Sábado, 23 de enero de 2010 | Hoy
Especializado en equipamiento urbano y espacios públicos, el diseñador industrial argentino Ignacio Ciocchini es el responsable de varias de las nuevas propuestas implementadas en la Gran Manzana.
Por Luján Cambariere
En los últimos días del año comenzó a circular un mail donde la Bryant Park Corporation, empresa estatal que se ocupa de uno de los parques más emblemáticos de Manhattan, invitaba a votar para elegir entre las distintas propuestas de cestos realizadas por su director de diseño. Más allá de votar sobre algo que acontece a kilómetros de distancia, la invitación sirvió para descubrir que nada menos que un diseñador industrial argentino formado en la Universidad de Buenos Aires, Ignacio Ciocchini, era el responsable de esta movida en la Gran Manzana. Ciocchini es además director de diseño de otras dos grandes corporaciones de similares características –34th Street Partnership y Chelsea Improvement Company–, para las que desarrolla desde señalética, cabinas telefónicas, pasando por tachos de basura, quioscos, cercos, bicicleteros, luminarias y carteles que ya forman parte de la ciudad desde la que nos habla sobre su trabajo.
–Tengo 40 años, nací en Morón. Cursé mi carrera en la Universidad de Buenos Aires y me recibí de diseñador industrial en el ‘92. Viví en Castelar hasta los 7 años y luego nos mudamos a General Pinto, una ciudad a 400 kilómetros de la Capital. Crecí en una familia en donde el arte estuvo siempre presente, ya que mi abuelo, Cleto Ciocchini, fue un reconocido pintor argentino. En la actualidad hay un museo y una calle en Mar del Plata que llevan su nombre. Sus pinturas, que siempre llenaron las paredes de mi casa, fueron parte de mi infancia y de mis primeras impresiones sobre el arte y la vida en general. Mi padre es médico cirujano y tiene una habilidad mecánica increíble. Aprendí muchísimo de él y de mi madre, que siempre nos estaba leyendo libros de arte y llevándonos, a mí y a mis tres hermanos menores, a visitar museos en Buenos Aires. Enfrente de la casa donde crecí había una fábrica de maquinarias agrícolas, y yo siempre iba por ahí a observar a los operarios y las máquinas. También había una carpintería muy grande que me llamaba la atención. Cuando llegaron a la ciudad los primeros juegos de video y pin-balls (flippers), yo tenía 12 años. Me llamaron tanto la atención que empecé a dibujar y construir mis propios juegos mecánicos en casa. Con la ayuda de mi padre, la fábrica y la carpintería, los modelos fueron mejorando hasta que todos mis amigos venían a jugar a casa. Me preocupaban tanto la estética y las tácticas de juego como que las partes fueran simples y fáciles de fabricar. Cuando terminé el secundario no tenía idea de que existía el diseño industrial como carrera, pero al tomar un test vocacional me salió al tope de la lista. Empecé a investigar sobre la carrera y, una vez que entendí de qué se trataba, supe que era lo que quería hacer. La idea de poder crear productos para resolver un problema funcional, pero a la vez manteniendo una clara intención estética, me pareció muy interesante y de repente empecé a ver diseño en todos lados.
–Cuando vine a Nueva York por primera vez, tomé varias clases de diseño en la Universidad Parsons, en el programa que aquí llaman Continuing Education. Luego también hice un certificado de diseño y fabricación en 3D en la Universidad de Nueva York, en la Escuela de Estudios Profesionales. Mi idea era conocer un poco cada universidad y después hacer un master en la que me sintiera más cómodo. Lo que sucedió fue que comencé a hacer contactos y varias empresas me empezaron a ofrecer trabajo free-lance. Con el tiempo, los trabajos fueron creciendo en cantidad y tamaño, a tal punto que ya no me quedaba tiempo para hacer mucho más. Finalmente algunas de las empresas para las que trabajaba empezaron a pedirme que me sumara al equipo permanentemente, así que aquí estoy en Nueva York, ahora como director de Diseño de tres de ellas.
–Mi primer trabajo fue diseñar un sistema de carteles exteriores para negocios. Era parte de un programa de asistencia a comercios pequeños en Manhattan. El programa asistía a los dueños, la mayoría inmigrantes recientes, con el diseño del frente del negocio, los carteles, las vidrieras y el logo. A la vez comencé a diseñar una cabina telefónica para Nueva York que llevó varios años de desarrollo. El producto recibió un premio de la Comisión de Arte de la ciudad de Nueva York en 2001, se publicó en el diario The New York Times e hizo que mucha gente me conociera.
–Probablemente sea la colección de muebles urbanos que diseñé para el barrio de Chelsea, los cuales fueron instalados recientemente. La colección comprende tachos de basura, lámparas de fachada para iluminación peatonal, carteles internamente iluminados para la identificación de las calles, un sistema de señalización para regular el estacionamiento de autos, y también zonas para plantar árboles y plantas en las veredas que están demarcadas por una verja de protección. Para completar la colección, estoy diseñando un banco para tres personas que tiene la posibilidad de convertirse en el modelo estándar para toda la ciudad. Otros diseños que obtuvieron reconocimiento son un bicicletero con el que salí tercero en una competencia internacional que organizó la ciudad de Nueva York, una unidad móvil de información que ya se está usando en seis barrios diferentes de la ciudad y una máquina expendedora de diarios.
–Estoy especializado en diseño urbano, equipamiento urbano, espacios públicos, parques y sistemas de señalización, aunque ocasionalmente trabajo en otras áreas del diseño. Creo que el espacio público es la próxima frontera y el desafío que tiene el diseño en general porque existe una necesidad clara de mejorar la calidad de vida de la gente. Creo que si se les prestara la misma atención y esfuerzo a los espacios urbanos y públicos que se les presta al interior de las viviendas o espacios comerciales, la calidad de vida en las ciudades sería muy diferente. Es un trabajo muy difícil, pero hay que empezar de a poco a proponer soluciones multidisciplinarias y diferentes para lograr ambientes urbanos más cálidos y cómodos para la gente.
–En Bryant Park Corporation nos esforzamos constantemente para mejorar el espacio público y lograr que la gente se sienta en el parque tan cómoda como se sentiría en su propia casa o jardín. Para lograrlo, observamos cómo las personas usan el parque, hacemos estudios de sus actividades y realizamos encuestas para determinar cuáles son sus ideas y opiniones. Toda esta investigación genera productos e ideas diferentes. Uno de estos proyectos son los tachos de basura que diseñé y que estamos testeando en este momento. Después de considerar más de quince conceptos diferentes, elegí el concepto inspirado por la naturaleza, las flores y plantas. El concepto surgió de pensar en que la basura puede ser muy valiosa y los tachos de basura no tienen por qué estar relegados a tener una forma aburrida, un color oscuro o estar instalados en un rincón. El prestarle una atención extra a este producto le indica al usuario instantáneamente que alguien realmente tiene un interés importante en mantener este lugar limpio y agradable, y puede generar un cambio de mentalidad. El objetivo es que genere atención para un programa de reciclaje que comenzará en abril de 2010, para el cual se instalarán más de 100 unidades. En este momento instalamos tres prototipos con colores y detalles diferentes, y le estamos pidiendo a la gente que vote por su modelo preferido en nuestro blog (blog.bryantpark.org). Las partes son de fundición de aluminio pintadas al horno, acero inoxidable repujado y metal desplegado, y fueron desarrolladas y fabricadas directamente desde archivos 3D. Otros proyectos del parque en los que trabajé son un sistema de señalización que incorpora mapas, folletos, información histórica y reglas de uso, sillas móviles y plegables con mesas incorporadas, un espacio lounge con sillas, sillones, sofás con colchones, mecedoras y una pérgola con plantas, la zona de lectura en el parque, la zona de juegos, la zona para tejer, la zona de ajedrez, el petanque (bochas), el ping-pong, el café, sandwiches y ensaladas, el quiosco de información al turista, la calesita, entre otros.
–Mi función es doble: soy diseñador industrial, pero al mismo tiempo soy el director de Diseño para las tres empresas, donde dirijo a un equipo creativo conformado por varios profesionales de diferentes áreas. Mantener el equilibrio entre ser diseñador, desarrollar productos y ser manager es siempre un desafío que me mantiene muy ocupado. El objetivo es continuar generando productos innovadores que sean útiles, que puedan comercializarse y se usen en otros espacios públicos, como es el caso de varios de mis productos. Ahora estoy trabajando en una nueva línea de productos que van a llevar la marca Bryant Park. Muchos de ellos serán productos comerciales que tendrán una relación con el parque.
–En Nueva York hay muchísima energía, se siente en la calle, en la gente. El ritmo de trabajo puede llegar a ser agotador aunque ahora, con el cambio en la economía, está un poco más tranquilo. Hay un contacto diario con gente de todas partes del mundo que le genera a la ciudad una identidad diferente del resto de Estados Unidos. Trabajar en Nueva York es definitivamente una experiencia enriquecedora. Además, uno tiene la posibilidad de acercarse a otros países. Por ejemplo, en las empresas para las que trabajo estamos mucho en contacto con Canadá, Europa, Corea y China.
–Bryant Park Corporation tiene un Departamento de Seguridad con guardias que cuidan el parque constantemente. Nueva York ya no está considerada una ciudad tan peligrosa como lo era antes. El crimen ha bajado muchísimo durante los últimos diez años. Y el rediseño, cuidado y mantenimiento de los espacios públicos está considerado como parte de los muchos factores que contribuyeron a la reducción del crimen.
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