La lámpara Inout tomó vida propia al ser reinterpretada por colegas y amigos de su creador, el diseñador, periodista y editor Ramón Ubeda. Todo resultó en un libro con colaboraciones de popes como Ross Lovegrove e Ingo Maurer.
› Por Luján Cambariere
Como si fuera la de Aladino, de esta joven lámpara salen comentarios, chistes, piropos, ilustraciones, fotografías, caricaturas, historietas y todo tipo de dibujos. Es por eso que el libro Inout & Friends acaba de ver la luz, valga la redundancia, en Barcelona. El que logró esto es Ramón Ubeda. En su doble rol de editor, “veterano de la prensa especializada” (como lo califican algunos, aunque es un tipo joven) y diseñador, primero la creó junto a Otto Canalda y, como tuvo tanta repercusión, no pudo con su genio y vicios de periodista, y la hizo publicación. Así, la riqueza de esta luminaria, más allá de sus propias virtudes, está en los subproductos plasmados en una edición de lujo realizada en colaboración con Metalarte, Bombay Sapphire y Nova Era Ediciones.
“Esta es la historia de una lámpara maravillosa. No tiene ningún genio escondido, pero es mágica, porque gusta a casi todo el mundo y porque ha hecho realidad algunos sueños, en particular el mío de poder parecer un diseñador. La dibujé con Otto Canalda y es el fruto de la experiencia con el polietileno rotomoldeado que adquirimos desarrollando los diseños de otros, que es lo que habitualmente hacemos. No somos diseñadores profesionales al uso. Proyectamos con independencia, a deshoras y sin la presión del encargo. Siempre por intuición. Inout es eso, un ejercicio de ‘olfating oportunidad’”, cuenta Ubeda, arquitecto de formación, periodista de profesión, diseñador por vocación, a quien nosotros conocimos a través de otras publicaciones maravillosas como Sex Design y COCOS Copias y Coincidencias (en este caso junto a Julli Capella), entre otras.
“Uno de esos casos”, continúa Ubeda, “en que la idea e incluso el nombre nacen antes de la definición de la forma. Queríamos hacer una lámpara monomaterial, con los mínimos componentes (apenas media docena sin contar la bombilla) para reducir su coste y facilitar el reciclaje, que tuviera un aspecto monumental. Una altura imponente y prestaciones inéditas, para que pudiera lucir por igual en un espacio interior que exterior. Con elegancia aunque se ponga a llover. Una luminaria que fuera diferente y sorprendente por sus cualidades pero no por tener formas extravagantes. Queríamos una lámpara para todos los públicos y por eso la dibujamos con una silueta que resulta familiar. Esa es una de las claves de su éxito. La otra es su envergadura. La mayor de la familia Inout alcanza los dos metros y quince centímetros, la misma estatura de Pau Gasol (basquetbolista español). Es una pieza de campeonato, la primera de una nueva tipología que nació con ella en 2003. Desde entonces se ha convertido en la lámpara más reconocible del diseño español. Una parte de ese éxito que es también internacional se tiene que atribuir al buen trabajo de Metalarte en la comercialización. El resto es una mezcla de experimentación, sentido del humor y buena suerte. Hay que tenerla para que un diseño tenga la acogida que ha recibido Inout. Y hay que agradecerlo. Una lámpara tan singular se merecía un homenaje como éste, en forma de libro que recoge su vida y el cariño de mucha gente. Un centenar de generosos friends han colaborado en su realización aportando dibujos, ilustraciones, fotografías, textos y piropos. El resultado, advierto, es un auténtico empacho de Inouts”, remata Ubeda.
¿Otros detalles? La lamparita se cambia gracias a un tapón en la base de la pantalla plisada. La técnica del rotomoldeado fue la elegida, ya que es la única, según sus autores, capaz de lograr una lámpara enorme, traslúcida, autoportante e impermeable que pudiera producirse en una sola pieza. Hoteles, resorts de lujo, oficinas, restaurantes, así como universidades en Tokio y prostíbulos en China, la ostentan en todos sus tamaños, aumentando su fama.
Corren por cuenta de los nombres más fuertes del diseño español y varios destacados de la escena internacional. Desde el arquitecto Joseph Bohigas, pasando por los Hermanos Campana de Brasil a ilustradores, diseñadores gráficos, historietistas y artistas, que en muchos casos se dieron el gusto de customizarlas de las formas más variadas.
Absolutas perlitas, los dibujos de Ross Lovegrove que sentó en ella a su propio pensador de Rodin; Isidro Ferrer, que la transformó en la lámpara de Aladino; Javier Mariscal; Ingo Maurer; nuestro compatriota Alfredo Haberli radicado desde hace años en Zurich, y la fotógrafa holandesa Nienke Kluder (que parece que es la novia de Jaime Hayón), que, además de encargarse de las fotos de la campaña de la lámpara, puso el cuerpo y en una de las tomas la usó para el baile del caño.
“Si pidiéramos a un niño –siempre que haya crecido en nuestro contexto cultural de referencia– que dibujara una lámpara, dibujaría Inout. Este concreto arquetipo formal es, sin duda, una de la razones de su éxito. Es ordinaria en la forma y exótica en las proporciones; tradicional en su función y expresiva en la utilización de los materiales y de la técnica; valiente y humilde al mismo tiempo. Entra a formar parte de nuestro día a día como una novedad que existe desde siempre”, comenta Valentina Crocci, de la emblemática revista Ottagono. Por su parte, María Cristina Tommasini, desde otra de las revistas históricas del diseño, la Domus, señala: “Inout es una lámpara normal –súper normal, diría quizás Jasper Morrison– porque tiene una forma que reproduce exactamente la de la ‘lámpara tipo’. Te entran ganas de tocarla y llevártela donde más te guste, dentro o fuera, precisamente. Hay sustancia en esta forma familiar, porque no hace falta enseñar la funcionalidad, se capta enseguida”.
Con gracia, Daniel Fernández, editor de Edhasa, explica que para él, Inout “tiene bastante de lámpara maravillosa y se comporta como dicen son las mujeres elegantes en las fiestas mundanas, dejándose ver pero sin hacerse notar. Llama la atención sin estridencias, y lo mismo aparece en un hotel playero de Menorca lleno de taquillones castellanos (será por darle el toque moderno al jardín) como te la encuentras en algún sitio trendy de una zona fashion. Vamos, que la lámpara es tan buena que hasta la compra y la enciende y se alumbra con ella gente sin ningún criterio. Y conste que esto es un elogio, y de los mayores que puedan hacerse a un reinvento industrial”.
Por último, citamos otras dos miradas acertadas. La de Anatxu Zabalbeascoa y el arquitecto barcelonés y dueño de Vincon, tienda de diseño, Fernando Amat. A Zabalbeascoa, la Inout le gusta porque de verdad es un objeto con doble uso sin que ninguno de los dos usos entorpezca el otro. “Cosa que ocurre casi siempre, en un sofá cama por ejemplo. Porque es optimista, por su tamaño, material y forma de iluminar. Porque tiene un aire entre familiar y retro que la hace una lámpara con futuro y pasado, aún mejor, ficticio. Casi no se puede pedir más”, remata. Mientras que Amat, según él, pesado defensor de aquella famosa frase de Bob Gill que dice más o menos que una idea no es buena si no somos capaces de explicarla por teléfono, Inout es de las pocas lámparas que existen que pasaría la prueba.
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