El Rivadavia tiene un plan de recuperación que explícitamente y por ley ordena cuidar el aspecto patrimonial. Mientras, queda en claro un viejo truco para demoler en Barracas.
› Por Sergio Kiernan
Una de las pocas alegrías de tratar de preservar el patrimonio –actividad más vale amargante en el contexto porteño– es que cada tanto se da una buena. A principios de este mes, el Boletín Oficial porteño publicó una de esas, la Ley 3697, que define las obras a realizar en el Hospital Rivadavia según un plan alegremente llamado De Recuperación Histórica. Que este hermoso conjunto de edificios no sea demolido y reemplazado por algo más berreta y rentable, como tramaban algunos, es un mérito de los vecinos del barrio, del personal del hospital y de Basta de Demoler.
La Legislatura aprobó a fines de año la creación del Plan de Recuperación Histórica Integral, definido como un conjunto de trabajos que actualicen el hospital y custodien su aspecto patrimonial. La ley indica que la Ciudad debe utilizar para estas obras la parte proporcional que le corresponde de un préstamo del Banco Mundial dedicado a mejorar, justamente, hospitales y centros de salud a nivel nacional. Pero si para agosto de este año el gobierno nacional no toma este préstamo, los fondos para las tareas en el Rivadavia deberán incluirse en el Presupuesto de Salud 2012 de la Ciudad. En todos los casos, las licitaciones de obra deben realizarse este año.
La ley incluye un catálogo de obras a realizar, la mayoría de mantenimiento y actualización de instalaciones médicas. Así, se deberá reabrir el Pabellón Cobo como centro quirúrgico, ampliar las obras actuales en las secciones PSI y de kinesiología, y las de reparación de cielorrasos, cambio de red eléctrica y modernización de sanitarios en Hemoterapia. También se ordena seguir sellando los subsuelos, que sufren filtraciones.
En la lista se incluye la renovación total de las calles internas de circulación y el reordenamiento del estacionamiento, con lo que uno se queda pensando en la elección de materiales: el ministro Daniel Chaín y su banda son de los que creen en el “contraste” entre lo viejo y lo nuevo, excusa muy común para disimular el mal gusto y la incapacidad de elegir bien. También hay que recordar que la arboleda del hospital está explícitamente protegida por ley, ya que es un verdadero parque de especies autóctonas con ejemplares magníficos. No sea cosa que empiecen a talar para “mejorar” el estacionamiento.
Quien pase por el hospital verá que algunas obras de restauración ya comenzaron. Por ejemplo, sobre Austria se cerró la reja con un nuevo murete, que es una verdadera muestra de cómo se perdieron oficios como el de revocar con símil piedra, pero al menos retoma el perímetro del lugar. Algún día se demolerá el adefesio de hormigón que se construyó en tiempos de dictadura, una entrada con alma de bunker que parece algo maligno que le creció a la fachada francesa. Igualmente, algún día sacarán el voladizo de la Guardia sobre Las Heras, igualmente horrible pero menor.
Mientras, la idea es seguir restaurando la entrada sobre Sánchez de Bustamante, completando la reparación del balcón y la “puesta a cero de los portones de ingreso y la galería vidriada”, además de las balaustradas sobre el parque.
La Legislatura explícitamente giró el tema a varios ministerios, con lo que el de Salud debe coordinar tareas con el de Desarrollo Urbano y cualquier otro que tenga vela en el entierro. Como sabiendo con quién tienen que tratar, el texto de la ley les recuerda a las partes que tendrán que “respetar, complementar y cumplir” la Ley 3510, que cataloga al hospital con nivel cautelar desde julio de 2010. Es más: por ley, la dirección del hospital debe informar periódicamente a la Legislatura sobre qué están haciendo.
El Círculo de Obreros de Santa Lucía, en la Avenida Montes de Oca de Barracas, sigue en peligro. El CAAP no permitió demolerlo y los nuevos dueños, insólitamente, presentaron una apelación. El argumento es que el edificio es una tapera en mal estado, algo que no vale la pena custodiar. Es curioso que usen este argumento, ya que el Círculo no estuvo años cerrado y deteriorándose. Muy por el contrario, tuvo una fuerte actividad pública hasta que lo cerraron para venderlo, actividad bien documentada y fotografiada. De hecho, todo indica que el deterioro que pueda haber sufrido fue a manos de sus nuevos dueños, que siempre pensaron en el lugar como un lote ocupado, una molestia a demoler.
Para dar algunos ejemplos recordados por vecinos, el bar de la planta baja y el teatro fueron reacondicionados en 2004 y 2005, y se usaba constantemente para todo tipo de actividades, incluyendo muestras de pintura. El Círculo siempre funcionó como un club, su restaurante estaba siempre abierto y el teatro fue en 2007 sede de un cine-club. En 2008 y 2009 el teatro pasó a tener como marca El Ciudadano y fue escenario de regulares recitales. Para ver cuántas bandas pasaron por allí, basta hacer una búsqueda en Internet de las palabras el ciudadano.
Pero además hubo otras actividades recientes que tampoco pudieron tener lugar en un ámbito tan deteriorado. Por ejemplo, la UCR hizo un cierre de campaña en el Círculo en 2007. Daniel Passarella también lo alquiló en 2009 para un acto partidario. La República de Barracas tuvo su cena del Día del Vecino ese mismo año, y el colegio Barracas Day hizo su fiesta y acto de fin de curso en el Teatro del Círculo.
O sea que para cuando se vendió, a fines de 2009, el edificio estaba en buen estado, funcionando y luciendo lo suficientemente bien para atraer a políticos, vecinos y colegios, que pagaban por usarlo. Los vecinos de Barracas hasta sacaron fotos del Círculo una vez cerrado, para documentar su estado, y la ONG Proteger Barracas documentó que los nuevos dueños dejaron abiertas las ventanas de la planta alta para que entrara la lluvia y las hojas, una buena manera de estropearlo.
En www.protegerbarracas.com.ar los interesados –y el CAAP, por caso– pueden ver este material gráfico. La conclusión es simple: el Círculo fue comprado en buen estado y estropeado deliberadamente para que sea más difícil catalogarlo. La catalogación sería una brillante oportunidad de enviarles un mensaje a los especuladores que hacen estas cosas, avisando que el tiro puede realmente salir por la culata y se puede terminar dueño de una tapera de propia creación, indemolible por ley.
SOS Caballito y otras organizaciones barriales invitan para una fiesta de cumpleaños, ya que el barrio cumple 190 años. La fecha es, en realidad, un cálculo, porque la Posta del Caballito estaba allí, con un caserío, en ese 1820 de guerra de Independencia y bandera flamante. El lugar era un popular punto medio entre Buenos Aires en sí, que arrancaba en lo que hoy es Callao, y el pueblo de Flores, sobre el Camino Real al Oeste.
La fiesta es a partir de las 15.30 en la esquina de Díaz Vélez y Leopoldo Marechal, donde está la fuente del Parque Centenario. Hay un recital y la consigna es “recuperar juntos el orgullo y el patrimonio cultural de Caballito”.
Un viejo amigo de este suplemento y de esta ciudad está por inaugurar una muestra de fotografías en Estados Unidos que nos toca de cerca. Max Page es profesor de Arquitectura e Historia en la Universidad de Massachusetts en Amherst y un porteño honoris causa, fascinado por nuestra ciudad. Page es una persona muy vital, que pasó largos meses estudiando Buenos Aires con su familia. Lo que se encontró por aquí le tocó en particular en dos intereses suyos, la “destrucción creativa” y sus consecuencias, y las políticas de la memoria. Page es autor de varios libros sobre eso de demoler y construir en Nueva York, entre ellos uno que se destaca por su originalidad y humor, The City’s End, que historia el inmenso folklore literario y fílmico sobre el fin de Nueva York, arrasada en la ficción por todo tipo de catástrofes y de marcianos.
El otro interés del profesor, el de la memoria, se expresa a partir del 1º de marzo en una muestra de las fotos que tomó en Buenos Aires sobre nuestra búsqueda de preservar las marcas del dolor. En la Galería de Arte Herter de la universidad se podrá ver Memory Delayed: Wrestling with the Past in Buenos Aires –La memoria pospuesta: discutiendo el pasado en Buenos Aires–, que incluye imágenes de memoriales, baldosas alusivas, la ESMA y otras cuitas porteñas. En mayo, el profesor Page vuelve en una visita con un grupo de sus alumnos, para rever estos lugares y estudiar políticas y polémicas sobre patrimonio.
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