salamandra a leña o briquetas de Tamara Irueta y Miriam Petersen.
Los ganadores de ambas categorías recibieron premios por más de $ 50.000 y participarán de un programa de capacitación y realización del prototipo ganador mediante el cual se busca acrecentar la factibilidad de producción y el potencial comercial de los proyectos premiados.
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