Este jueves, en Batimat, la Sociedad Central de Arquitectos organizó un debate que tuvo lo suyo. Para empezar, a la mesa se sentaban varios ingenieros, cosa rara en esta vida. Para seguir, el tema era hasta dónde se puede o debe seguir construyendo Buenos Aires. Los invitados eran Gustavo Desplats de la Proto Comuna Caballito, Julio César Crivelli, presidente de la sección porteña de la Cámara Argentina de la Construcción, y Miguel Camps, que preside la Asociación de Empresarios de Vivienda y Desarrollo Inmobiliarios. Con el formato que utiliza la SCA, los panelistas hablaron y tres periodistas resumieron lo hablado: Miguel Jurado, que edita el suplemento ARQ de Clarín, Guillermo Tella, de la revista Vivienda y el programa radial Vivienda en el Aire, y el editor de m2. El coordinador de la mesa fue el presidente de la SCA, Enrique García Espil.
Desplats arrancó explicando que hay dos máximos posibles para esta ciudad, uno el que marca el código y otro el que sostenga la infraestructura. Todos los panelistas destacaron la contradicción entre el sostenido boom de construcción frente a la anemia de obra pública. Buenos Aires, reveló Desplats, construyó 145.730.000 metros cuadrados desde 1947, el equivalente a un millón y medio de departamentos de 100 metros, pero apenas hizo subtes o cañerías y no cambió casi en nada el esquema de transporte público.
Crivelli recordó que en esta ciudad se cambian las reglas cada veinte años, con un nuevo código aprobado en los ochenta y otro en el 2000, y que la lógica, si la hubo, fue concentrar la densidad urbana donde ya existe infraestructura. Camps —que llegó tarde después de haber cerrado un interminable seminario sobre vivienda— explicó que el 60 por ciento de lo que se construye hoy en día no pasa de los sesenta metros cuadrados, un síntoma de que se hace mucho para invertir y poco para vivir. La cantidad de viviendas vacías que tiene Buenos Aires supera largamente las 100.000, con lo que se podría crear una ciudad importante con lo que es ladrillo “seguro” pero sin uso.
Sólo al final, con los periodistas, surgió un aspecto importante del asunto, que Buenos Aires es apenas un “barrio” de una megaciudad de 13 jurisdicciones que casi no se hablan. Si se aísla la Ciudad Autónoma, no se entiende ni siquiera por qué cada día laboral se duplican el tránsito y las personas. Si se ve el conjunto, los problemas se relativizan o se ponen en escala. Por ejemplo, el famoso mito de la gentrificación, en el que cunde la alarma porque ciertos barrios se transforman en zonas de clase media, sin media baja o baja. La mezcla de personas, tan vital a una ciudad, se mantiene, sólo que en una geografía algo mayor.
Hubo preguntas y debates, con lo que se cumplió la confesa intención de García Espil de que la SCA vuelva a ser el centro de intercambio de ideas que supo ser. Ni siquiera faltó, para cerrar, el arquitecto Augusto Penedo con una frase feliz.
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