Sábado, 6 de marzo de 2010 | Hoy
Los jujeños de Usos arrancaron el año con nueva línea, local a la calle, el interiorismo de varios hoteles de la Quebrada y el lanzamiento de su propia colección de superhéroes: Arca Buz, Pachamother y Diablo al rescate.
Por Luján Cambariere
Primero nos metieron los colores de los cerros. Nos hicieron saber de costumbres nuestras muy arraigadas: el virtuosismo en la doma del cuero (Línea Atada) y la Zafra, su línea más nostálgica. Más confianzudos atacaron nuestra libido sacando el diablo que todos llevamos dentro. La colección se llamó Carnavala y a través de ella desfilaron espejos como el Toruno con la cola misma del diablo y el banco Ojo en madera de cedro y pacará. Aprovechando el estado de embriaguez en que nos embargaron, tensaron aún más el cuerpo y casi con el corazón saliéndose al ritmo del tinku (la prueba del delito es la mesa homónima de estructura de hierro, tapa de cedro y pompones de madera) con la línea Chármiri evidenciaron los fuertes cruces que hay en el Norte con Oriente. Próximamente llega Copacabana, donde nos enseñan que no tenemos que transportarnos a Río de Janeiro, para invocar su nombre.
Mientras tanto, estos neocollas, hablamos de los arquitectos Arturo de Tezanos Pinto y Carlos Gronda, van por más y arrancan el año con novedades varias: local a la calle, la finalización de la arquitectura e interiorismo de hoteles y restaurantes de la Quebrada que realizan desde la subrúbrica Estudio TPG y el lanzamiento de una colección muy especial de superhéroes locales. Una vez más, del modo más esteta, los Usos nos meten el dedo en la llaga y a través de sus objetos nos hacen repensar lo nuestro, desde una mirada actual. Señalan amorosamente la riqueza de trabajar con lo propio y de adueñarse de un imaginario tan poderoso. Todo, con una herramienta, el diseño de mobiliario y objetos que desde 2001 les da más que buenos resultados (sus piezas han sido expuestas en las ferias más importantes del mundo –Feria del Mueble de Valencia, Bienal Iberoamericana de Diseño en Madrid, 100% Design en Inglaterra, LADF-Amsterdam de Holanda, Salon du Mueble de París en Francia y Argdis-Tokio en Japón–). Así que hoy, basta de invocar a Batichicas, hombres arañas y Supermen. Con ustedes: la Pachamother, el Arca Buz y el Diablo del Carnaval.
“Héroes supercontemporáneos” llaman a esta nueva línea de juguetes de colección que viene provocadora casi en idéntico pack que el de las sagas importadas (pero que acá obviamente se alinea más con la versión retablo que la de los embalajes made in China). Eso sí, cuando se abre la caja que sirve de escenario para presentarlos, no se encuentra el típico muñeco articulado de plástico sino los materiales más nobles y tintes especiales. Imágenes de 25 cm de alto talladas en palo santo con accesorios de asta, alpaca (plata boliviana) y metal pintados, por ahora, en tres versiones que representan a algunos de los personajes más emblemáticos del mundo andino. En plus, cada uno viene acompañado de un texto con una memoria que detalla sus superpoderes: abundancia, fertilidad, solidaridad y, por qué no, un poco de diversión y erotismo.
“Los hacemos recontemporáneos, como en oposición y con un fondo de comic supermoderno (en un tríptico que es la caja). Representan esos valores de nuestra cultura que se están perdiendo e intentaremos rescatar de cada personaje, lo mismo que intentan representar los superhéroes yanquis, pero éstos son bien norteños”, cuenta Tezanos Pintos. “La idea es poner en valor nuestros personajes llevándolos a la escala de superhéroes andinos. En definitiva nos pasamos la vida soñando con los extranjeros en slip azules, capas rojas, antifaces negros, teniendo los otros aquí, rodeándonos constantemente con poderes mucho más contundentes. Es un despertar, entrecerrando los ojos, recuperando infancia e imaginándolos en plena acción. Sobre todo porque los nuestros, por ahora el ángel arcabucero, la pachamama y el diablo de Carnaval, representan los valores con los que crecimos”, suma Gronda.
Vale aclarar que, una vez más, esta colección vuelve a representarlos a ellos mismos de un modo íntimo y personal. Carlos, avezado coleccionista de muñecas de porcelana y Barbies y Arturo, para quien de chico “Taiwan quedaba en Bolivia”, de la cantidad de juguetes plásticos que de allí recibía. Los Súper Héroes nacen también por la fascinación de materializar la vasta leyenda que en el Norte abunda”, continúa Gronda. Arcas hasta ahora sólo se hallaban en pinturas cuzqueñas como el caso de los arcabuceros. El diablo, en los trajes carnavaleros o en achicharrados muñecos de trapo como el Pujllay (el diablo de Carnaval) que se desentierra y entierra. Y la Pacha que, si bien es mujer y diosa del cerro, no tiene hasta hoy una imagen que la represente. En este contexto mágico, ellos existen, existieron y encarnan cada cual los más altos valores: el respeto por la tierra y el amor infinito la pacha, el ángel que custodia, guarda y acompaña los sueños y defiende también la libertad y el pujllay, que representa el amor en dosis desenfrenadas. Un diablito travieso y bondadoso, nada tiene que ver con las capas del infierno. En síntesis, los atributos altoperuanos se modernizan, las coronas parecen vinchas. Creemos que todas estas influencias, las de nuestro entorno y las personales, ayudaron a definir las imágenes y la meta de rescatar y valorar a nuestros propios héroes. Así mientras Arturo jugaba con esos muñecos de plástico de la más variada procedencia y junta sin orden ni color desafiantes personajes de caras tortuosas o delicados rasgos orientales, pajaritos con traje, sapos turquesas, varones musculosos, payasos estampados con toile de jouy, nenes con cara de bobos sentados en sillitas, perros alcancía y todo tipo de héroes galácticos y transformers, yo sigo con mis muñecas tradicionales de cabeza de porcelana francesa y cuerpo de madera articulado o Barbies de todo tipo”, remata Gronda.
¿Puntos en común con los foráneos? “Saltan cuando surge lo básico que el superhéroe posee: una casa en un lugar especial, una movilidad, un atuendo y un objetivo por cumplir en esta vida. Además nuestra heroína, la Pacha en clarísima alusión a la Pachamama, no deja de ser una especie de “mujer maravilla” de estos pagos. Para los andinos, la pacha tiene ese lugar privilegiado en el Huancar que es el cerro de arena tornasolada, próximo a Abra Pampa, sobre el que se tejieron infinidad de leyendas, un lugar sagrado y energético”. ¿Acaso como la Isla Paraíso? Mientras que el pujllay con un mundo propio es el fetiche del Carnaval profundo. Varios febreros por las calles polvorientas de Tilcara se ven niños vestidos de diablos, andan en grupo tirando harina, repartiendo albahaca con sus trajes de caprichosas facturas, colores destellantes y espejitos por doquier, a la par de diablos viejos jubilados. De andar más pausado pero con idéntico júbilo”, rematan.
Mientras tanto, Maruvincha es otra marca de Usos que acaba de ver la luz, mediante la que reúnen el universo de los objetos que suelen acompañar algunas de sus colecciones –marcos, candelabros, bateas, todo tipo de contenedores y hasta tablas de asado en madera de mora que deviene con el tiempo en un color anaranjado exquisito–. Esta línea junto con las colecciones estables de muebles se venden en la tienda de diseño Elbajo de reciente apertura en San Salvador de Jujuy. Pero eso no es todo. Con el incremento del turismo en la zona y la conciencia por parte de algunos propietarios de restaurantes y hoteles (sobre todo boutique) de la necesidad de una oferta con identidad, hace tiempo se ocupan de la arquitectura e interiorismo de varios emprendimientos con resultados sorprendentes. El Hotel Casa Colorada en Tilcara, Los Colorados en Purmamarca, la Estancia Colomé en Salta y las hosterías de San Antonio de los Cobres y la Posada del Sol, en Salta y Jujuy, respectivamente, entre muchísimos otros restós y hospedajes. Como muestra, el Hotel Huacalera es uno de los recién estrenados que ejemplifica más acabadamente sus ricos aportes. En él, la impronta neocolonial del edificio original tomó vuelo con su despliegue de imaginario norteño. Colores, texturas y formas que referencian los hitos del calendario festivo. Y miles de detalles únicos. Ya en el amplísimo lobby colocaron tres mesas a modo de apachetas (lugar de ofrendas). “El significado fuerte de estos objetos-esculturas está ligado a los rituales más profundos de nuestra cultura. Es por ello que estas mesas para recibir se ubicaron en el lugar más protagónico del hotel”, cuentan. Además, en ese espacio tampoco faltan los espejos: “Si hay algo característico de nuestro Carnaval, son aquellos espejos que adornan los trajes de los diablos. Puestos de diferentes maneras, con toda clase de ornamentos alrededor. Según la hora del día, reflejan los tonos de los paisajes quebradeños, a través de ellos se tejieron infinidad de leyendas. Dispuestos en el muro logramos ese reflejo que evoca las comparsas”, señalan.
Para dormir eligieron los colores de los ranchos: “De esa manera el huésped se siente en contexto y comunicado con la tierra, con su gente”, rematan. Otras citas de lujo: los llaveros mini ekekos, los techos-citas de colores representando las típicas mantas tejidas y en la barra, el desierto de la Puna.
Por último, es un espacio que la dupla destina a la experimentación con otros profesionales. “Una convivencia artística con otras disciplinas (fotografía, pintura, cine) conformando instalaciones de arte sobre temas de profundo valor cultural”, explica de Tezanos Pintos. “El amañamiento o sirviñacu es una costumbre social ancestral, experimentada por el ‘chango’ y la ‘imilla’ (coya de la Puna jujeña), cuando en ellos se despierta el amor. La primera parte del Sirviñacu consiste en la comunicación por medio de la “espejeada”, rito que consiste en la iluminación de espejos con los rayos solares desde cerros lejanos. Generalmente en la fiesta del Carnaval estas parejas celebran su “compromiso” intercambiando el “casarachi”; desde este instante comienza el amañamiento, es decir unirse en pareja. Las familias de ambos dan su permiso y desde este instante vivirán amaneados descubriendo momentos de felicidad, mitigando el silencio de la soledad, procurando llegar al entendimiento común. Usos experimenta un Sirviñacu con artistas plásticos, músicos, arquitectos. Invita a vivir una experiencia que moviliza los sentidos”, suma Gronda. ¿Para muestra? Camposanto (día de los muertos), la primera instalación que hicieron junto a la fotógrafa y paisajista Tina Anchorena.
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