No es una sorpresa que la última idea que le queda a la arquitectura argentina es el rupturismo. Es un samba de una sola nota, que repite como un sonsonete que lo que ya se hizo no puede repetirse y que el contraste entre lo de hoy y lo de ayer es, de alguna manera misteriosa, un evento estético valioso. Por eso no asombra ver el anteproyecto que ganó el concurso para completar la Manzana de las Luces en ese agujero sobre la calle Perú donde hay un estacionamiento. El diseño del Estudio Aisenson + SMF es un bodoque hormigonudo, rígido y moderno, dispuesto a pelearse con todo el entorno de un pedacito porteño muy cargado de historia.
Como se ve en la imagen, lo único que respetará el nuevo edificio será la altura de sus vecinos, a los que les faltará el respeto en textura y estilo en una suerte de pito catalán arquitectónico. Por supuesto, nada de esto es percibido por los autores e, insólitamente, por los comitentes del concurso, supuestamente dedicados a la historia. El texto que acompaña las imágenes de la propuesta dicen cosas como que el edificio “actuará como articulador de los edificios a preservar y se incorpora armónicamente a las condiciones del lugar, enfatizando el diálogo entre arquitecturas”, cosa tan convincente como el supuesto diálogo entre Bush y el pueblo iraquí.
Y eso que el texto afirma que construir en ese lote en particular “no debe remitir necesariamente a la mímesis anacrónica ni a la pura experimentación formal”. Esto es, como decía una tía pour la gallerie, ya que el verdadero objetivo se escribe más abajo, donde dice que el proyecto “ofrece a la ciudad una arquitectura que, sin ser estridente y en un diálogo respetuoso con las diversas arquitecturas linderas, resulta inequívocamente actual y que al recuperar tipologías históricas se presenta simultáneamente como intemporal”. De este párrafo, lo único cierto es que el edificio es “inequívocamente actual”. Pero no hay ningún diálogo respetuoso, no se recupera nada y en absoluto se crea algo intemporal. Sólo desde la ceguera ideológica del rupturismo, de hacer siempre algo nuevo, se puede pensar que se tienen esas virtudes y proclamarlas en tono mosaico, de ley natural y eterna.
Y eso se va a hacer con dinero público.
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