Hay furcios que, como bien explicó Sigmund, son directa expresión del inconsciente. Quien visite el parque Chacabuco podrá caminar por su gran explanada desde la esquina de Mitre y Asamblea rumbo a la fuente. Llegando a esa gran pileta, verá a mano izquierda un busto sobre un fuste de Chopin. Y a la derecha otro busto a Federico Ozanam, llamativo por dos razones. Una es que la pieza escultórica fue cuidadosamente pintada con esmalte sintético negro, una barbaridad que desmiente por sí sola todo intento de vender las obras como una “restauración”. La otra es que una placa de azulejos al costado del fuste describe al pobre de Ozanam como un profesor de la universidad “de la Soborna”. ¿Habrá tenido como alumnos a funcionarios del gobierno porteño?
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