Sábado, 25 de abril de 2009 | Hoy
Por Sergio Kiernan
Este miércoles por la noche, el director general del Casco Histórico Luis Grossman se dedicó a insultar en público a una ONG dedicada al patrimonio. Como olvidado de que estaba “en funciones” –presentado con su cargo y como orador de honor, en función de ese cargo–, Grossman atacó a “esos que viven en Recoleta y no sé por qué se meten con San Telmo”. Estaba hablando del tema de los adoquines en la calle Defensa y la alusión, clara para todos, fue a Basta de Demoler.
El encuentro fue en la librería Fedro –como el libro y no la heladería–, que es una sorpresa de la calle Carlos Calvo 578, cargada de buenos libros y con un espacio para chicos y otro para muestras y encuentros. Justamente, la ocasión era la presentación de “Tinta Roja en el gris del ayer”, un multimedia de Mario Bellocchio, patrimonialista y editor del periódico barrial de Boedo. Tinta Roja es un “antes y después” de rincones de Buenos Aires usando fotoshop y superponiendo dos momentos de un mismo lugar, muy original y bonito.
La muestra se inauguraba con una mesa redonda, “Preservación del Patrimonio Histórico”, moderada por Leticia Maronese, secretaria general de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural porteño, y con Grossman y el arquitecto José María Peña, creador de la primera Area de Protección Histórica y del Museo de la Ciudad.
La mesa redonda fue realmente notable. Maronese estuvo toda la noche atacando la “museización” de San Telmo, tema que parece desvelarla, y tirando mala onda a la preservación. Algo que quedó en claro en sus largas, muy largas intervenciones fue su escaso conocimiento profesional del tema. Como se notaba, hasta aclaró que era socióloga y no arquitecta, pero nada le impidió mostrar una constante hostilidad hacia el rigor en la conservación del patrimonio. Peña habló con su habitual humor y sencillez, recordando los tiempos en que se demolía alegremente y no existía siquiera la noción de patrimonio edificado.
Grossman se dirigió de inmediato al tema que lo tiene resentido, el del adoquinado de la calle Defensa. Su sinuosa exposición, que se fue de su conventillo natal en Abasto a París y Barcelona, buscó ridiculizar las obras que el Ministerio de Planeamiento está realizando en San Telmo, reponiendo adoquinados. El director general volvió a repetir que a él le resulta incómodo caminar sobre empedrados y luego se dedicó a verduguear –no hay otra palabra– a “los de Recoleta” que ponen amparos buscando preservar los adoquines.
Como el grupo aludido, Basta de Demoler es un referente formal en las obras en el barrio, y como la restauración y reinstalación de adoquines en el Casco Histórico son política pública asumida por el Ministerio de Planeamiento, las palabras de Grossman resultaron preocupantes. ¿Sería un cambio de política del gobierno porteño? En la Subsecretaría de Patrimonio del Ministerio de Cultura porteño, de la que depende Grossman, desmintieron a m2 que se trate de un cambio de planes. ¿Grossman representa la opinión del ministerio? fue la pregunta. Y la respuesta fue tersa: No.
Con lo que el episodio del miércoles en la mesa redonda no pasa de una agresión de un funcionario que tiene problemas en acordarse de que es funcionario y debe comportarse como tal. Si Grossman hubiera estado esa noche como ciudadano particular y la invitación al evento no hubiera lucido el escudo de la Ciudad, el incidente no pasaría de una anécdota menor. Pero se trata de otra infortunada intervención de un director general de Casco Histórico que no pierde chance de mostrar su hostilidad hacia el patrimonio y hacia las personas que se esfuerzan por preservarlo.
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