El Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo y la Sociedad Central de Arquitectos mandaron a la Legislatura una carta en contra de la protección del patrimonio en la City. Argumentos “idealistas” para proteger el negocio.
› Por Sergio Kiernan
Hay momentos en que los lobbies se pasan de rosca y se exhiben de una manera particularmente cruda. Suele pasarles cuando se ponen “institucionales” y sacan el papel con membrete, la prosa oficial y los sellitos. Un ejemplo de particular descaro ocurrió a principios de este mes, cuando llegó a la Legislatura porteña una nota dirigida a la diputada Silvina Pedreira como presidenta de la Comisión de Planeamiento Urbano. La nota la firmaba el presidente del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo, entidad con laureles de lobbista de los grandes estudios, y también el presidente de la Sociedad Central de Arquitectos. El tema era evitar que se amplíe la protección al patrimonio construido de esta ciudad y el razonamiento era, como es siempre, esdrújulo, perfeccionista y falso.
La Legislatura porteña tiene en trámite una ley de gran trascendencia para el patrimonio edificado, lo que explica que el lobby se active. Es el proyecto que amplía el Area de Protección Histórica 1, que incluye el Casco Histórico de Buenos Aires, y la lleva a cubrir la City y todo el Centro viejo hasta Plaza San Martín. El proyecto es complejo y le significó a su autor, el presidente de la Comisión de Patrimonio Patricio Di Stefano, complejas negociaciones, casi de edificio por edificio. Es que la City es pasto de torres a la Alvarez, negociones con los que sueñan muchos en el CPAU y, parece ahora, en la SCA.
La nota firmada por Jorge Lestard y Enrique García Espil es de las que empiezan “de nuestra consideración” y se suben al alto camino de la virtud. Los firmantes no dicen que les parece mal proteger el patrimonio sino que “entendemos que las modificaciones de zonificaciones del Código de Planeamiento Urbano deben enmarcarse en las pautas fijadas por el Plan Urbano Ambiental, dando prioridad a una visión de conjunto y evitando analizar y codificar la ciudad por parches o fragmentos”. Esto es de lo más loable y seguramente sería la actitud a tomar en Suecia o en Holanda pero, como saben perfectamente los arquitectos firmantes, en el contexto porteño equivale a frenar la protección para permitir la piqueta hoy, dejando la “visión de conjunto” para el célebre “día del arquero”. Hasta mencionan esa inutilidad filosófica, el Plan Urbano Ambiental, cuya única manifestación material es un Consejo –el Copua– que andaba opinando contra proyectos de catalogación.
Lestard y García Espil hasta critican, con aparente ingenuidad, que el proyecto se desarrolle “sobre una única variable urbanística, como es la consideración del patrimonio edilicio, condición necesaria pero no suficiente para determinar lineamientos de planeamiento de un sector de la ciudad”. ¡Qué buen párrafo! Tiene un aplomo que parece que citara un manual, un autor de fama inconfundible y prestigio inatacable. Pero es apenas una idea al pasar de los autores para hacer que su cuestionamiento parezca objetivo. El proyecto es sobre patrimonio, surge de la Comisión de Patrimonio, amplía un Area de Protección Histórica y, por supuesto, se concentra “sobre una única variable urbanística”.
Pero la nota no se limita a intentar frenar esta ley. La segunda mitad se dedica a cuestionar a fondo el sistema de protección del patrimonio, pidiendo lo que siempre piden los que quieren que se caiga todo: que el sistema se revise y se haga “más coherente”. El CPAU y la SCA, sin mostrar originalidad alguna, piden “un estudio en profundidad” para “elaborar herramientas instrumentales que aporten al debate actual con el fin de lograr consensos, transparentando al conjunto de la comunidad las normas de protección de manera equitativa y objetiva”. Como se ve, la idea es tan falluta que la redacción se pone casi incomprensible, de tan gaseosa.
Los amigos del patrimonio no ponen palos en la rueda sino que apoyan las ideas posibles, reales, y luego exigen más. Los amigos del patrimonio les prestan el hombro a iniciativas como la ampliación del APH 1 y piden planes más coherentes, más amplios y abarcativos. Frenar esta buena idea porque no es perfecta no es un gesto de amistad al patrimonio y mucho menos una propuesta superadora. Es apenas una manera pomposa de hacer lobby para que no se limite la destrucción de edificios en la City para que algunos pocos grandes empresarios se llenen los bolsillos.
Este miércoles se realizó la audiencia pública por otro proyecto de rezonificación –parcial e incoherente, lo llamarían los lobbistas del párrafo anterior, pero como es un barrio barato no les importa– que busca salvar un sector de Barracas de la peste de las torres. La norma ya tiene media sanción y la audiencia es un paso rumbo a la sanción definitiva en el complicado trámite que tiene que seguir todo proyecto de preservación. La sesión tuvo lugar en una mínima oficina en la Avenida de Mayo, con los diputados Pedreira, Camps y Di Stefano apretados entre vecinos. Ignacio Fusilier, vecino de siempre de Barracas y arquitecto, fue el primero en hablar y realizó un excelente resumen de la situación de la zona, que merece citarse.
Lo que ocurre en el barrio es “un avance de la construcción en altura sobre una zona de casas bajas” que no encuentra límites en “un código que no considera lo ya construido y trata igual a un barrio que a otro”. Barracas es, por supuesto, “una reserva del patrimonio porteño” con un notable stock de piezas que incluyen desde grandes residencias anteriores a la fiebre amarilla de 1872 hasta edificios públicos únicos, pasando por cientos de casos de arquitectura popular y fábricas de la época en que eran algo más que galpones.
La situación actual hace que “sólo valga la tierra” y no los edificios, con lo que la lógica económica inventada por el Código de Planeamiento Urbano hace que sólo tenga sentido destruir lo que está. Fusilier advierte que eso crea “una pérdida de identidad, serios problemas de infraestructura y perjuicios concretos a los vecinos”. Luego de citar la siniestra reforma del Código de 2001, que elevó las alturas, el vecino destacó que pese a que la crisis es un mal recuerdo, “cada semana se demuelen casas en Barracas, muchas en óptimo estado”.
Es que “la combinación es letal en Barracas, donde hay terrenos grandes, calles anchas y un FOT alto”. Quienes consideran que estos cambios son naturales, muestras de la pujanza de una ciudad, deberían reflexionar que la situación actual es apenas reflejo de un cambio de normativa. Hasta 2001 se permitía por ejemplo, en el entorno del Hospital Elizalde, construir hasta 10,50 metros, con retiro. A partir de la reforma del Código, se construye “sin altura máxima, apenas en proporción al ancho de la calle, con lo que calles laterales tienen la misma zonificación de las avenidas”.
En Barracas, entonces, “hay mucho negocio y poco progreso”, con lo que los vecinos comenzaron un trabajo de concientización y política, pidiendo que no se destruya lo suyo y se “interprete creativamente la identidad del barrio”. Los diputados atendieron el reclamo de los vecinos con este proyecto de cambio de alturas. Que tuvo un “error” de redacción: lo votado crea un sector que llega hasta la vereda par de la calle Ituzaingó, cuando originalmente se hablaba de la vereda impar. Ya aparecieron cuatro torres aprovechando el desliz.
En la segunda página de este suplemento se explica en detalle cómo y por qué la confitería Richmond ya estaba protegida como patrimonio, con lo que toda la operativa de venderla y cambiarle el rubro no debería haber ocurrido. El problema de fondo es, como siempre, que el ministro de Cultura de esta ciudad lo es sólo en nombre: Hernán Lombardi es un inteligente empresario y un especialista en turismo que no sabe nada de cultura, ni tiene interés en saberlo. Que ocupe ese lugar es producto de las torpezas del recién electo Mauricio Macri, que antes mismo de asumir tuvo una crisis sobre a quién nombrar. Lombardi, buen soldado, tomó la cartera y desde entonces sólo se ocupa de cosas turísticas, como festivales.
Por desgracia tendría que hacer cumplir las leyes de patrimonio, que indican que no se podía hacer el cambio de rubro de la Richmond. Este jueves, la Legislatura reparó el incumplimiento del ministro, declarando a la confitería sitio histórico y patrimonio intangible, asegurando que se conserve su uso gastronómico y hasta declarando parte de las colecciones de la ciudad las mesas de billar del sótano. Los coincidentes proyectos de Lubertino, Epszteyn y Alegre se votaron en un recinto curiosamente lleno, verdadero milagro en medio del tsunami electoral.
El Ejecutivo, mientras, hizo presión furiosa para que nadie mencionara la ley 1227, de patrimonio. Como explica Facundo de Almeida en la página 2 de esta edición, esa ley faculta a Lombardi no sólo a arreglar estos problemas sino directamente a evitar que ocurran. El Ejecutivo estaba preservando a su ministro del papelón que se merece.
Pese a la solución política, los patrimonialistas realizaron un abrazo a la confitería que le dio su nombre al Grupo Florida ayer a la tarde. Es que el sótano lleva meses cerrado, nadie sabe dónde están las mesas de billar y el personal de la Richmond fue diezmado. Con lo que hasta el santo desconfía...
Con lo que fue un viernes complicado y de corridas para algunos, ya que al mediodía se realizó la audiencia por el amparo que busca evitar que la Ciudad les renueve la concesión a quienes tienen hoy el zoológico porteño. La acción fue promovida por Daniela Ferreyra, Analía Marín, Isabel Papagno y María Cristina Palmiero, todas vecinas de Palermo, y con el patrocinio de Pedro Kesselman. La demanda es para que el gobierno porteño paralice toda concesión y se nombre un veedor judicial que realice un inventario del Zoo, con particular atención al patrimonio escultórico y edificado del lugar, incluyendo su biblioteca. La más casual visita al Zoo permite ver el descaro con que se tratan los viejos edificios y la falta de seriedad del mantenimiento. Por ejemplo, la reja sobre Libertador está en pleno derrumbe y fue apuntalada, no reparada, no sea cosa de incurrir en gastos. Como para que no haya accidentes, pusieron una media sombra para que los chicos no se acerquen. Como la audiencia pasó en el cierre de esta edición, la semana que viene se sabrán sus resultados.
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