Una materialidad consistente
La obra arquitectónica y diseños de mobiliario de Horacio Baliero se exhiben en el Centro Cultural Recoleta.
Por Matías Gigli
Nuevas maquetas, fotos rescatadas que hace décadas no se veían, dos sillones construidos para esta ocasión: algunos de los elementos que componen la exposición que ya se puede ver en el Centro Cultural Recoleta sobre la producción de Horacio Baliero.
La obra de Baliero fue rescatada y estudiada en estos años gracias a la donación que el propio arquitecto hizo el año pasado a la Facultad de Arquitectura de toda la documentación que conservaba. Son cerca de cinco mil planos y documentos, un excelente material para entender su producción.
Desde entonces y gracias a la idea que nació del arquitecto Néstor Otero, se organizó la muestra que ya fue colgada en diversos lugares de nuestro país: partió desde la Ciudad Universitaria al Museo de Bellas Artes de Santa Fe, pasó también en Rosario y ahora está en la Recoleta.
La razón es simple. Baliero, además de reconocido arquitecto, es un docente destacado, recientemente designado Profesor Consulto y premiado con el Konex de Platino (2002), que recibe el afecto de una multitud de alumnos que pasaron durante años por su taller, de donde transmite su inclaudicable vocación por la arquitectura.
La muestra tiene una variedad interesante de trabajos: el Cementerio de Mar del Plata, 1er. premio en el Concurso Nacional de Anteproyectos (1961/1968), el Colegio Mayor Argentino, en la Ciudad Universitaria de Madrid, las oficinas del Parque Industrial Oks en Pilar, casas en San Isidro, en Colonia, en Punta Piedras. También edificios de departamento como el de la calle Montañeses en Belgrano (1977/1982). La exhibición recuerda los años de la revista Nueva Visión, en la que Baliero era secretario de redacción. Se muestran también dibujos, acuarelas, planos de obra, fotos y textos con reflexiones del propio Bucho.
La muestra incluye textos de arquitectos que volcaron al papel sus impresiones sobre la arquitectura de Baliero: Solsona reconoce en Baliero su maestro y Alberto Petrina recupera una frase de antología en la que Baliero aclara que el ladrillo no paga royalties. Alvaro Arrese opina que “H. B. es un arquitecto cuya obra siempre está asociada al rigor mental con que enfrenta un problema y la consistente materialidad excede al ladrillo, el acero o el vidrio, abarcando la naturaleza que envuelve su obra y que planifica, de la primavera al otoño, en bellas acuarelas”. Eduardo Lestón recuerda los años de la revista; Néstor Otero, Juan Manuel Borthagaray, Víctor Bossero y Guillermo Cabrera aportan letra a la muestra.
Para esta ocasión se buscaron dos empresas de equipamiento que llevaron adelante la tarea de construir dos prototipos de sillones: el de caño y mimbre de 1951 y el Madrid de 1971, con el objetivo de exhibirlos y también de volver a instalarlos en el mercado. Esta excelente propuesta encontró en Esteban Iurcovich, de Manifesto, y a Carlos Galli y María Hernández, de La Compañía, el entusiasmo y el interés en recobrar los diseños de Baliero.