Los Amigos del Lago de Palermo tienen la seguramente ingrata tarea de intentar cuidar el gran pulmón porteño, el parque más bello que tenemos. Desde hace veinte años se asignaron la patriada y ya están acostumbrados a los vaivenes, en general negativos, de la administración de este recurso urbano. Con lo que se entiende el irónico comunicado que emitieron ante el cambio de director del Parque Tres de Febrero y su reemplazo por alguien que es, científicamente hablando, un misterio ignoto. Hasta este verano y por menos de dos años, el titular del parque fue el arquitecto Fernando Ferreyra, un conocido amigo del patrimonio y el ganador del concurso para crear el escudo del barrio de la Recoleta. Ferreyra fue designado en tiempos del inolvidable ministro de Ambiente y Espacios Públicos Juan Piccardo y continuó con el increíble Diego Santilli, la última persona que uno se imaginaría sabe alguito del tema.
El parque depende de Espacios Verdes, una de las direcciones generales del ministerio, y nunca hubo caso de lograr que su titular fuera designado por concurso público, como el del Botánico. Piccardo, Santilli y el PRO en general detestan no poder meter mano en el Botánico, tan bien ubicado para la foto, con lo que ni en sueños harían planes a largo plazo para el manejo de Palermo. De hecho, en enero de 2008 Mauricio Macri vetó la ley 2583 –votada por unanimidad por la Legislatura– que ordenaba concursar autoridades y diseñar un plan de manejo con input de los vecinos.
Por qué Ferreyra no es más director del Parque no quedó muy en claro. Santilli lo elogió en público al aceptarle la renuncia, pero todas las fuentes consultadas coinciden en su antipatía hacia el arquitecto, al que no consideraba tropa propia. Santilli es conocido por considerar la lealtad completa y la devoción a su “proyecto” la condición más importante en un funcionario. Como su proyecto consiste simplemente en hacerse notar, es deducible que lo que ocurrió es que el Parque no le generaba suficientes “oportunidades de foto”.
Con lo que se empieza a entender que el nuevo director del parque sea Alejandro Pérez, hasta ahora funcionario menor del gobierno porteño, todavía estudiante de Administración Pública y persona inocente de todo antecedente conocido en materia de patrimonio, espacios públicos o parques. Tan es así, que el ministro Santilli dijo algunas de sus pavadas más notables al presentarlo (lo cual es mucho decir), como que Pérez va a “estar metido en el parque día y noche para detectar falencias” y que sus valores son “su juventud, su vitalidad, sus ganas de trabajar”. Todas cosas encomiables pero insuficientes para alegrarse de que esté a cargo del parque creado hace 135 años de la mano de Sarmiento y la pluma de Thays.
En fin, una frivolidad.
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