Sábado, 7 de mayo de 2011 | Hoy
En Santa Rita empezaron una movida original que va directamente al tema de la densidad urbana, mientras en Barracas preguntan por un edificio muy grande con un cartel misterioso.
Por Sergio Kiernan
nEste jueves, los vecinos de Santa Rita comenzaron una campaña por su barrio que demuestra que el debate urbano ya trascendió el tema del patrimonio. En ese barrio arrancaron una acción para simplemente impedir que se construyan edificios en altura, con lo que los porteños entraron en una etapa en que se discute nada menos que la densidad de nuestra ciudad.
Esta palabrita, generalmente usada en la dupla “densidad urbana”, indica la cantidad de gente que vive en una determinada superficie de la ciudad. El cálculo en una urbe tan pareja como Buenos Aires suele ser por manzana, pero en términos generales se habla de personas por acre o kilómetro cuadrado, dependiendo del país. En el planeta entero se asume como obvio que las ciudades son lugares de alta densidad, con los números bajando de los centros más poblados a los suburbios, a los pueblos, a los caseríos y al campo abierto.
Lo que no quiere decir que las ciudades sean lugares de densidad pareja. Toda urbe tiene zonas y zonas, con centros –más de uno– con grandes poblaciones en horario de trabajo y baja densidad de noche, con barrios dormitorio, con nudos de transporte que son una locura en hora pico y con áreas de casas bajas y livianas. Como se entera cualquiera, una cosa es Barrio Norte y otra es Belgrano R, lugares donde el sol se adivina o se ve en todo momento.
Como todo esto es obvio, el que lo ignora es inmediatamente sospechable de ser un vivo, no un tonto. Que es lo que piensan en Santa Rita, donde denuncian que hay “obras que destruyen a nuestro barrio de pasajes”. Santa Rita es un barrio entre Villa del Parque y Floresta que se vuelca a la avenida Nazca y a la avenida Alvarez Jonte. Es un lugar apacible, de casas bajas, nacido hace alguito más de un siglo con la novedad del tranvía. Lo que eran chacras se lotearon a algún peso “la vara de frente”, y así nació un barrio con nombre de capilla.
Su característica más memorable es su zona de pasajes que, como todos estos entramados, genera una isla de tránsito más lento y seguro, con pocos autos “de pasada” y apurados. Varios de los pasajes son de facto peatonales, para la felicidad del casi nulo tránsito. Pues a todo paraíso porteño le llega su fin por una simple razón: el Código Urbano que regula la construcción en Buenos Aires todavía se rige por la lógica de que más es mejor. Más demolición, construcción y negocio, más densidad urbana, con el dogma ideológico de que nuestra ciudad –la autónoma, la que queda dentro de la General Paz– estaría mejor si tuviera el doble de habitantes.
Este jueves, los vecinos autoconvocados lanzaron en Alvarez Jonte y Nazca una campaña pidiendo “Basta de edificios”. Sumaron además el pedido de una plaza –la más cercana queda a una larga, larga caminata de distancia– y el lúcido lema de “Mostremos que no es un problema individual, es un barrio que no se resigna a perder su identidad”. Para hacer fuerza, la idea fue repartir cintas verdes para colgar en las casas. La fuerza en cuestión es en apoyo al proyecto de rezonificación de los diputados porteños Eduardo Epzsteyn y Martín Hourest, y al amparo que presentaron ante la Justicia. La medida legal que buscan es inteligente y básica: que no se den más permisos de construcción, que se detengan las obras y demoliciones, hasta que se revea la zonificación del barrio.
Esto es, por supuesto, una medida perfectamente simple de imponer por decreto, si existiera la voluntad política. En un año electoral puede ser que hasta este gobierno porteño le preste atención.
En el barrio que custodia nuestro mejor patrimonio edificado festejaron la primera lectura y votación de una ley que preserva un área importante por el simple trámite de rezonificarla. Como en Barracas ya aprendieron hace rato los bueyes con que se ara, siguen con los ojos abiertos y preguntando qué pasaba con un tema que arrancó ya el año pasado.
El vecino Ignacio Fusilier habló con el defensor adjunto del Pueblo porteño, Gerardo Gómez Coronado, sobre una obra algo misteriosa en la avenida Martín García al 700. Gómez Coronado inició la Actuación 5908/10, pidiendo información sobre el lugar. Resulta que sobre esa cuadra hay varios edificios en un amplio predio que cruza la manzana y tiene salidas sobre Gaspar Jovellanos y Uspallata. En el frente sobre Martín García hay un cartel que dice: “Av. Martín García 743/45/55/57, Jovellanos 151, Uspallata 822/28/32/34/54 - Demolición total y obra nueva - Expediente Nº 4210/2000”.
Como se ve, el expediente ya cumplió once años, lo que invita a la pregunta sobre qué fecha tendrán los planos registrados, si es que alguna vez se registraron. Como se sabe, los permisos de obra no son eternos, aunque la Ciudad, tan amiga de las demoliciones, raramente hace cumplir esta parte del Código Urbano.
Para ver si éste era el caso, Gómez Coronado envió el 9 de diciembre del año pasado un oficio a la Dirección General de Registro de Obras y Catastro para que informe si “se había autorizado la demolición y construcción de una obra nueva, así como la remisión de copia del plano registrado”. Curiosamente nadie le contestó, con lo que el defensor adjunto reiteró el pedido el 28 de febrero de este año.
Como tampoco le contestaron esta vez, lo que ya es una verdadera descortesía, Gómez Coronado acaba de reiterar el pedido al titular de la Dgroc, el arquitecto Guillermo García Fahler. Como para que el funcionario tenga en qué pensar, el defensor adjunto le recuerda que el 14 de abril se sancionó el cambio de zonificación del sector, que incluye el predio en cuestión, con lo que ahora se trata de un R2bI. Esta vez le agrega el pedido de que aclare si lo que dice el cartel es correcto o no.
¿Contestará García Fahler? ¿Habrá planos registrados? ¿Hará cumplir la Ciudad eso de que lo que se registra y no se hace, caduca? La saga continúa.
El 18 de este mes, los vecinos de Floresta van a mostrar qué buena gente que son haciendo algo raro hoy en día. Según explicaron, van a dar las gracias a los que los ayudaron para lograr el APH que les permite tener con qué defender su patrimonio e identidad material. Lo harán con un diploma a entregar en una ceremonia en la Legislatura.
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