Nada detiene los errores del gobierno porteño en nuestro barrio histórico: un decreto que nadie encuentra, obras que son zanjones, lámparas aberrantes y una confusión de libro con Palermo Viejo.
› Por Sergio Kiernan
El fuerte calor de este verano no parece capaz de moderar el entusiasmo del gobierno porteño por estropear San Telmo. El peregrino proyecto de peatonalizar la calle Defensa ya empezó, con detalles de comedia negra, en la cuadra que va de Independencia a Chile. También se retomó la corrección de la cuadra de Estados Unidos entre Perú y Chacabuco, que desde que el mundo es mundo tenía la calle más ancha que en el resto. En la misma Estados Unidos, Espacio Público insiste en cambiar las luces y se está comprando una batalla enconada con los vecinos. Y se supo que Mauricio Macri ya firmó un decreto, el 1508, para restaurar fachadas de Defensa. Esta aparente buena idea se complica por la total opacidad del proceso: resulta que ya llamaron a licitación entre “diez empresas convocadas” pero nadie difundió la lista de edificios a restaurar, ni el pliego, ni el presupuesto. De hecho, ni siquiera publicaron el decreto en el Boletín Oficial, con lo que todo lo que hicieron es tan palmariamente ilegal que da risa. ¿No tienen un abogado en la Ciudad?
La cuadra de la vieja calle de la Defensa que va de Independencia a Chile parecía en este comienzo de año un canal holandés. Para estrenar el muy resistido proyecto Prioridad Peatón, las tropas del Ministerio de Desarrollo Urbano se pusieron a cavar y llegaron al metro veinte de profundidad. Como es el estilo del ministerio, que es en realidad un Comité Para que Odien a Macri, nadie le avisó nada a nadie. Por ejemplo, los comerciantes de la cuadra llegaron una bella mañana y se encontraron con la calle cortada. Se están perdiendo la temporada de verano, con lo que se suman a la legión de vecinos de San Telmo felices con el gobierno.
Por supuesto, a nadie se le ocurrió tampoco pensar en que cavar tanto en una calle tan antigua, de las originales de Buenos Aires, significa entrar en plena arqueología. No sólo no había un profesional a mano sino que los obreros no tenían la menor instrucción al respecto. Un buen día aparecieron huesos animales en plena calle y, para cuando los vecinos los vieron, los albañiles ya estaban por pasarles por encima con una aplanadora. Patricia Barral, de Defendamos San Telmo, corrió al lugar y avisó al ministerio, que detuvo el trabajo y mandó al arqueólogo Marcelo Weissel. Este se llevó los huesos, ya rotos, y una piedra de bola del pavimento colonial.
Este miércoles se volvió a perder la chance de mostrar un poco de cultura. Resulta que justo enfrente del viejo conventillo apareció una pequeña estructura de ladrillos, una mínima cámara abovedada que alguna vez fue parte de los desagües porteños. El artefacto fue rápidamente tapado con hormigón, no sea cosa que los importantes trabajos se demoraran otra vez.
Mientras el ministerio de Crear Opositores sigue con estas tareas, los vecinos de San Telmo debaten sus veredas y se desesperan por sus luces. Resulta que el gobierno porteño quiere cambiarlas todas, más allá del desmán de la peatonalización de Defensa. Las opciones son gris o colorado, en esos baldosones que se usan ahora. La posición mayoritaria es de aceptación del baldosón, que al menos unificaría la colección de parches que se ve hoy. Y la discusión pasa por el color de las nuevas veredas, con bandos ya definidos que coinciden en que se deben mantener los pavimentos tradicionales en aquellos conjuntos donde la ley marca que no se cambien, como la placita Dorrego.
Donde no hay discusión es en la oposición al cambio de luces en el que sigue emperrado el otro ministerio de Inventar Vecinos Enojados, el de Espacio Público. Las lumbreras urbanísticas quieren llenar San Telmo de columnas de alumbrado, objetos que nunca existieron en el barrio. Cuando se les objeta el cambio, dicen tonterías increíbles como que las columnas son más seguras... Resulta que las columnas son aparatos enormes y pesados de metal, material que tiene la mala costumbre de oxidarse y romperse. Cada tanto, alguna columna se cae con resultados desagradables, en particular para el auto estacionado abajo.
Los vecinos defienden sus luces colgantes, las catenarias, que le dan carácter al barrio y también buena luz. Lo que todos comentan es la extraordinaria ignorancia y la conmovedora indiferencia de los funcionarios implicados en estas obras. Por ejemplo, una y otra vez les dicen a los vecinos que en Palermo Viejo se cambiaron las luces y eso fue una mejora. No entender la diferencia entre el casco histórico de la ciudad y cualquier otro lugar de Buenos Aires es tan básico que lo deja a uno pensando. Por ejemplo, en por qué tanto entusiasmo en hacer obras caras y resistidas. Habrá que ir siguiendo la evolución patrimonial de los responsables.
Por ejemplo, ¿qué gana la Ciudad con que una cuadra de la calle Estados Unidos tenga ahora la vereda más ancha, de modo que queda alineada con las demás? Esto es borrar un viejo accidente colonial, una irregularidad inexplicada en la grilla española. Para enderezar la calzada se levantaron los adoquines, se hizo una cama de hormigón, se construyó un nuevo cordón y se volvió a poner todo. Buen dinero en malas ideas.
El 18 de diciembre de 2008, el Jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri firmó el decreto 1508. La única manera de saber que este objeto legal existe es sabiendo que un decreto no recibe un número hasta que es firmado. Este misterio es porque el decreto nunca se publicó en el Boletín Oficial, que muestra un atraso alarmante, con lo que no tiene la menor validez. Como recordará Macri de sus lejanas clases de Educación Cívica, existe eso de la publicidad de los actos de gobierno: las leyes y decretos valen a partir de su publicación oficial, no a partir de que las firme el Jefe.
Este legalismo por supuesto no detuvo al gobierno, que ya llamó a licitación para hacer una obra de lo más delicada. El decreto es de lo más extraño y comienza afirmando que los vecinos pidieron la restauración de sus fachadas sobre la calle Defensa, por lo que la Dirección General de Descentralización y Participación Ciudadana, que depende de la Subsecretaría de Atención Ciudadana de la Jefatura de Gabinete, hizo un relevamiento. En este estudio, Descentralización descubrió que la mayoría de estos edificios están catalogados, tienen valor patrimonial y están en el Casco Histórico porteño. El texto sigue con inanidades como recordar que se viene el Bicentenario y con una suerte de justificación de las obras –el gobierno tiene miedo de que lo acusen de algo por usar dinero público para reparar fachadas privadas–. Luego miente abiertamente al decir que “la recuperación y puesta en valor del barrio de San Telmo y su casco histórico, por ser el escenario en donde transcurrieron los hechos más importantes que finalmente permitieron la conformación del Primer Gobierno Patrio, constituye una de las prioridades de esta Administración”, lo cual es evidentemente falso.
Con más apego a la verdad, el decreto descubre edificios valiosos sobre Defensa, como el convento de Santo Domingo, y menciona la eternamente prometida y jamás realizada obra de los Altos de Elorriaga, el conjunto de casonas de la esquina de Alsina que pertenecen al Museo de la Ciudad. Luego aparecen generalidades sobre qué se va a hacer: “acciones de consolidación y de mantenimiento de las características originales de los bienes o espacios abiertos, con la posibilidad de restituir partes alteradas y/o faltantes, con elementos originales; el hidrolavado y preparación de superficies, revoques, pintura, revestimiento de basamentos, mampostería y carpintería”.
Como para que nadie se alegre, el decreto menciona explícitamente el bodrio de Prioridad Peatón y hasta lo saluda anunciando que “una vez lograda la semipeatonalización de la calle Defensa, se descubrirá un nuevo paisaje arquitectónico que hoy se encuentra oculto entre el deterioro de los edificios, la falta de mantenimiento, la contaminación de los materiales y el tránsito de autos”.
Los problemas empiezan a la hora de las imprecisiones. El decreto avisa que será necesario firmar “convenios” con los privados cuyas fachadas serán restauradas. Firmar un convenio de éstos puede ser un caballo de madera que reíte del de Troya. Por un lado parece atractivo: viene el gobierno porteño y arregla la fachada que uno no tiene con qué mantener. Pero atrás viene la obligación de mantenerla una vez restaurada. Como nadie tiene la menor idea de cómo se va a hacer este trabajo, con qué parámetros y materiales, y bajo la dirección técnica de qué especialista, y como uno ya sabe con qué bueyes se ara en Buenos Aires, el resultado puede ser un arreglo mal hecho que el vecino esté obligado a mantener. Caro, malo, porteño.
El que quiera asustarse preventivamente tendrá que esperar a que el procurador porteño, al que el decreto explícitamente afirma haber consultado, le diga a Macri que lo publique. Sólo entonces se sabrá quién cae en la bolada, ya que el 1508 cita dos anexos que nadie vio nunca, con la lista de edificios a intervenir y el modelo del convenio que deberán firmar los vecinos con la “señora Subsecretaria de Atención Ciudadana, dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros”.
Como para terminar de mufarlos, los vecinos de San Telmo tienen otra novedad del sector privado. Resulta que ya está anunciada la obra del Quartier Garay, una torre de 27 pisos en Avenida Garay al 700, de ésas con amenities, pileta y cancha de algo. Ya se demolió mucho en la cuadra para hacer lugar al monstruo. Los vecinos comentaron el tema con los funcionarios, que se dedicaron a mover la cabeza en pésame, decir ¡qué barbaridad! y jurar que nada pueden hacer.
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