LA DESTRUCCIóN SISTEMáTICA DEL
› Por Facundo de Almeida*
En ningún otro lugar el patrimonio arquitectónico está tan asociado al medio ambiente como en el Delta de Tigre. Nos referimos a las construcciones palafíticas –realizadas sobre el agua o en zonas anegables, sustentada por postes de madera– que son la característica distintiva de la zona. El valor arquitectónico, normalmente, se identifica por la calidad y características de una obra singular. Pero quedó atrás la época en que sólo se consideraban “patrimoniales” por lo valioso de sus materiales y la magnificencia de su diseño.
En la actualidad también son reconocidas las expresiones “menores” que reflejan las condiciones de vida o incluso la adaptación del ser humano a un medio ambiente determinado, y más aún si se trata de un conjunto que ha perdurado en un área durante años y dominado su paisaje.
Esto ocurre con la arquitectura palafítica. No son grandes palacios, no llevan la firma de arquitectos prominentes y la mayor parte de las veces son el resultado de una arquitectura “espontánea” que los propios pobladores desarrollan, transmitiendo de una generación a otra los conocimientos necesarios para poder construir a la vera de los lagos, ríos y humedales. Es decir, comprenden también un patrimonio intangible que es el saber constructivo de los habitantes del río. Este tipo de arquitectura fue reconocida por la Unesco como Patrimonio Mundial en los casos de Santa Rosa del Agua (Lago de Maracaibo, Venezuela) y las iglesias de Chiloé (Chile).
La arquitectura palafítica es la característica arquitectónica dominante del Delta del río Paraná, desarrollada para sobrevivir a las crecidas de los ríos, que en unas pocas horas y en forma recurrente dejan las islas bajo el agua. A pocos kilómetros del Obelisco nos encontramos con paisajes privilegiados en un entorno con una rica biodiversidad, es hábitat de numerosos pobladores que tienen una relación indisoluble con el río y refugio predilecto de artistas, escritores y numerosos porteños y turistas que escapan cada fin de semana de la selva de cemento.
Pero, malas noticias, ya lo descubrieron los Depredadores Patrimoniales y sus socios: los funcionarios municipales que toleran e incentivan la destrucción del patrimonio, con acciones u omisiones que contradicen la Constitución, las leyes y el más mínimo sentido común.
No fue suficiente con demoler numerosos inmuebles de esa arquitectura ejemplar que hace –o hacía– de la ciudad de Tigre un lugar apacible y privilegiado para vivir y un atractivo turístico de primer orden. Se empeñan –depredadores y funcionarios– en matar a la gallina de los huevos de oro, destruyendo edificios de altísimo valor patrimonial, como la Quinta Cobo-Anchorena (que fuera sede del Club Tigre) y otros inmuebles de fines del siglo XIX y principios del XX, para reemplazarlos por torres de “arquitectura olvidable”, como la describe, con agudeza, el editor de m2, y le hacen perder carácter y originalidad a una zona apreciada por el turismo, básicamente, por ser única.
Pero fueron por más. Los especuladores representados por la empresa Eidico S. A. arremetieron con Punta Querandíes, un yacimiento arqueológico ubicado en la rivera del Canal Villanueva. Estas tierras pertenecían –o pertenecen, no está muy claro– a la ADIF (Administración de Infraestructuras Ferroviarias) y fueron declaradas de interés por la Cámara de Diputados y el Senado de la provincia de Buenos Aires, que le solicitaron al Estado nacional que se abstenga de venderlas con el fin de resguardar los sitios arqueológicos y sagrados de los pueblos originarios. En las excavaciones, que comenzaron a realizarse luego de las denuncias de los pobladores, aparecieron 100 mil piezas de fauna local y 20 mil fragmentos de alfarería que, si no fuera por la inmediata acción de los ciudadanos, habrían quedado bajo las topadoras.
Los depredadores ni siquiera se detuvieron frente a dos medidas cautelares dictadas por la Justicia bonaerense y, demostrando aún más su ilimitada impunidad, sólo frenaron –y en forma temporaria– cuando los vecinos agrupados en la Asamblea Delta y Río de la Plata (http://asambleadeltayriodelaplata.blogspot.com), la Asamblea Urbano Ambiental de Tigre (www.asambleaurbanoambiental.blogspot.com) y el Movimiento en Defensa de la Pacha pusieron el cuerpo y acamparon en la zona para impedir el atropello.
La intervención del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, autoridad de aplicación de la Ley de Patrimonio Arqueológico y Paleontológico, que protege y declara de interés público los yacimientos arqueológicos, concluyó que “se recomienda liberar el terreno al propietario para que disponga del terreno” (sic)? Los diputados nacionales Horacio Piemonte y Elsa Quiroz (CC), acaban de presentar un pedido de informes en la Cámara de Diputados de la Nación sobre esta conclusión del Instituto.
Esta destrucción fue precedida por otros proyectos, ya mencionados en esta columna, de Isla del Este –ya construido–, Colony Park y Parque de la Isla, situados en la Primera Sección del Delta, la punta del iceberg de nuevas iniciativas que incluyen desmontes masivos, supresión de humedales –-que cumplen una función esencial en el régimen de crecidas y en la velocidad del agua de los ríos, tal como explica Patricia Kandus, doctora en Ciencias Biológicas y reconocida especialista en el tema–, construcción de puentes, privatización de canales y creación de redes viales para la circulación de autos en el interior de las islas.
El concejal de Tigre Luis Cancelo, que trabajó con los vecinos de la Asamblea Delta y Río de la Plata, acaba de presentar un proyecto que, entre otras cosas, establece la preservación de la insularidad de la Primera Sección, prohibiendo la vinculación con el continente por puentes vehiculares, túneles o transbordadores sobre los cursos de agua, impide la construcción de redes viales y la circulación de automotores en las islas, la modificación de los centros de islas, respetando las planicies de inundación, la realización de lagos o lagunas artificiales, y determina que las construcciones familiares o comerciales serán “exclusivamente de tipo palafíticas y de un máximo de dos pisos, asentándose dentro de los primeros 100 metros cercanos a las costas, adaptándose a las características naturales del lugar y sin modificar su condición de inundabilidad”.
Como ya es frecuente en distintos puntos del país, los ciudadanos han tomado protagonismo, se están movilizando y reclamando la protección del patrimonio cultural y medioambiental del área y, tal vez, hagan comprender de una buena vez que es más “negocio” escuchar a los ciudadanos y cumplir con los tratados internacionales, la Constitución y las leyes, que seguir alentando o tolerando a los depredadores patrimoniales.
Licenciado en Relaciones Internacionales.
Magister en Gestión Cultural por la
Universidad de Alcalá de Henares.
http://facundodealmeida.wordpress.com
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