Román Vitali es reconocido en el mundo del arte y el diseño por sus cuentas acrílicas facetadas, con las que materializa su desvelo por las relaciones humanas. Trabajo meticuloso, obsesivo y detallista, le valió ser reconocido por la importancia de su libro Tangible, de la publicación alemana Die Gestalten Verlag.
› Por Luján Cambariere
Mientras él está internado en un nuevo proyecto –la familia que uno elige y la que hereda, esa que a veces contiene pero también asfixia o genera extrañeza–, como siempre en las fronteras del diseño con el arte y del arte con el diseño, de la geometría con las emociones y de todo tipo y factor de vínculos, Román Vitali fue elegido por su trabajo manual meticuloso, laborioso y detallista, por la Die Gestalten Verlag para su libro Tangible. Esta publicación alemana se ocupó de rastrear por el mundo a quienes desde el diseño, la arquitectura, la artesanía o el arte ostentan piezas que dan cuenta de una obsesión extrema. Un hacer manual denostado por otra parte en estos tiempos, en diversas materialidades, con ejemplos de verdaderos records. Una calificación que de mano de los alemanes es cosa seria.
“Hicieron un trabajo de curación como si el libro fuese una muestra donde lo manual con relación al gesto sea el hilo conductor de la búsqueda. En las obras, lo digital y lo artesanal conviven de una manera muy fresca. El gesto manual articulado desde la obsesividad, se desvanece como tal. Nunca se sabe bien cuándo empieza y cuándo termina la mano del hombre gestando esas obras. En el libro, la mayoría de las obras devela neurosis y placer en el hacer”, señala el propio Vitali, sorprendido de que los alemanes descubrieran esa meticulosidad que entreteje en su estudio en Rosario.
De nuestra parte no queda más que felicitarlos, porque si hay un laborioso, ése es Vitali. Desde que desculó cómo estaba tejido el rosario de cuentas acrílicas que tenía su abuela en la cabecera de su cama, nunca más paró. La cuestión es que, paralelamente a la carrera de Bellas Artes, Román había estudiado Psicología, así que, desde el inicio, vida y obra se entremezclan, una sirviendo de disparador a la otra, sobre todo para dar cuenta, como dice él, de una autorreferencialidad en la que nos descubrimos todos.
“Ya de chico fui un jugador compulsivo de rastis. Me pasaba horas armando personajes, robots, autos, palacios, ciudades. Así que en realidad, cuando comencé a trabajar con las cuentas, hice un pasaje del material plástico de mis juguetes y el sistema constructivo. Estudié en paralelo Psicología y Bellas Artes, pero como ambas carreras eran muy demandantes terminé decantando por el tema del arte y el diseño. Igualmente uso mucho la psicología en mi obras, ya que trabajo con las relaciones humanas, los vínculos familiares. Cuestiones que tienen que ver con el amor, la felicidad, el afecto. Ahora justamente, en una muestra para Montevideo, estoy trabajando la idea de familia desde dos lugares. Es un ensayo sobre la construcción de la familia. Como en este momento uno construye la idea de familia desde lo genealógico, la que hereda y con la que convive y otra más contemporánea, que tiene que ver con nuestros amigos, parejas, amantes. Cómo cohabitan las dos. Cuándo lo familiar se vuelve extraño, y lo más cercano a uno es ajeno”, detalla.
¿El primer contacto con las cuentas? “Fue un rosario tejido, manualidad de la década del ‘70, que tenía colgado mi abuela en su cama y eso me parece que ya resume en un punto un montón de cosas que tienen que ver con mis piezas. Empecé a investigar cómo estaba tejido, estructurado casi como legos, rastis. Por encastres.”
Enseguida comenzó a aplicarlo para piezas de diseño, carteras, bolsos, juegos. Y en objetos e instalaciones de arte. “Me interesaba esta relación entre lo geométrico y lo figurativo y cómo lograr una figura humana desde una lógica geométrica, y a la vez cómo se mete la idea de la computadora, que está muy presente en mi obra desde el píxel a la cosa matemática o de las estructuras o sistemas contables, numéricas. Un equívoco en un número hace que tenga que desarmar todo. Empecé con cosas muy simples, me interesaba crear estructuras sin esqueleto, hechas por tensión de la tanza, generar cuerpos vacíos que tarde o temprano revelan su contenido.”
“Siempre me interesaron los valores humanos más básicos. La relación entre el amor, la belleza y la felicidad. Cómo uno construye, diagrama y diseña, desde lo cotidiano y acciones mínimas, la felicidad. La relación entre lo imaginario, lo real, lo simbólico.”
Así, estas piezas le sirvieron para hacer desde casas que después de estar meticulosamente construidas durante meses, se rajan al medio con una máquina, flores de jardines artificiales expuestos nada menos que en Casa de América en España, un gimnasio y hasta Trofeos de Caza Humanos (“A cuenta de esta historia de cazar al otro, de los casados, atrapados”, explica).
“Muchas son piezas muy geométricas que tienen que ver con obsesiones matemáticas o las temperaturas de los materiales, del color, con esa vibración. Y otras con temas más puntuales como el proyecto del gimnasio, Vital Gym, que pasó por intervenir una galería de arte y transformarla con mancuernas, puching balls, que tenían esta cosa del absurdo porque las piezas no pesaban y el puching ball te lastimaba.” También tiene una línea de luminarias con las que trabaja, entre otros temas, la cuestión de la energía humana. “Si pensás en Kandinsky y su discurso estético sobre despertar la capacidad de captar lo espiritual en las cosas materiales, eso que trasciende la piel de un objeto es lo que a mí me interesa.”
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