Sábado, 20 de marzo de 2010 | Hoy
Una de las reglas de esta vida es que buena parte del mejor patrimonio de este país fue construido por las dos o tres mayores entidades estatales jamás vistas por estos pagos. El Banco Nación ostenta algunos de los palacios mejor realizados de Argentina, con tesoros como la sede Bariloche con sus capiteles especialmente creados por un Alejandro Bustillo que buscaba un orden criollo. El Ejército tiene lo suyo, con verdaderos pueblos en medio de la nada y joyas como los cuarteles de Palermo. Ni hablar de las tantas escuelas.
Pero la palma seguramente se la merece la vieja Obras Sanitarias de la Nación, que sigue con el nombre de Agua y Saneamiento Argentinos SA. Ya le alcanzaría con el Palacio de la avenida Córdoba, ya da envidia por sus colecciones de edificios increíbles y su museo de sanitarios victorianos y eduardianos. Pero la empresa tiene además el más completo archivo de construcción del país, literalmente sin par, porque fue la primera entidad que pudo exigir planos en la historia: el que no cumplía, no tenía agua.
Es por eso que el libro que acaba de publicar AYSA es un tesoro y un deleite. Documentos para la Historia del Saneamiento Argentino es un álbum de bellezas coordinado por Jorge Tartarini, director del Museo, editado por Adriana Lauro, directora de relaciones institucionales, y Fernando Villa, del programa de Integración Cultural de la empresa.
En algo más de 300 páginas, el libro se concentra en difundir tesoros gráficos. Están los planos del Colón, de la Casa Rosada, de la Estación Constitución. Hay una notable colección de dibujos técnicos de edificios propios –los depósitos de gravitación, los tanques que antes ocupaban plazas y parques–, de maquinarias e instalaciones, de pozos y surgientes, de puentes y canales, y hasta de los muebles que la vieja OSN mandaba a producir a medida.
Hay piezas de rara belleza, como el diseño para la fachada del Palacio de Aguas de la foto, firmado por Alfonso Pugliese en febrero de 1895, de un metro de largo y realizado en cartulina, con tinta negra y acuarela. O los diseños de puertas para la casa de administración de la firma en Salta, construida en 1904. O el proyecto nunca realizado de estación terminal del Ferrocarril Oeste de Federico Stavelius, de 1895, una acuarela que muestra el corte de un edificio que ojalá tuviéramos.
Como para cubrir todas las tipologías, el libro muestra cómo se aprobaban los aljibes y las redes de agua para casas de patios –como la de Mitre–- y chorizo, además de conventillos y mansiones, y hasta la iglesia de San Ignacio, que también tiene caños y baños.
En fin, una joyita para cualquiera que estime el patrimonio y un objeto de rara belleza gráfica.
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