Sábado, 17 de abril de 2010 | Hoy
La semana pasada abrió San Pablo “Puras Misturas”, una gran exposición que hace de antesala del Pabellón de las Culturas Brasileras. Esa futura institución hará cruces inéditos —arte erudito, popular, indígena y diseño— y volverá a habitar el edificio de Oscar Niemeyer en el Parque Ibirapuera.
Por Luján Cambariere
Es un compatriota nuestro exiliado en México, el investigador Néstor García Canclini, uno de los que mejor analiza estos compartimientos estancos, barreras, dicotomías entre arte popular y erudito, tradición y modernidad, arte y artesanía, producción material y simbólica, entre otras cuestiones que aún merecen su serio debate en Latinoamérica. Pero es como siempre Brasil quien lleva la delantera en estas cuestiones en la región, quien toma cartas sobre el asunto y va a dedicar un mega espacio para hacer efectivos estos cruces. Se trata del Pabellón de las Culturas Brasileras, que va a estar emplazado nada menos que en un edificio de 11 mil metros cuadrados proyectado por Oscar Niemeyer en los años ’50 en el bellísimo y democrático Parque Ibirapuera.
Una fuerte apuesta promovida por la municipalidad de San Pablo que involucró desde el inicio a Adelia Borges como curadora general, con asistencia de Cristiana Barreto, quien fue pionera en apostar a estos cruces cuando era directora del Museu Da Casa Brasileira.
“Puras Misturas” es una expresión del escritor Guimaraes Rosa que sirve como paraguas para reunir parte del futuro acervo del museo en un muestra que abrió el 11 de abril y continúa hasta septiembre. Piezas de arte erudito, popular e indígena, junto a otras de diseño, adquiridas recientemente por la Secretaria de Cultura de la Municipalidad de San Pablo, así como otras que pertenecen a colecciones públicas absolutamente increíbles como los acervos del antiguo Museo del Folclore Rossini Tavares de Lima y de la Misión de Investigaciones Folclóricas emprendida por un legendario nombre fuerte en estas cuestiones, Mario de Andrade.
Si hay algo que se propone celebrar, es la riqueza y diversidad de la cultura brasileña, presentando un diálogo entre las más variadas formas de creación artística producidas en diferentes tiempos, lugares y estratos sociales. Si hay alguien al que está dedicado este futuro espacio, es al pueblo brasileño y, en él, a todos los pueblos. Sin demagogias ni populismos. “Al construir diálogos entre las culturas letradas e iletradas, cultas y populares, será posible evidenciar cómo ambas se alimentan mutuamente en un proceso permanente de recreación y resignificado que termina por resolver la oposición entre esas esferas”, señala Borges. “Tomamos prestada esa expresión paradojal y contradictoria de Guimaraes Rosa porque expresa con poesía el mestizaje que constituye la mayor fuerza de la cultura brasileña. Un proceso dinámico que se está reinventando siempre.”
Así, ocupando un área de 2500 metros cuadrados continuos, sin divisiones, la exposición se desdobla en cuatro módulos. A la entrada, Viva la diferencia oficia de instalación usable con 65 banquitos de variados formatos y materiales, donde los visitantes podrán sentarse. Son bancos confeccionados por pueblos indígenas –vale recordar que Borges ha hecho varias muestras sobre este tema que la apasiona–, comunidades artesanales de varias partes del país, artesanos contemporáneos y diseñadores de la talla de Sergio Rodrigues, Carlos Motta, Marcelo Rosenbaum, Michel Arnoult, Nido Campolongo, Claudia Moreira Sales, Lina Bardi, Marcelo Ferraz, Marcelo Suzuki y la argentina Delia Berú, radicada hace más de 30 años en San Pablo.
La secuencia continúa con Abre Alas, esculturas y objetos utilitarios que conducen a los visitantes por un viaje al Brasil profundo. En ese módulo dan el presente obras de artistas como Bispo do Rosario, Getúlio Damado, José Francisco da Cunha Filho y José Maurício dos Santos, entre otros.
En De Misión a misión, una línea de tiempo construida en un panel de 180 metros de largo detalla los hitos históricos de las principales iniciativas de difusión de la diversidad de la cultura brasileña. Si hay algo también admirable en los brasileños, son estos personajes que se plantearon estos temas cuando eran impensados para muchos. El panel se inicia con la misión de investigaciones folklóricas realizadas en 1938 por iniciativa de Andrade, pasando por nombres como Gilberto Freyre, Aloisio Magalhaes y Lina Bo Bardi, hasta llegar al proyecto del pabellón.
Volviendo a Canclini y a través de él a otro brasileño citado en su libro Culturas Híbridas, José Jorge de Carvalho: “No es posible comprender la tradición sin la innovación”. El porvenir del pasado está en dialogar con el presente, derribando prejuicios varios, como los que siguen relacionando al día de hoy lo popular con lo excluido, la tradición con lo inalterable. “Ni la modernización exige abolir las tradiciones, ni el destino fatal de los grupos tradicionales es quedar fuera de la modernización”, explica Canclini cuando alerta sobre la puesta en escena de lo popular. Lo interesante es que este nuevo espacio situado en un lugar neurálgico para la cultura y la vida misma de la ciudad de San Pablo, propiciará el debate.
Siguiendo con ella, Fragmentos de un diálogo es otro de los módulos propuestos, esta vez nada menos que con la participación del genial José Alberto Nemer, estudioso, artista y creador junto a Heloísa Crocco del maravilloso proyecto Piracema, que forma parte del equipo de curadores, basado en manifestaciones culturales bien distintas. Allí se reúnen en un mismo espacio obras de artistas “eruditos” como Alex Flemming, Di Cavalcanti, Emmanuel Nassar, Farnese, Fulvio Pennacchi, Luiz Hermano, Mauro Fuke, Rubem Grilo, Samico, Tarsila do Amaral, Vicente Rego Monteiro, Victor Brecheret, y “populares” como Alcides Pereira dos Santos, Artur Pereira, J. Borges, José Antonio da Silva e Zé do Chalé. En plus, entre los diseñadores, habrá piezas de los Hermanos Campana, Ronaldo Fraga y Lino Vilaventura. Mientras que el arte indígena estará representado con diferentes pueblos como los Mehinako del Mato Grosso, los Tukano del Amazonas y Kadiweu del Mato Grosso do Sul, además de las piezas arqueológicas de la cultura Marajoara.
El estudio de Pedro Mendes da Rocha fue contratado para la restauración y adecuación al uso museológico de la antigua construcción. Ya que el pabellón deberá contener todo el acervo del antiguo Museo del Folclore Rossini Tavares de Lima, que suma cerca de 3600 objetos entre cerámicas, ropa, grabados, pinturas, esculturas, 2200 fotografías, 400 registros sonoros y 9750 libros y documentos. Además de otros que se centralizarán allí como el Andrade, y obras de arte indígena del Museu da Cidade, entre otras, muchas de ellas inaccesibles hasta el momento para el público en general.
El ministro de Cultura de San Pablo, Carlos Augusto Calil, afirmó que la iniciativa de crear el pabellón tiene que ver con dar visibilidad a colecciones absolutamente maravillosas, pero sobre todo a actualizar el notable esfuerzo de esos intelectuales que trabajaron tanto en esta línea hace más de 70 años, como Bo Bardi cuya exposición La mano del pueblo brasileño marcó el imaginario de su generación. A ellos y su legado dedican esta nueva institución. Un testimonio importante al que quisimos sumar el de Borges, la gran mentora de esto que fue largo tiempo su sueño, una idea, y ahora realidad:
–Esta muestra quiere ser un aperitivo del pabellón. La decisión de hacerla fue del ministro Cultura de la ciudad de San Pablo. El edificio construido en los años ’50 precisa de una bella reforma y al compartir el proyecto con la comunidad será más fácil conseguir los recursos. Pero sobre todo, también, tiene la meta de no imponer un nuevo museo de arriba para abajo sino de someterlo a la apreciación de todos los ciudadanos. De transparentar las decisiones, de que todos formemos parte
–Mostrar que en un país, pienso que todos los nuestros lo son, las fronteras entre lo erudito y popular son mucho más tenues de lo que parecen y a veces inexistentes. Y poder mostrar que una de las grandes, o la gran riqueza, está en este saber popular, que debe ser visto como una fuerza vital.
–Al enfocar apenas en un objeto con varios tipos de soluciones de diseño, queremos apuntar a mostrar cómo la diversidad forma parte de nuestra cultura. Además de eso, es una expo “usable”. Las personas los pueden tocar, sentarse. Eso aproxima al público. De hecho el texto de la pared donde están los banquitos señala que todos los objetos ahí presentes tienen una misma función y un mismo propósito. Aunque cada uno es diferente del otro. Los bancos indígenas, hechos de una sola pieza de madera, siguen formatos y grafismos llenos de significados que atraviesan generaciones. Los bancos populares, muchos de autoría anónima, trabajan con materiales que están a mano en las comunidades donde viven sus artesanos y tantas veces encierran valiosas lecciones de confort ergonómico y de uso apropiado de las materias primas. De hecho los concebidos por diseñadores en la actualidad, en algunos casos, beben directamente de esas lecciones populares y en otros reinventan un sentar con léxico contemporáneo. Al exponerlos en conjunto, queremos celebrar la diversidad de la cultura brasileña. Por eso queremos que: “Entren, observen y se sientan a gusto”.
–Sí, absolutamente. Lejos de un perfil nostálgico, éste aspira a ser un espacio de contemporaneidad, en el que las diferentes culturas se puedan encontrar, contraponer y dialogar. Echando luz especialmente a la pluralidad de las creaciones del pueblo brasileño, muchas de las cuales hasta hoy estaban al margen del reconocimiento de la sociedad como un todo. De hecho, hay muchas instituciones en nuestro país dedicadas a la cultura erudita, pero pocas para las creaciones de pueblo y menos que den visibilidad a las de naturaleza inmaterial. Creemos vital, en este momento histórico que estamos viviendo, crear un espacio de legitimación de estas prácticas culturales. Además este es un paso importante para que nos podamos ver como productores de cultura y significados plurales, y no apenas consumidores. Al valorizar la notable creatividad e inventiva de las expresiones culturales del pueblo brasileño, de forma digna y competente, la institución aspira a servir como un espejo en el que los ciudadanos brasileños se reconozcan y sean reconocidos. En síntesis, tender puentes entre lo que se acostumbra a clasificar como “periferia” y “centro”. Con la certeza de que no se respeta y valora lo que no se conoce. Por eso la palabra clave será la inclusión, de temas, perspectivas, lenguajes, visiones, público y culturas. Un museo único en Brasil, que cuestiona las categorías estancas de “museo de arte”, “museo de historia”, “museo de antropología”, para revelar, canalizar e irradiar el poder transformador de la creación popular.
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