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Sábado, 20 de junio de 2009

El Cabanyal en la Corte

Los defensores del barrio histórico de Valencia lograron un fallo que obliga al Ministerio de Cultura español a contestar si la demolición de 1651 casas es o no un "expolio". Esto abre las puertas para una batalla judicial que pueda salvar un patrimonio modernista de alto valor.

 Por Sara Pedrola y Sergi Tarín

La tarde del miércoles 10 de junio el viejo matadero de la calle San Pedro era un hervidero. Allí, el grupo Salvem el Cabanyal instaló sus cuarteles hace once años y desde allí se han urdido todo tipo de resistencias para evitar que la prolongación de la avenida Blasco Ibáñez se engulla centenares de edificios. La asamblea apretujó a más de 50 vecinos que escucharon con la respiración anudada en la garganta las explicaciones de la abogada Adelina Serna. No era para menos. Tras varias sentencias en contra, el Tribunal Supremo, máxima instancia judicial, daba un giro copernicano en sus argumentos y fallaba a favor de Salvem, que desde hace una década advierte del grave deterioro patrimonial que sufre el barrio.

La nueva sentencia no admite réplica ni ambigüedades: el Ministerio de Cultura deberá pronunciarse sobre si existe o no expolio en los planes del Ayuntamiento (en manos del Partido Popular) de derruir 1651 viviendas para estirar la avenida hasta la orilla del mar. Muchas de las casas son ejemplares únicos de un modernismo popular y marinero concebido a principios del siglo XX. Un pedigree que se sustancia en fórmulas de protección específicas como la de BIC (Bien de Interés Cultural).

¿Cómo afectará la decisión de Cultura a los cimientos del barrio? Si el Ministerio determina que no hay expolio, el horizonte volverá a ser el mismo que existía antes de la sentencia. En cambio, una condena al proyecto ofrecería a Salvem una segunda oportunidad para recorrer la senda de los tribunales, pero no en solitario como hasta ahora, sino con el apoyo del gobierno español.

Esta nueva expectativa fue la excusa para descorchar un par de botellas de cava. Los vecinos de Salvem se han acostumbrado a celebrar las victorias, por pequeñas o provisionales que sean, con una alegría proporcional a la amargura con la que sufren las derrotas. Por eso la asamblea finalizó con un brindis por el futuro del Cabanyal.

DRAMA Y EPICA

El Cabanyal lleva en sus genes el determinismo de una historia repartida entre el drama y la épica. Tierra de pescadores modelados por la miseria y los naufragios, pero también tierra fértil, emprendedora y tejida por esa solidaridad primitiva que emana de la pobreza. Un paisaje que supo describir con precisión Vicente Blasco Ibáñez en su novela Flor de Mayo. Curiosamente, se trata del novelista valenciano que da nombre a la avenida que hoy pone en peligro al Cabanyal.

El origen inmediato de esta amenaza se sitúa en 1988, cuando el Partido Socialista promulgó un plan para la ciudad que dejó al Cabanyal sin protección. Fue una puerta abierta que aprovechó el Partido Popular en 1998 para aprobar unilateralmente la prolongación de la avenida. Ese mismo año se fundó Salvem el Cabanyal como catalizador de la oposición ciudadana al plan y para reivindicar una rehabilitación integral del barrio. Las fórmulas han sido diversas: manifestaciones, caceroladas, huelgas de hambre, semanas culturales, exposiciones, jornadas de puertas abiertas de las casas. La última, un concierto de rock el 13 junio que reunió a más de 3000 personas.

Otra vía de actuación de la plataforma se ha centrado en la denuncia en los tribunales. Antes del último fallo del Supremo, cabría seguir el trazo de una orografía tortuosa plagada de sentencias contradictorias emitidas desde diferentes juzgados. Salvem siempre ha creído que la prolongación de la avenida atenta contra la Ley de Patrimonio Cultural. Así lo avalan sesudos informes emitidos por la Universidad de Valencia, la Sindicatura de Agravios y hasta en su día por el gobierno valenciano, a través del arquitecto Ignacio Casar, que fue relegado de su cargo de manera fulminante.

Esos informes, según Salvem, habían pasado inexplicablemente inadvertidos para los jueces. Ahora serán la principal documentación con la que contará el Ministerio a la hora de pronunciarse sobre la existencia o no de expolio. Por su parte, el Ayuntamiento ha declarado que la sentencia del Supremo no afecta al plan y que continuará con la adquisición de inmuebles y su consiguiente derribo.

DROGA Y DEGRADACION

Los 11 años que lleva el proceso han deteriorado el rostro del barrio. En los últimos meses, las compras y demoliciones se han acelerado y algunas calles, como la de San Pedro, presentan un auténtico sarpullido de solares. Traumática ha sido la desaparición de la casa de la Palmera y de uno de los emblemáticos miramares: torres donde antiguamente subían las mujeres al atardecer para escrutar en el horizonte la llegada de los pescadores. De hecho, la crisis económica está obligando a muchos propietarios a vender las casas muy por debajo del precio de mercado.

En la otra orilla, los vecinos que no quieren abandonar sus hogares denuncian presiones por parte del Consistorio. Aseguran que muchas de las viviendas de propiedad municipal son ocupadas masivamente por gente sin recursos y que no se ha movido un músculo por erradicar la droga que, desde hace años, emponzoña la convivencia entre los vecinos. Esta situación ha forzado que muchos abandonen el barrio.

Sea como fuere, una decrepitud patrimonial y una hemorragia humana a las que Salvem quiere seguir poniendo freno. La última invención es la campaña "Fes soroll amb cultura" (Haz ruido con cultura), destinada a recoger firmas de apoyo entre la gente más notable de la vida cultural española. Se trata de persuadir al gobierno español para conseguir una respuesta rápida y favorable que ahuyente del Cabanyal el zumbido de las excavadoras.

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