Hernán Barbero Sarzábal es un viejo lector de m2, arquitecto y difusor de emprendimientos, un hombre con una fuerte veta por el patrimonio y vecino de Boedo. Cosa que lo condena al sufrimiento de ver caer impunemente casas que una sociedad civilizada preservaría. Como la de la foto, en Carlos Calvo y 24 de Noviembre, destruida en mayo con cartel de obra y todo. Esta casa, cuenta Barbero Sarzábal, era una linda pieza art déco a la porteña, de las que parecen un cine del centro en miniatura, que estaba en buen estado de preservación. El arquitecto se pregunta por qué se pudo demoler algo así: ¿sería posterior a 1941 y no entraría en la ley 3056? La pregunta es obviamente retórica, porque Barbero Sarzábal sabe que el art déco ya era letra muerta al comenzar la década del cuarenta.

Con lo que queda una sola explicación, que el permiso de destrucción fue validado por el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales, el errático ente que tiene que “estimar” o “desestimar” los trámites de edificios anteriores a 1941. Al “desestimar” esta pequeña pieza art déco, el CAAP mostró lo que realmente ya es su tradición: el desprecio a las casas de barrio sin firma de gran arquitecto, su falta de interés en preservar con entusiasmo, la ternura con que valora financieramente cada terreno, con lo que las esquinas la tienen fea.

Lo peor del asunto es que la zona tiene una zonificación baja, con lo que algún ignorante se cargó esta casa casi que porque sí. Y el CAAP, inundado de arquitectos y funcionarios supuestamente defensores del patrimonio, dejó hacer.