En muchas oportunidades los espacios son interpretados en clave plástica por un creador que no es del palo de la arquitectura. En menos ocasiones los no-arquitectos utilizan una temática tan árida como un edificio en construcción como tema a desarrollar. En la muestra de Jorge Miño en el último nivel del MARQ, este artista muestra una serie de impresiones digitales que cubren una faceta de búsqueda formal en torno de las observaciones de estructuras de un modo intenso.

Son trabajos en que las líneas y los planos definen espacios que van desde la figuración de los componentes utilizados como columnas y vigas; andamios y caños; encofrados y herramientas de obras a una composición que en su conjunto organizan espacialidades complejas cercanas a la abstracción teñida con la sensación de infinito.

Es un intento de llevar desde el plano de la imagen fotográfica, pasada a la computadora y luego impresa. Este trabajo de forma de producción indirecta recuerda de un modo directo y un modo análogo el lugar que el grabado tradicionalmente ocupó como disciplina al servicio de la reproducción en serie y a un tipo de arte vinculado de manera directa con el material impreso.

Se exponen por un lado trabajos que recuerdan a paisajes en cuanto son miradas fijas y poco angustiantes, y por el otro espacios que se vinculan, en un mayor grado, con elaboraciones de difícil definición y de gran poder de atracción que en definitiva son juegos geométricos.

Estas últimas parecen traer a la memoria las cárceles imaginarias de Piranesi, en donde cada obra representaba un espacio infinito y cercano a la irrealidad de inmensas magnitudes.

Jorge Miño es un correntino egresado de la escuela de Bellas Artes Rogelio Yrurtia de la Carlos Morel. Ganador del primer premio del Salón Nacional de Rosario en el Museo Castagnino que desde el 2004 expone regularmente en salones y exposiciones individuales, esta vez lo hace en un ámbito de preponderancia arquitectónica, el cual parece ser de su interés.